Andalucía invisible y sin voz

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¿Bajo qué condiciones de gubernamentalidad y de (falta de) autoconciencia se desaparece políticamente a una sociedad? Lo vimos en el pasado debate de investidura para Presidente del gobierno (julio/2019): durante horas de intervenciones abordando decenas de asuntos y lugares, en ningún momento nadie habló de Andalucía. Como si no existiera.

¿Bajo qué condiciones institucionales, culturales e ideológicas se ha naturalizado la invisibilización y negación política de Andalucía, no ya como sujeto con voz propia, sino incluso como paisaje social fracturado, desindustrializado y desvitalizado económicamente, el más inerme y minorizado, con los barrios y campos más heridos por desigualdades y pobrezas?

Esse est percipi (Berkeley), sólo se existe (psicológica y políticamente) si se es percibido. Y, no obstante, como demostró Freud, muchas veces, lo ausente, lo no-nombrado, lo inconsciente del discurso es lo que, desde el interior, mejor enuncia y revela al sujeto y a sus síntomas. Paradójicamente, la ausencia de Andalucía, su activa denegación política, a pesar de su, por décadas, gobernanza derechista, resulta ser tan reveladora de lo que es España como la omnipresencia penal y criminalizada de Cataluña. Andalucía como lo ausente más sintomático de lo que es España. La ausencia de Andalucía en la política española no tiene que ver con que nadie hable de Andalucía, sino con la inexistencia de una voz o de distintas voces políticas propias de Andalucía, ejercicio parlante que brote y termine en Andalucía reivindicándola sujeto político. Esa voz no existe (ser hablado por otro es la base para ser dominado y alienado).

Recientemente, el feminismo ha exhibido en distintas ocasiones el vigor de una fuerza política internacional de masas. Incluso cuando un sindicalismo de concertación y acuerdos ya no convoca huelgas generales, el movimiento feminista ha convocado huelgas generales. ¿Alguien puede pensar que esta energía y autoridad podrían haberse acumulado sin la construcción de un movimiento feminista como fuerza política autónoma, que habría sido posible a partir de la existencia como mero frente feminista y política sectorial de los partidos de izquierdas? Lo mismo puede afirmarse del movimiento histórico de los trabajadores, del ecologismo político, del movimiento por los derechos de las minorías sexuales o de los negros. Ninguna discriminación, ninguna relación de dominación, ninguna opresión específica se visibiliza y se combate subordinada y subalterna a una “problemática central”, como sucursal territorial o frente sectorial de una opresión o de una fuerza con un estatuto superior. Andalucía no puede subjetivarse políticamente, por tanto hacerse visible y emanciparse de sus opresiones y problemas estructurales específicos, siendo hablada desde y a través de Madrid (Madrid, no como lugar físico, sino político).

La izquierda del siglo XXI, desorientada y debilitada, debate sobre qué lógicas de resistencias han de prevalecer en un antagonismo radical con el neoliberalismo capitalista: resistencias frente a las injusticias de redistribución (lucha de clases, explotación) versus resistencias frente a las injusticias de reconocimiento (feminismo, identidades nacionales, sexuales, de raza, dominación cultural)[1]. Pero, en la complejidad del mundo contemporáneo, ambas lógicas no se presentan por separado. Por el contrario, vemos comúnmente anudadas las relaciones de dominación económicas y las culturales, las opresiones ligadas a la clase entretejidas con otras contenidas en las categorías de orientación sexual, nacionalidad, etnia o condición personal (como discapacidad o minoría de edad…). Este enfoque de interseccionalidad enriquece el análisis de las opresiones como resultado de la articulación multidimensional de distintos ejes de discriminación y dominación. En Andalucía los ejes de la injusticia están inextricablemente entrecruzados en una violencia histórica simbólica (y no simbólica) continuada: dominación de clase (élites extractivas y parasitarias, altas tasas de explotación de las clases populares) y dominación nacional y cultural (control político desde fuera, desposesión simbólica, enajenación cultural, identificación alienada con un Otro, España, que mantiene políticamente la subalternidad). Esta doble dominación es la que explica su anclaje estructural como sur político.

Por tanto, las condiciones estructurales de Andalucía, sus determinantes objetivos, su realidad material de dependencia, precariedad, desigualdades no son suficientes, por sí, para su visibilidad y problematización. La construcción política de Andalucía es un proceso histórico que requiere una articulación de sus condiciones y determinaciones objetivas con la conciencia política, con la existencia de una mirada política específica, propia, singular, endógena, interna. Desde fuera (un afuera político, no geográfico), Andalucía como objeto hablado se disipa políticamente y se refuerzan los mecanismos de su dominación. Andalucía sólo podrá levantarse fundiendo la Andalucía-en sí con la Andalucía-para sí, su realidad estructural con su subjetivación política. Parafraseando la visión de E.P. Thompson[2] sobre las clases sociales (la lucha de clases precede a las clases, “la clase y la conciencia de clase son siempre las últimas, no las primeras fases del proceso real histórico”), un movimiento político autónomo, independiente precede a la construcción política de una Andalucía consciente de sí misma, desidentificada de los imaginarios a los que ha sido condenada, emancipada política, cultural y económicamente… Andalucía está al final del proceso de su lucha y de su construcción política, no en su inicio.

España como estado-nación es un proyecto intrínsecamente de derechas. Si no había suficiente experiencia histórica, la reciente reactivación del nacionalismo español para legitimar la represión del proceso soberanista catalán ha recuperado las reminiscencias y las esencias sobre los contornos militaristas, excluyentes, represivos y de extrema-derecha del nacionalismo español. España, o es de derechas y contra los demás que la componen, o no puede ser. Y en este armazón histórico-político que es España, Andalucía seguirá silenciada políticamente, dominada culturalmente y explotada económicamente mientras carezca de fuerzas – movimientos políticos propios, no tutelados, no mediados, no subordinados, no falazmente federalizados, sino como posibilidad autodirigida hacia un horizonte emancipatorio específico y antagonista de aquellas relaciones de dominación y de poder (capitalistas y españolistas) que la mantienen postrada, inerme y silenciada. Pensar orgánica y políticamente Andalucía como área temática, como frente sectorial, como delegación o sucursal de un proyecto centralizado, “coordinado” o residenciado en Madrid ya se ha demostrado incapaz de confrontar la sumisión, el control de las élites (porque es incapaz de entender y explicar los mecanismos de subordinación y expolio) y, sobre todo, el ocultamiento de Andalucía. Las derechas políticas en Andalucía (PP, C,s, Vox, PSOE) son encarnizadamente españolistas. Una voz política propia de Andalucía es la condición de posibilidad de una política de izquierdas en Andalucía, no al revés. Un movimiento político nacional, un pensar radical y orgánicamente a Andalucía desde Andalucía, en su especificidad como formación histórica y cultural, no puede ser nunca interclasista, sino antioligárquico y de izquierdas. Cualquier apertura cultural y organizativa para un proyecto de construcción política autocentrado, comunitario, democrático, feminista, ecológico y de dignidad para los andaluces que están por nacer ha de tener como estación de partida armar una fuerza/movimiento con sus raíces, su tronco y sus ramajes en Andalucía, sin tutelas.

[1]     Nancy Fraser. ¿De la redistribución al reconocimiento? Dilemas de la justicia “postsocialista”. 1995. New Left Review. https://newleftreview.org/issues/I212/articles/nancy-fraser-from-redistribution-to-recognition-dilemmas-of-justice-in-a-post-socialist-age

[2]     Thompson, E.P., La formación de la clase obrera en Inglaterra (2 vols.) Barcelona, Crítica, 1989