Aro, joé, andalú

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Moreno Galván

El nacionalismo andaluz se desvanece cada vez que se dan a conocer unos resultados electorales. Sin embargo, ahí están los andaluces, con su falta de espíritu práctico, con su incapacidad para valorarse, con su alegría, con su hospitalidad, con su ingenio, con su encanto, con sus sueldos de mierda, con su desinterés por las cosas materiales, con su solidaridad, su complejidad, su dobleces, su sumisión, su despreocupación, con sus zetas y sus eses silbantes y sus cadencias tan especiales… Ahí están los andaluces, con su vergüenza de ser andaluces y su orgullo de serlo, con su propensión a autorepresentarse, a ser mimos de sí mismos, con su narcicismo, con su flojera, con su arrogancia y su apatía, con su egolatría, con su incultura y su sabiduría instintiva, con su culto a los héroes y su indisposición general a la heroicidad, con su amor a la tierra y su pasotismo absoluto frente a los que la destrozan, con su irresponsabilidad, con su indolencia, con su defensa de lo autóctono y su apropiación novelera de lo extranjero, con su tolerancia y su localismo más cerval, con su comicidad capaz de reírse de su propia sombra. Los andaluces, los prodigiosos andaluces… insignificantes, geniales, vulgares, rarísimos, individualistas, universales. De los andaluces se ha dicho todo y no se ha dicho nada: superficiales, hondos, intrascendentes, deslumbrantes, frívolos, desgarrados… y no solo los foráneos son víctimas de este espejismo.

Todas estas contradicciones, ¿no serán un modo de resistencia, una forma de ser en el mundo y de estar en él? Desde luego que sí… Qué tienen que envidiarle los andaluces a los fríos nórdicos, a los chinos matándose a currar, a la aséptica centroeuropa, donde la gente vive para trabajar en un trabajo que da lo justo parar vivir una vida que no tiene más sentido que trabajar para sobrevivir y volver al trabajo… Frente a la sordidez del mundo, tal vez sea que los desconcertantes andaluces aún intentan, en el siglo de las pasiones tristes, hacer lo imposible, que cada día la vida sea una fiesta, no ni ná.