En la primera parte de este análisis del discurso mediático sobre los comportamientos recientes de la derecha política, así como sus consecuencias entre las reacciones de la población, nos quedamos en la particular relación que mantiene el partido ultranacionalista Vox con parte de sus seguidores, la cual da, justamente, para una profunda reflexión sobre el concepto de contradicción y su aplicación práctica.
Pienso en esos obreros que dicen verse reflejados en dicho partido o en el Partido Popular, a pesar de quedar retratadas ambas formaciones en noviembre al apoyar la respuesta policial/militar que sufrieron las protestas de los trabajadores del metal en Cádiz, y a pesar de sus oposiciones o abstenciones a la derogación del artículo que permitía el despido por enfermedad, a la revalorización de las pensiones, a la subida del ingreso mínimo vital o del salario mínimo interprofesional (lo cual se vio obligado a matizar Abascal más adelante) o al aumento de la responsabilidad fiscal e impositiva para las grandes empresas y fortunas, entre otras medidas. Pienso en los trabajadores del campo y de zonas rurales (quienes se fajan en la mediana y pequeña ganadería, pesca y agricultura; no los terratenientes ni los que explotan macrogranjas) que dicen ver sus intereses representados por Vox o PP, a pesar de la oposición de estos a proposiciones que han buscado modernizar y proteger el sector primario, como la ley que impide vender a pérdidas en el campo. Y pienso en aquellas familias humildes y de rentas medias que apoyan a estos partidos sin percibir lo mucho que los modelos privatizadores defendidos por sus diputados afectan al hecho de ir a un centro de salud o a un hospital, o de llevar a sus hijos a un colegio o instituto público.
Claro que, resultaría más fácil para esas gentes percibir tal correlación de realidades si les (nos) fuese honestamente transmitida desde los medios de comunicación, los cuales tienen la obligación deontológica de fiscalizar el poder, y no de vigilar las voluntades y necesidades del pueblo para amasar el trabajo a las élites (Chomsky y su explicación sobre aquellos periodistas que no son conscientes de que ejercen la profesión en consonancia con esa censura tan propia de los Estados). Por lo pronto, leer obras como Instrucciones para convertirse en fascista (Michela Murgia, editorial Seix Barral, 2019) ayuda a visionar la cuestión, sobre todo porque, desde un enfoque divulgativo, ejemplifica lo que estos comportamientos provocan en la mentalidad de los ciudadanos.
ASUNTO DESAHUCIOS. Ante la indignación ciudadana generada hace una década debido a la situación sufrida por miles de familias tras la crisis inmobiliaria-económica, la respuesta fue la desmesurada estrategia que desde entonces vivimos: los desahucios, ‘de repente’, han desaparecido; las plataformas anti-desahucios, ‘de repente’, parece que ya no existen; pero el bombardeo tanto de publicidad de alarmas de seguridad como de noticias de supuestas okupaciones es diario (el bombardeo de creación del miedo). Así es como, en medio de una insondable impunidad jurídico-policial, respiran y salen ganando las entidades bancarias, los políticos implicados, los grandes tenedores de vivienda, los fondos buitre y los de inversión -muchos de los cuales comparten accionariado con medios de gran audiencia-, mientras los desahucios son y siguen siendo silenciados.
ASUNTO PATRIOTISMO (término que gana minutos en el debate público a medida que crece la polarización social). El último título obtenido por el tenista Rafael Nadal podría servirnos para analizar la forma casposa y cansina en que muchos medios ensalzaron el sentimiento patrio (ay, esos reportajes mostrando reconocimientos y saludos enviados al balear por parte de -ojo- militares, famosos ricos, miembros de la Casa Real…, vamos, lo mejorcito de los hogares españoles). Pero el drama humano desatado en las últimas semanas en Ucrania supone un ejemplo aún mejor de cómo cualquier situación, ya sea trivial o de lo más relevante, es aprovechada por algunos para trasladar a la opinión pública quiénes son buenos patriotas y quiénes van en contra de su propio país…
Así, estos días asistimos a solidarias reacciones por parte de vecinos, organizaciones o instituciones varias que se movilizan para ayudar a refugiados ucranianos que huyen de la agresión militar perpetrada por el gobierno ruso. De manera que, aquellos individuos y grupos que, además, apoyan el envío de armas por parte del gobierno español a la población ucraniana que allí combate contra un ejército profesional, son vitoreados como buenos patriotas. Ahora bien, quienes se oponen a la guerra, instan a intensificar la diplomacia para parar el horror de las bombas, avisan de la tragedia (que no “heroísmo”) que supone armar a población civil, explican los peligros que desde hace años conllevan las actitudes bélicas entre dirigentes ultraderechistas, denuncian el permanente avance armamentístico de la OTAN, reprochan a Estados Unidos su responsabilidad en este asunto, llaman encarecidamente a detener la incomprensible moda de infundir deseos militaristas entre la población, o instan a que a partir de ahora seamos capaces de mostrar estas mismas olas de solidaridad para ayudar a los refugiados de tantos otros lugares que nos necesitan (como quienes llegan a Andalucía atravesando el Mediterráneo) y para ayudar a visibilizar las crueldades sufridas por los ciudadanos/as de Sáhara Occidental, Congo, Colombia, la región del Donbáss, Yemen, Siria, ¡o Palestina!, entre otros, somos llamados “peligrosos” e “ilusos antipatriotas”, ¡sí, por gritar ‘no a las guerras’ y llamar a reflexionar sobre la hipocresía que vemos en estas fechas!
ASUNTO SANIDAD PÚBLICA. Tras semanas enteras saliendo a los balcones para aplaudir el esfuerzo de los sanitarios durante los meses más duros de la pandemia, ahora ignoramos las reivindicaciones de esos mismos profesionales, que denuncian la dejación en que está sumido el sistema sanitario público. ¿Por qué? ¿Qué enlaces empresariales entre grupos de sanidad privada y otros de comunicación no nos son mostrados? ¿Por qué casi ningún mass media se hace eco de las críticas que médicos/as y enfermeros/as de Madrid dirigen al gobierno de la CAM por su inacción en los hospitales y centros de salud? ¿Quiénes insisten, dos años después, en que un tal coletas “dejó que murieran cientos de ancianos en las residencias”, cuando hace ya varios meses que las investigaciones oficiales demostraron quiénes gestionaban los centros?
Entonces, ¿es que no hay medios que muestren un mayor compromiso con el respeto a las fuentes contrastadas y con vocación de servicio público? Sí, digitales en su mayoría, pero los hay: La voz del sur, Público, La Marea, InfoLibre, Ctxt.es, Eldiario.es, Carne Cruda, La 2 de TVE, Maldita.es, La Cafetera (Radiocable), Kaosenlared, El Salto, Sinpermiso.info, radios comunitarias, etc., además de muchos otros ejemplos individuales de profesionales. He ahí otras formas de entender el periodismo, más próximas a la independencia del oficio. He ahí más herramientas para mantenernos bien informados.
Y, a todo esto, ¿QUÉ HAY DE ANDALUCÍA? Tampoco aquí estamos exentos de contradicciones, las cuales, en cualquier caso, son blanqueadas mediáticamente y, por lo tanto, bien asimiladas entre la ciudadanía. Por ejemplo, el PP festejó sin dilación alguna a finales de enero los datos de la última EPA de 2021, ensalzando la figura de Juan Manuel Moreno al frente de la Junta. Poco después, supimos que Andalucía lideró la subida del DESEMPLEO ese mismo mes, y se hizo el silencio…
Marea Verde lleva mucho tiempo denunciando los pasos de la Consejería de Educación (en manos de Ciudadanos) en su apuesta por abrir universidades privadas, avisando tanto de los escasos estándares de calidad que esos modelos proponen, como, sobre todo, del recorte de recursos que todo ello conlleva para la enseñanza pública. Neoliberalismo puro y duro. Sin embargo, la mayoría de los medios de comunicación del sur (y los de no tan del sur) hacen caso omiso a las iniciativas de las plataformas que piden centrar los esfuerzos institucionales en la ESCUELA PÚBLICA PARA TODOS.
‘Medios de comunicación del sur’… ¿Se han dado cuenta ustedes del escasísimo minutaje dedicado por los informativos de la radio-televisión pública (por no hablar de los medios privados) a las formaciones políticas de izquierdas? ¿Es que estas no existen? ¿No se parece esa práctica a algo así como un cordón sanitario-mediático?…
Y, para terminar, un caso paradigmático: el de MACARENA OLONA, presumible candidata de Vox en las inminentes elecciones al gobierno andaluz. La diputada, que cada vez que puede hace gala de la orgullosa actitud de chulería y despotismo que la caracteriza a base de faltas de respeto contra quienes considera ‘enemigos’ (de ella o “de la patria”), aprovecha la infinita alfombra que le tienden los medios para, de forma machacona, repetir una serie de ejes de actuación que, a su parecer, requiere nuestra región. Fijémonos en dos: religión (ultracatólica, por si quedan dudas) y migración.
Sobre el primero, Olona manifestó en una entrevista de diciembre de 2021 que “nosotros en el Congreso de los Diputados nos hemos preocupado mucho por las hermandades durante la pandemia” (¿¿??) “Vox tiene un respeto profundo por las tradiciones. En Huelva, antes de pisar el campo, me encomiendo a la Virgen del Rocío. Soy devota de la Macarena mucho antes de llegar a la política, me he encomendado a ella, me he postrado y le he entregado mis lágrimas y mi esfuerzo cada vez que, por ejemplo, suspendía un examen de la oposición. Ahora le encomiendo todo mi esfuerzo y mi labor para que me guíe e inspire”. No es estúpida. Todo lo contrario. Sabe que semejantes declaraciones sumarán miles de votos a su favor. Porque, queramos o no, este tipo de declaraciones sigue convenciendo a mucha gente en nuestra tierra, en pleno siglo XXI…
Y sobre el segundo eje apuntado, vamos por partes. Suele repetir: “¿Mi vinculación con Andalucía? Soy Macarena de Granada, con eso está todo dicho”. (¿No será que, salvo eso, no hay mucho más que pueda decir?). Quede claro que ser alicantina en nada impide que pueda presidir la Junta (¡quién mantendría tan pobre argumento!), pero ese dato destila hipocresía y mala baba si recordamos otro que la propia Olona y su partido aprovechan cada vez que pueden para, cual Don Pelayos y Cides del presente, mostrar los colmillos ante todo lo que suena a África, a Islam o a población árabe: dice no admitir “el racismo que vierten sobre mí quienes piensan que no debería de presentarme a las elecciones por no haber nacido en Andalucía”, al tiempo que su partido no para de exigir que se nieguen derechos a ciudadanos inmigrantes que aún no han podido regularizar su situación en España, e incluso difundir bulos de todo tipo contra quienes, aun en situación legal, son de procedencias que tanto les obsesionan, por ejemplo la magrebí.
¿De verdad cuesta tanto ver el auge de actitudes xenófobas y racistas en las calles, al calor de argumentos como los que esta y otras formaciones secundan? ¿Cómo pueden ciertos ‘periodistas’ llamar menas a unos chavales, aun conociendo la connotación del término? ¿Cómo pueden desempeñar su profesión sin atajar las provocaciones islamofóbicas, o sin explicar el porqué de los ataques a nuestro legado andalusí, o sin denunciar los discursos que animan a levantar vallas y concertinas en las fronteras? ¿Dónde quedan los Derechos Humanos? ¿Son conscientes esos periodistas (y medios de comunicación) del tipo de valores que están inoculando entre la población?
Atravesamos días marcados por estrategias que generan miedos y avivan odios, siendo ambos insertados en las clases populares. Y si el análisis de ese hecho no se aborda desde abajo, estando en contacto con la gente, a pie de calle y de barrio y de asamblea, en lugar de desde las tribunas y torres de marfil, entonces las teorías seguirán divagando mientras otras voces continuarán conquistando terreno y llegando especialmente a la gente joven. <<¡Pues que esas voces sean objeto de un cordón sanitario (democrático, debiéramos decir), como han hecho incluso los partidos conservadores de Francia o Alemania o los medios de comunicación en países como Grecia!>>, pedirán algunos. No seamos ilusos: en España estamos lejos de presenciar a las fuerzas de derecha constitucional y a los medios de comunicación tomando medidas conjuntas similares contra la ultraderecha. (¿Cómo pensar en esto último si, en los últimos meses, ni siquiera ha habido una condena unánime del gremio a las prácticas de acoso que OKDiario y algunos de sus redactores han proferido contra la familia de la ministra de Igualdad, Irene Montero?).
Llegados a este punto, digamos alto y claro que, sería altamente improbable estar planteando estos debates (y muchos otros, propios del pretérito, como los que tristemente están en el foco en Castilla y León, donde se plantean derogar las leyes de Memoria Histórica y las de la lucha contra la violencia machista) si en España no sucediese lo que lleva sucediendo durante los últimos cuarenta años: cuando desde la educación Primaria o Secundaria no se explica bien qué es la democracia, qué es el fascismo, por qué hubo en este país una reciente dictadura que duró cuatro décadas, quiénes reventaron en los años 30 lo que el pueblo ratificó en las urnas, quiénes lucha(ro)n por las libertades individuales y colectivas, qué son los Derechos Humanos y tantas otras cuestiones, la consecuencia es la que hoy sufrimos, es decir, el resurgimiento de los herederos del nido del aguilucho.
En definitiva, son muchas las contradicciones que se acumulan en las últimos meses. Pero las contradicciones tienen un porqué. Los discursos tienen un porqué. Los gestos, las frases, los comportamientos tienen un porqué. Los contenidos y los temas que escogen los medios, y la forma de abordarlos, tienen un porqué. Lo que la gente repite o reproduce en las calles tiene un porqué. Y preguntarnos a qué se deben todos esos porqués resulta complejo, sin duda, pero nos puede ayudar a comprender las claves cotidianas que explican el comportamiento de las sociedades. Urge detenerse, dedicar tiempo a reflexionar y, con ello, actuar. Seguramente, de ese modo observaríamos la realidad social con mayor claridad, y entonces resultaría mucho más difícil que la incongruencia, la incoherencia o la mala leche penetrasen entre nuestras voluntades.
Autoría: Juan Diego Vidal Gallardo. Periodista y escritor moronense. Mirada siempre atenta a la(s) cultura(s), las causas sociales, la diversidad, la igualdad o el colectivismo.