Salgo de casa, noto el viento helado en la cara y entro al mercado. En el puesto de frutas de siempre, compro limones; automáticamente mi mente viaja a hace unas semanas y la tristeza me invade…un limón….
Vuelvo a casa, abro el frigorífico: champiñones, zanahorias, berenjenas, limones…un limón…
Quedo con amigos, un refresco con limón…un limón…
Pido comida para cenar…pollo al limón…un limón.
Limones, están en todas partes, tan presentes, tan alcanzables, tan poca cosa; pensaría una en cualquier momento…solo es un limón, no tiene importancia…
Unas semanas atrás, a pesar de la calidez del clima, el frío me helaba por dentro escuchando las historias de los perdidos en el mar, los cuerpos que nunca podrán ser lavados, amortajados, velados, llorados por sus familias. Esos cuerpos perdidos en la profundidad fría de la noche, del mar, tan cruel.
Imran, salió de su pueblo en Marruecos, un lugar con casas de adobe dedicado a la agricultura; buscaba estudiar y tal vez tener otra vida, una larga vida como el significado de su nombre.
Una noche sin luna, sobre la arena de las bellas playas de Dakhla, subió a una barcaza junto a otras veinte personas. Los días se suceden, ya no saben cuántos llevan en el mar; no hay gasolina, no hay agua ni comida. Hay muertos sobre la barca…Un hombre desesperado se arroja a las aguas oscuras; no sabe nadar…
Imran, recostado en su mejor amigo, agoniza bajo un sol abrasador. Su amigo intenta todavía que no pierda la esperanza, que piense en su futuro soñado; le repite los planes que trazaron juntos, le pregunta qué es lo que más desea en ese momento.
Imran, el de larga vida, contesta con su último aliento: un limón.
Imran descansa en el fondo del mar, lavado, velado y llorado hasta la extenuación por su mejor amigo, que llegó vivo a la costa soñada, aunque dejó una parte de su alma perdida en el mar.
Imran gozará de larga vida ; en el corazón de su amigo, de sus seres queridos y en el mío, que evoco su recuerdo cada vez que veo …un limón….
Autoría: Julia Moreno Sánchez. Especialista en movimientos migratorios.
Dedicado a cuantos pierden la vida y los sueños en el mar Dedicado, en especial, a la persona que hizo posible que ese niño de alma rota se sintiera tan arropado como para contarnos la historia de Imran y su deseo de saborear un limón.