Vendo un anillo con el dedo dentro

1247

“Nos mean y dicen que llueve”. Eduardo Galeano

Hace un par de meses la multinacional Amazon puso en marcha una campaña, en principio para medio año, a la que ha llamado “Un clic para el cole”. Es sin duda una campaña de imagen corporativa y un ejemplo de publicidad de la buena: les sale a precio de saldo consiguiendo cerrar el círculo perverso que existe en quienes gestionan la multinacional: vender altruismo con bolsillo ajeno, fidelización y ampliación de la clientela. Pretenden instalarse en el imaginario colectivo como una empresa moderna que está preocupada por las necesidades de la sociedad y han echado, en este caso,  el ancla en el ámbito educativo, que ha sido especialmente ninguneado por las decisiones de los distintos gobiernos y que se ha ido concretando, año tras año, en partidas presupuestarias muy alejadas a las que tienen otros países de nuestro entorno. Pero lo que hace Amazon es más antiguo que la humedad. Ahí está el ejemplo del Banco Santander cuando entró, como elefante en una cacharrería, en la Universidad. O el caso de la Obra Social de la Caixa, la misma banca que empezó atando el boli con una cuerda y siguió desahuciando a familias empobrecidas o cobrando comisiones por respirar más de trece veces por minuto, hace sus campañas con aquellos lemas de “el alma de la Caixa”. Bien sabemos cuál es el alma de Caixa. Se lo podemos preguntar a tantas y tantas familias con las que ni siquiera han sido capaces de sentarse para escuchar los dramas humanos que hay detrás de quien no puede pagar porque no tiene nada y ha quedado en la miseria.  “El alma social de la Caixa” les quitaba la vivienda y les dejaba una deuda más.

Ahora, a golpe de clic, podemos entrar en “el alma de Amazon”. Participar, dice su web, en “Un clic para el cole” es fácil y no cuesta nada. Ahora viene la pregunta trampa: Si es fácil y no cuesta nada, ¿qué motivos puede haber para no participar en este proyecto altruista de la multinacional del hombre más rico del mundo? Pues se me ocurren algunos que podrían tener que ver con el impacto negativo que tiene Amazon en el medio ambiente, por ejemplo, o con la precarización laboral y los problemas para la sindicación que están en la base del crecimiento de la multinacional, o reventar el comercio local y de proximidad haciendo, en muchos casos, dumping. En otra lista de motivos, también éticos, estaría la necesidad de defender y proteger a los servicios públicos de los tentáculos de las multinacionales. Está claro que cuando lo público es raquítico, no por azar sino por falta de financiación pública, se convierte en terreno abonado para quienes, sin escrúpulos y con muy poca vergüenza entran a saco para limpiar su imagen y seguir ampliando el negocio.

Está claro que no todo vale y que el fin, como norma, no justifica los medios. Cuando como docente explicaba Ética en la ESO, esa asignatura que quitó la LOMCE que aprobó el gobierno del PP con los únicos votos de su grupo parlamentario y que ahora parece que seguirá sin estar en la LOMLOE a pesar de que era un acuerdo unánime en la anterior legislatura, se me ocurrió el ejemplo del anillo y el dedo. Consistía en preguntar al alumnado qué harían si les ofreciera un anillo de oro por 10 euros. Obviamente les resultaba interesante hacerse con él. Si les daba más información sobre el anillo y les  decía que lo había robado,  ya alguna parte del alumnado dejaba de mostrar interés por él. Si les decía que tuve que cortarle el dedo a mi víctima para poder robárselo, el rechazo era abrumador y se convertía en unánime cuando les ofrecía el anillo con el dedo dentro. Bueno, pues eso, aunque no sea fácilmente visible para mucha gente, creo que Amazon es un anillo con el dedo dentro.