Ataques policiales y culturales

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Un policía local asiste impasible a los actos vandálicos de sus compañeros.

El viernes pasado, manifestantes de la Policía Local lanzaron botes de humo contra el Ayuntamiento de Cádiz durante la celebración del Pleno. Ocurre la misma semana en la que se ha retirado la placa de Pemán y se ha cambiado el nombre del estadio para cumplir la Ley de Memoria Democrática.

Hace apenas una semana, en la movilización de Airbus, la Policía nos detuvo cuando llegábamos a la planta, nos registraron las maletas y comprobaron hasta que lo que llevábamos en las botellas era agua. Una rutina habitual. El viernes, en cambio, se concentraron en la puerta del Ayuntamiento con botes de humo. Nadie fiscalizó. Hasta para manifestarse siempre hubo clases.

Pero que nadie se engañe. El ataque al Ayuntamiento, porque fue un ataque no una concentración, es sólo el desenlace de una escalada de violencia, impunidad y ofensiva que lleva legitimando la derecha, el PP, sectores de la prensa y, en general, el casposismo más rancio de la ciudad desde hace un tiempo.

Sin ir más lejos, días atrás, Juancho Ortiz y su séquito se postraron en la puerta de comisaría para lanzar insultos al alcalde y al equipo de Gobierno y respaldar unas demandas policiales que no tienen ni pies ni cabeza. Exigencias que se basan en blindar privilegios -aún más-, ganar más dinero por el mismo trabajo -aún más- pese a que existen plantillas más precarizadas y echar gasolina a un conflicto que se da en otras ciudades ante un cuerpo que, en algunos lugares, se ha vuelto un lobby de presión para los consistorios y la ciudadanía.

Recuerdo que a las limpiadoras municipales por reivindicar un sueldo digno con sus manos y sus gargantas, el mismo PP les metió tres días de arresto domiciliario. Ahora, con varias personas atendidas por inhalación de humo y daños en el patrimonio, se limitan a “lamentar lo sucedido en San Juan de Dios”. Una actitud mezquina y cobarde que no se puede ni se debe blanquear.

Pero es que esta misma semana se han hecho campañas contra la Memoria Democrática y se ha silenciado que en la plaza de Asdrúbal han vuelto a destrozar el monolito que recuerda a los represaliados del Golpe de Estado. Y hasta los rancios del Ateneo, que al menos por fin han conseguido hacerse notar un poco, han ido a llevar flores en homenaje a un personaje que escribió a favor de “las purgas, la limpieza y la depuración” de quienes defendieron el régimen democrático. Por eso, por esa defensa a ultranza de las matanzas, entre otros motivos, se colocó una placa en recuerdo del “excelso cantor de la raza hispana”. Y eso, miren ustedes, no merece ningún homenaje. Quien quiera leer la pésima obra de Pemán que acuda a la biblioteca o se compre los libros.

Lo mismo con Carranza. Que sí, que el procedimiento ha sido errático, que sí, que la votación era muy mejorable, que sí, lo que quieran, pero no disfracemos ni nos amparemos en esos argumentos o en otros tan frívolos como “Carranza es una marca registrada” o “cómo cantamos ahora el pasodoble de Manolo Santander” para justificar que un fascista, un asesino y el chivato de Queipo de Llano siga llevando el título del estadio municipal. Porque no está en juego un nombre, sino la memoria de quienes siguen enterrados en las cunetas y en la fosa común del cementerio de San José.

Decía Dante Alighieri que “los confines más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen la neutralidad en tiempos de crisis moral”. Y eso se lo pueden aplicar los de las críticas destructivas que en este contexto eligen el silencio cómplice o el pronunciamiento edulcorado por inquinas, obsesiones personales u otras razones más frugales.

Cómo ha escrito Karim de la FRAC: Esto va de quienes quieren un Cádiz más amable e inclusivo(con sus errores, su lentitud y hasta su torpeza) y de quienes quieren un Cádiz de privilegios para unos pocos a costa de unos muchos. Esto va de eso y lleva mucho tiempo alimentándose. Hay que estar muy seguro y sentirse muy respaldado para atacar el Pleno municipal a plena luz del día en mitad de una plaza. Disfrazando en la mayoría de los casos cuestiones ideológicas de reivindicaciones laborales. Y quien elija la neutralidad en este tiempo de crisis moral, también se está posicionando.