Jamás he escrito un obituario en prensa y creo que poco tengo nada relevante que añadir. Tan solo me hace bien recordar cómo pasó todo. No es para ser leÃdo sino escrito.
Después de un verano de curro a destajo me dije, «dejo el Periodismo». Y como hacer Educación Social me parecÃa un pasote, dije, enga, el ciclo superior de AntropologÃa. Y se me cayeron los palos del sombrajo… ¡a septiembre yo! ¡segundas matrÃculas! Recuerdo cargar como una mula con tochacos de textos, apuntes sobre la reflexividad, el objeto de estudio, Pierre Bourdier, ecuaciones como de matemáticas de las reglas de filiación. Grandes nombres feministas de la academia, grandes doctos de despacho me dieron clase.
Y en una optativa, entró con su pelo revuelto hablando de Blas Infante, de Isidoro Moreno, de andalucismo, de presupuestos participativos de identidad, de folclore, de clases populares, de revolución del pueblo. Bastaron unos cafelitos para que ese señor de CV inabarcable -que siempre se olvidaba de actualizar, por cierto- me cautivara contándome de las Peñas de Cádiz, del Fletilla, de Paco Alba, de los cantes de los astilleros, de su admiradÃsimo Isidoro Moreno.
Yo que iba como el culo en la carrera, estuve una clase entera exponiendo el trabajo de su asignatura, «Carnaval de Cádiz Sociedad Ilimitada», de la profesionalización de los grupos y la economÃa de esa forma de arte. Acabó siendo un diálogo de a dos y allà la gente con sus temas académicamente sesudos resoplando.
Al final, acabé viendo que aquello tan abstracto no era lo mÃo y guardé los apuntes en el altillo.
Un dÃa volviendo de los tribus, por el paso de cebra de Roldán escucho, «cordobesa carnavalera».
«No puede ser, no me creo que dejaras AntropologÃa, si te encantaba el trabajo de campo, entrevistar, grabar…» me dijo. «Sà pero me topé con el marco teórico y la metodologÃa y preferÃa volver a la libreta y al boli». «Ven al despacho y charlamos», se despidió.
Y como habÃa acabado yo dolida por eso de no aprobar a la primera, pensé, mira no voy a defraudar a este hombre, no tengo yo esa capacidad analÃtica y de filosofar el mundo.
Peeero resulta que en la rdp de presentación del congreso de los Patios de Córdoba no me pude resistir. Ahà fui yo la que me acerqué, «justo ahora que estoy a tope». Pero echamos un cafelillo en Turismo. De ahà solo salió una entrevista.
Ante una propuesta literaria hace un par de años, lo consulté y me dijo. «Si si, yo te ayudo en lo que sea pero matricúlate en el máster de AntropologÃa».
«Que yo no sirvo pa eso, que soy más pragmática, la academia me aburre, no me enteraba de las clases, ¡solo saqué buena nota en tu asignatura!», le dije. Y me preguntó, «¿qué es lo que más te gusta del mundo?», y le dije «pues qué va a ser, Cádiz y su Carnaval». «Pues nada, chiquilla, ya tiene usted el tema del doctorado».
Tardé dos años en decidirme, pa que nos vamos a engañar, no tenÃa buenos recuerdos de los docentes y pensé que después del mástercito en RRII ya habÃa cerrado los libros para siempre.
En septiembre del año pasado lo llamé y le dije, «acabo de matricularme, pero tú me diriges la tesis sà o sû. Hablamos de la vida, de la suya, de la mÃa, de los mesecitos malasombra que llevábamos, de que el futuro no estaba negro, pero tampoco blanco, pero me acabó prometiendo que daba igual quién firmara el papelito que me acompañarÃa y me ayudarÃa en todo.
Pues me cago en la madre que parió al barquero, que solo pude tener una tutorÃa contigo. ¡Pero qué tutorÃa! Después de una noche de Falla, ese paseÃto por la Playa de la Victoria no lo cambio por nada del mundo.
Hoy Cádiz es menos Cádiz sin tu sabidurÃa y tu cariño. Los Patios de Córdoba te lloran. La participación ciudadana es menos democrática sin ti y el pueblo, ese pueblo andaluz que era tu musa, se ha quedado huérfano del académico que supo transmitir el lenguaje académico a modo de chascarrillo de vecinos y las vivencias de un corrillo de barrio en el más culto ensayo cientÃfico.
AutorÃa: Estrella Serna. Periodista.