Han pasado ya casi medio siglo desde que acabó la dictadura franquista, pero la jerarquía católica todavía mantiene un vínculo nostálgico con aquel régimen de terror, que tantos privilegios le concedió por su apoyo a la sublevación. Desde la muerte de Franco, el movimiento memorialista ha tardado 44 años en sacar al dictador de Cuelgamuros, el 24 de octubre de 2019, ante la enconada resistencia de los monjes benedictinos, que siguen desafiando a la legalidad democrática. Y hemos necesitado tres leyes de memoria para sacar de la Basílica de la Macarena, con nocturnidad, al genocida Queipo de Llano, responsable de La Desbandá, el mayor crimen de guerra contra población civil indefensa. Pero todavía son muchas las catedrales e iglesias que exhiben en sus muros, sin pudor, placas en homenaje a los sublevados contra el orden constitucional republicano, salido de las urnas en 1931. Es el caso de la catedral-sagrario de Granada, donde el Arzobispado mantiene un rótulo en memoria de José Antonio Primo de Rivera, máximo cabecilla de Falange Española, el partido fascista que fue responsable de dar el “último paseo” a miles de granadinos en las tapias del cementerio.
Los católicos acaban de celebrar su Semana Santa y hemos visto que algunas Hermandades siguen ancladas en el año de la victoria, como si no estuviéramos en democracia. Por ejemplo, la cofradía del Silencio, en la Semana Santa granadina, todavía no ha retirado al dictador Franco el título de hermano mayor honorario, que le concedió en 1939. Un título honorífico que hace apología de la dictadura y supone un insulto a las víctimas del franquismo, ya que fue concedido al general golpista el año en el que ganó una guerra brutal y despiadada, acabó con las libertades democráticas e instauró un régimen represivo, que dejó más de 100.000 desaparecidos en fosas comunes, la mitad de ellos, andaluces. Así lo recuerda la propia cofradía en su página web: “La hermandad contactó con la Jefatura del Estado para nombrar al General Francisco Franco Bahamonde hermano mayor honorario, cosa que aceptó, mandando cada año un representante a la procesión”. Y ese año, estamos hablando de 1940, el dictador fue representado por el también general golpista de la Guardia Civil, Álvarez Arenas. Ya va siendo hora de que dicha cofradía ponga fin a esta infame anomalía democrática.
En la misma página web, la cofradía del Silencio evita condenar el franquismo. Guarda un silencio cómplice sobre el periodo del régimen franquista, como si aquella dictadura atroz no hubiera existido. Sin embargo, dedica un amplio recordatorio al anticlericalismo durante la II República, con el que parece justificar el golpe militar: “En la conflictiva década de los años 30, con el peculiar marco socio-político que devino con la II República…y ante el clima de anticlericalismo, se decide no procesionar por las calles de Granada. Por el temor existente en que tanto la albaicinera iglesia de San José, como la imagen de José de Mora, pudieran ser objeto de ataques o incluso pasto de las llamas”. Lo que no dice la cofradía del Silencio es que, en la quema de iglesias y conventos del Albaicín participaron falangistas disfrazados de militantes del Frente Popular, tal y como demostró el investigador Ian Gibson. Pretendían así culpar a la izquierda de la situación de caos y desorden para justificar el golpe militar.
No es la única Hermandad que incumple le Ley de Memoria Histórica de Andalucía, pues Carmen Franco Polo, esposa del dictador, sigue siendo hermana mayor honoraria de la cofradía de Los Gitanos, con sede en la Abadía del Sacromonte. Y el que fue ministro franquista, Manuel Fraga Iribarne, también lo es. La página web de la cofradía recuerda con orgullo la concesión del título: “La hermandad concedió por aclamación al Ministro de Información y Turismo, Sr. Fraga Iribarne, el título de hermano mayor honorario. Dicha distinción se le entregó en la Abadía el domingo, día 23 de marzo de 1969, y se realizó una placa conmemorativa de Cerámica San Isidro, con cuatro granadas en las esquinas y el escudo de la Abadía en el centro”.
Pues veamos a quién concedió la cofradía ese título, del que se siente tan orgullosa. Recordemos que Fraga formó parte del aparato represivo de la dictadura. Como ministro de propaganda del régimen (el mal llamado Ministerio de Información y Turismo), fue responsable de fusilar en 1963 al dirigente comunista Julián Grimau y de encubrir el asesinato en 1969 del estudiante Enrique Ruano, por parte de la Brigada Político Social. Y como ministro de Gobernación, ordenó la brutal carga policial que en 1976 acabó con la vida de cinco trabajadores en Vitoria. ¿Hasta cuándo mantendrá la cofradía de Los Gitanos semejante infamia.
Tampoco debemos olvidar que la cofradía de la Santa Cena mantiene, desde 1940, la advocación a María Santísima de la Victoria, en homenaje a la victoria de Franco de 1939. Y esto supone una exaltación del golpe militar, la guerra civil y la dictadura. Las juntas directivas de dichas hermandades se niegan a retirar estos títulos honoríficos, tal y como demanda la Asociación Granadina Verdad, Justicia y Reparación. Y es que, para estas cofradías, Franco sigue siendo el enviado de Dios, que murió el 20 de noviembre de 1975 y al tercer día resucitó. O al menos, ése sería el deseo de estas hermandades nostálgicas del franquismo.
Aquí yacen los caídos por Dios y por la Patria
Pero la Semana Santa no es el único caso que nos recuerda la estrecha vinculación de la jerarquía católica con la sublevación de Franco, a la que legitimó llamándola Cruzada. En el Patio de Santiago del cementerio de Granada, todavía podemos leer el siguiente azulejo: “Aquí yacen los caídos por Dios y por la Patria”, que también hace apología del golpe militar e incumplen la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía. El Ayuntamiento de Granada debería retirar dicho azulejo y eliminar algunos epitafios muy ofensivos, que hacen apología del fascismo y vulneran la ley. Por ejemplo:
“Por Dios y la Patria, después de ser perseguido por las hordas rojas, cayó víctima de los rigores de Sierra Nevada. En su corazón alentaba una esperanza de salvar a los suyos que sufrían bajo la tiranía marxista”.
“Que murió asesinado por los rojos, por sus cristianas creencias y recta conducta”.
“Voluntario de la cruzada de liberación nacional… cayó herido por Dios y por España”.
“Murió como cristiano y valiente, peleando contra los enemigos de Dios y de la Patria”.
Y éstas familias deberían saber que sus difuntos no perdieron la vida por Dios y por la Patria, sino por colaborar con la rebelión fascista contra la legalidad democrática de la República. Esperemos que la nueva ley de memoria histórica ponga fin a estos residuos de la dictadura franquista, que son impropios de una democracia.