Andalucía, Izquierda y nudos borromeos

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«nudo borromeo… cadena de tres, tal que al desatar

uno de los anillos de esta cadena

los otros dos se deshacen”

J. Lacan

 

 

El nudo borromeo es una estructura topológica conformada por tres aros enlazados en un tipo de intersección que permite, al separar uno cualquiera de los tres, liberar a los otros dos. El nombre procede de la familia noble italiana apellidada Borromi, que adoptó los tres círculos unidos en un nudo como emblema heráldico. El psicoanalista francés Jacques Lacan hizo uso conceptualmente de la topología de los nudos borromeos para matemizar sus aportaciones sobre lo real, lo imaginario y lo simbólico en el sujeto del inconsciente.

Utilizaré la figura del nudo borromeo para pensar el modo en que tres “anillos” del campo progresista andaluz, mimetizado con la izquierda española, mantienen un tipo de intersección interdependiente que conduce a la topología política actual de la impotencia, la insustancialidad y la gran debilidad cultural. Comentaré los tres anillos de esta política: la disociación/contraposición entre los derechos económicos y los derechos democráticos, la psicología “de progreso” y la relación con el estatuto político de Andalucía. Probablemente, desenlazar coherentemente a cualquiera de los anillos desanudaría necesaria y lógicamente a los otros dos también.

El anillo de la relación disociada entre los derechos económicos y los derechos democráticos

El acceso a la gubernamentalidad se plantea, según el progresismo realmente existente, como el verdadero horizonte político que define la madurez y la responsabilidad de una izquierda. Instalarse cogobernando en el ámbito municipal, autonómico o estatal, incluso en posiciones de irrelevancia institucional, se justifica habitualmente mediante una retórica triunfalista y “de progreso” que contrasta ridículamente con las competencias, los objetivos y los programas efectivamente realizados. Sin aparente contradicción, de un lado se dice que se despliegan las mejores políticas sociales y de izquierda posibles, mientras que, de otro lado, pero en el mismo gesto discursivo, un hiper-realismo institucional autolegitima la presencia subordinada bajo el argumento de que uno no siempre hace lo que quiere, porque está constreñido por la correlación de fuerzas, pero, al menos, se evita que estén ocupando esos sillones las derechas.

La presencia minorizada de la llamada izquierda, andaluza o española, en “gobiernos de progreso” es consentida exigiendo una alta desideologización. La operación consiste en desacoplar la gobernanza (administración y soluciones prácticas) de la política y reduciendo las inflexiones progresistas a la parte compasiva del programa neoliberal. La intensa renuncia a proponer transformaciones estructurales y a sostener una mirada integral abarcadora de aspectos económicos, pero también democráticos y políticos, obliga a una gubernamentalidad esquizoide (que además exhibe sin pudor ese tufo de racismo intelectual expresado con frases como “a la gente lo que le interesa son las cosas de comer”, la filosofía, la sociología, la política son para los poseedores de capital cultural, no para los obreros). Es decir, la presencia subalterna en lo institucional se implementa a partir de la disociación entre lógicas de distribución (las de llenar la barriga) y lógicas de reconocimiento (soberanía política, por ejemplo), en terminología de Nancy Fraser, a través de la escisión entre políticas económicas y políticas democráticas. Esta intensa disipación y vaciamiento ideológicos requieren entonces la inflación retórica sobre el calado izquierdista de medidas, como la del Ingreso Mínimo Vital (avalada por el FMI y votada hasta por el PP), que, aunque sin ser subestimada, tienen, al parecer como obligada contrapartida, el que desde la acción gubernamental española (en su día andaluza) se mantenga un silencio vergonzoso e inmoral en materia de diplomacia internacional (relación neocolonial con Venezuela, connivencia con la ocupación y el apartheid de Israel, sumisión al diktat guerrerista norteamericano), de política militar (comercio de armas, misiones “humanitarias” da la OTAN, bases militares extranjeras en Andalucía), de política europea (subordinación a la arquitectura neoliberal y antidemocrática de la UE), de política antirrepresiva y democrática (presos políticos catalanes, derecho a decidir, democratización del ejército y de la justicia) e, incluso, de política macroeconómica (135, techo de gasto, banca pública, financiamiento de las grandes empresas). Contraponer derechos sociales y económicos a derechos democráticos y políticos, como el derecho a decidir o la defensa de una diplomacia no militarista y respetuosa con los derechos humanos, es una banalidad reciente del progresismo español. Habida cuenta de esta intensa desideologización, amputación de principios y estúpida “economización”, lo extraño es cómo las ultraderechas españolas y, particularmente, la andaluza, no tienen aún más hegemonía cultural y social de la que ya han alcanzado.

El anillo de la psicología “de progreso”

Es clásica la imantación que ejerce el PSOE en la izquierda andaluza (reflejo en una psicología periférica del magnetismo que ejerce sobre la izquierda española, que se pasa la vida revoloteando siempre en su derredor, hasta, como dice el poema de Ibn Hazm, “caer en él, como la mariposa en la luz”). Louis Althusser, en los recuerdos autobiográficos de su libro El porvenir es largo, comentaba rememorando su experiencia en un campo de prisioneros: “en el fondo el problema de todos los problemas filosóficos (y políticos y militares)… es saber cómo salir de un círculo permaneciendo en él”1, probablemente porque el pensador francés disfrutaba imaginando escapar, pero también creería que carecía del suficiente valor para llevar a cabo lo planeado.

Pretender salir de un círculo, permaneciendo en él… así ha sido y es postularse históricamente como izquierda transformadora, proponiendo como horizonte estratégico impugnar las bases políticas y económicas del régimen de dominación sobre las grandes mayorías (monarquía, armazón neoliberal de la UE, OTAN, penetración de la política por las grandes empresas, protección de las cloacas del estado, fiscalidad regresiva…) para, en definitiva, prometer su realización subalternamente y de la mano de un aparato político que ha sido una de las herramientas esenciales de las élites para armar y defender esa arquitectura jurídica y política… pretender salir de un círculo, permaneciendo en él. Una impostura, por usar un término que gustaba a Althusser, y una estupidez conducente siempre a cíclicos autodesguaces.

Se trata de un síntoma de “furor sanandis”: sostener la ilusión de que es posible la recuperación izquierdista del PSOE a partir del restablecimiento de su supuesta y escondida verdadera naturaleza. Es una operación externa (que la llamada izquierda realiza gratis) de desplazamiento del lugar político que realmente ocupa (como partido neoliberal y del régimen) hasta la promesa de liberación de su auténtico ser (como partido de izquierdas), un tipo de iluso esencialismo adherido a la autoetiqueta (si dices que eres socialista, así te considero, aunque hagas políticas antisociales). En el caso del partido de Felipe González esta esencia habría sido enjaulada y constreñida por los poderes económicos y del estado profundo que, operando como deus ex machina, lo han mantenido poseído y tomado como rehén…

Postularse como aide de camp del PSOE andaluz para “frenar a la derecha” es el eterno retorno de una operación de (auto)miniaturización, consolación en la irrelevancia política, frivolidad moral y desmemoria histórica. Escapar de un círculo (la humillación, el atraso, el desempleo y la desigualdad como señas de identidad de la realidad andaluza), permaneciendo en él (asistiendo a quien ha afianzado este destino como nuevos señoritos andaluces).2

El anillo de Andalucía

Andalucía ha cristalizado como «zona de sacrificio» de España y la UE. Su fondear estructural como periferia y sur político no ha promovido ninguna reflexión estratégica en la izquierda andaluza, amodorrada en una mirada “territorial”, culturalista y basada en consignas y tics vacíos de contenido político real (república federal y solidaria, etc.). Pero el abordaje de la desigualdad y de la equidad en el estado español no es posible sin afrontar la dimensión de la soberanía política asociado a la cuestión nacional (no al llamado debate “territorial”), así como la del desarrollo desigual y combinado del capitalismo español, recrudecido bajo la lógica de la arquitectura neoliberal de la Unión Europea.

La izquierda andaluza mira clásicamente a Andalucía como un punto cardinal desfavorecido y como una geografía ubicada en coordenadas y latitud inferior en el mapa de España. Por eso, se autocontempla igualmente como la sección meridional de la izquierda española. La asimetría desfavorable de Andalucía no es un estadio atrasado en el camino hacia el desarrollo, sino un mecanismo de consolidación del modelo español norte-sur, un encorsetamiento en un “equilibrio” regresivo y estancado, como lo describió Samir Amin. Esta es la verdadera “morada oculta” del suelo pegajoso andaluz y de todas las modalidades de desposesión que padece. La igualdad abstracta que se reclama desde el constitucionalismo español bajo la denominación de “conflicto territorial” tiene como finalidad, por tanto, el no-nombrar la ausencia de soberanía política en favor de un poder nacionalista español, así como el ocultamiento de los mecanismos de polarización centro-periferia y de desposesión política norte-sur. Parafraseando también a Althusser, el problema de la izquierda con Andalucía no es que no ve lo que no ve, sino que ve lo que ve.

En Andalucía los ejes de la injusticia están inextricablemente entrecruzados en una violencia histórica simbólica (y no simbólica) continuada: dominación de clase (élites extractivas y parasitarias, altas tasas de explotación de las clases populares) y dominación nacional y cultural (control político desde fuera, desposesión simbólica, enajenación cultural, identificación alienada con un Otro, España, que mantiene políticamente la subalternidad). Por tanto, una visión de Andalucía como sujeto político y que necesita una voz emancipatoria propia es la condición de posibilidad de una política de izquierdas en Andalucía, no al revés. Y para ello no hace falta ser independentista.

Concluiré así: la lógica de los nudos borromeos es el modo en que los distintos registros (anillos) se sostienen mutuamente. En la topología política de una izquierda andaluza posible y reconstruida más allá del actual “eclipse estratégico”, los tres órdenes de perspectivas descritos, disociación economicista, psicología de subalternidad, andalucismo como geografía, necesitan ser desanudados para ser rebasados. De lo contrario, en el interior de esta neblina borromeica, la política democrática, antineoliberal y contra-hegemónica no puede sino disiparse, “avanzar” sin ton ni son, dividirse regularmente con disputa incluida por la marca electoral, replicarse como un objeto fractal y asegurar, en definitiva, como ha venido ocurriendo en las últimas 4 décadas, la impotencia contra la hegemonía de las políticas de derecha hasta, al menos, el final de este siglo.

1L- Althusser. “El porvenir es largo”. Ediciones Destino, 1992

2 “La identidad andaluza es la desigualdad”: una recesión del último libro de Carlos Arenas

http://www.andalucesdiario.es/economia/la-identidad-andaluza-es-la-desigualdad/