Andalucía con el Sahara

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Durante este mes de abril se están ultimando los preparativos para recibir a las niñas y niños saharauis que llegarán a Andalucía a finales de junio en el marco del Programa Vacaciones en Paz.

Vacaciones en Paz es un programa de acogida en familias para que este colectivo de menores que durante todo el año vive en los campamentos de refugiados de Tinduf, en la terrible hammada argelina, en unas condiciones de vida extremadamente duras, pueda disfrutar de vacaciones, de momentos de ocio, de descanso, de una alimentación saludable, a la vez que reciben atención sanitaria. Los también llamados “embajadoras y embajadores de su tierra” se distribuirán por la geografía andaluza y permanecerán al menos dos meses entre nosotros.

En el año 2001, y a petición de la Asociación Provincial de Amistad con el Pueblo Saharaui de Sevilla, realicé una investigación junto a las antropólogas Isabel Aguilar y Sonia Gracia sobre la solidaridad andaluza con el pueblo saharui que se vehicula a través de las Asociaciones de Amistad con el Pueblo Saharaui (AAPS) y, especialmente, sobre aquella que se  expresa a través de este programa de acogida temporal. Vacaciones en Paz se consolida a principios de la década de los noventa, creciendo en importancia año tras año y, desde sus inicios, Andalucía destaca por el alto número de acogidas que concentra de modo que, en 1999, de los más de 9.000 niños y niñas que llegaron a España, casi 2.500 lo hicieron a Andalucía, esto es, más del 25% del total. La última gran crisis económica ha provocado un descenso considerable del número de acogidas en todo el Estado español y también en Andalucía, de modo que en 2017 el número total se había reducido a 4.158, de los cuales Andalucía acogió a 996. A los drásticos recortes en materia de subvenciones, hay que sumar las propias dificultades de las familias para sufragar los costes económicos que suponen los gastos del desplazamiento (tramitación de documentos en España y Argelia, visados, seguros, monitores (1 por cada 12 niños)), más el precio del vuelo chárter y los gastos en ropa, calzado y similar que las niñas y niños pudieran necesitar. Pese a todo, el porcentaje que representan las acogidas en Andalucía sobre el total del Estado español apenas ha variado, suponiendo ahora un 24% del total. Y no sólo eso. Junto al dato cuantitativo, tenemos que tener en cuenta los niveles de entrega hacia los menores en acogida temporal y, en consecuencia, los niveles de compromiso con la causa saharaui que desarrollan las familias andaluzas y, especial y de forma destacada, las mujeres, niveles que además resultan especialmente significativos si tenemos en cuenta que el perfil mayoritario de las personas implicadas responde a sectores socio-económicos medio-bajos o bajos con unos niveles primarios de instrucción.

Recuerdo cómo esa especial implicación de tantas familias y de tantas mujeres andaluzas era calificada en el contexto institucional y asociativo que rodea la cooperación con el Sahara como una solidaridad más emocional, más vehiculada por motivos afectivos, menos “política”, en definitiva, en una definición de lo político que lo restringe a una participación más institucionalizada, más ligada a valores e ideas con un carácter más abstracto y genérico, más racional, menos “tangible”. Esta conceptualización de lo político es restrictiva y, en el caso que nos ocupa, tiene un marcado carácter clasista, etnocéntrico y sexista, que nos conmina a reflexionar sobre desde dónde y cómo se define lo político.

Y es que, efectivamente, las familias de acogida dotan al movimiento asociativo andaluz de una fuerte base social. Existe un gran número de agrupaciones locales en muchos pueblos y ciudades que presentan un alto grado de dinamismo todo el año, realizando actividades marcada y explícitamente posicionadas con el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui. Son formas de participación política que se expresan articuladas con la singularidad cultural, de sexo-género, de clase y étnica, de los colectivos que las ejercen.

Esta investigación se publicó en un libro que se tituló como se titula hoy el presente artículo: “Andalucía con el Sahara”. ¿Por qué tiene sentido revisitar a día de hoy esta publicación? Primero, porque sigue vigente el conflicto en el Sahara Occidental. Sigue sin aplicarse la Resolución de Naciones Unidas que reconoce el derecho de autodeterminación de este pueblo, que sigue viviendo de la ayuda humanitaria en medio del desierto de Tindouf, constituyendo un caso histórico de descolonización inconclusa. Segundo, porque es necesario contrarrestar el “apagón informativo”, como lo denominaba recientemente la abogada y activista saharaui Lala el Miami, en torno a su causa. Y, tercero, porque en estos tiempos convulsos socialmente y difíciles políticamente, la solidaridad que se sigue ejerciendo desde Andalucía, expresada a través del Programa Vacaciones en Paz, y que protagonizan especialmente las mujeres, sigue proporcionándonos un foco de luz y esperanza en el camino hacia la construcción de sociedades más justas e igualitarias.