“No habrá salud sin una completa o ilimitada democracia (Virchow, 1848).”
Vivimos en sociedades profundamente desiguales. Cada día más el neoliberalismo y las políticas de austeridad atraviesan nuestros cuerpos, los vapulean y los transforman. En las pantallas de los ordenadores de nuestros sistemas sanitarios aparecen como motivos de consulta dolores de espalda, estrés, enfermedades cardiovasculares… reflejados como problemas de salud y no como consecuencias. ¿Pero y si eso no fuese nada más que el espejo en el que mirar un sistema enfermo? ¿Y si sólo fueran las consecuencias individuales de una sociedad productivista donde el crecimiento se mide en PIB y no en indicadores de bienestar, o porqué no, de salud?
El modelo de sociedad de consumo y una medicina hipertecnificada e individualizada ha reducido el control de nuestra salud a los sistemas sanitarios. Trabajadoras que limpian habitaciones durante 12 horas por un sueldo de miseria, acuden al sistema sanitario para paliar los síntomas del capitalismo. Los gobiernos reducen “salud” a “sanidad” y con ello esconden las consecuencias de las políticas públicas en la salud de las poblaciones. Mientras organismos internacionales como la OMS editan grandes lemas como “salud para todos” o “salud en todas las políticas” que quedan reducidos a palabras vacías con nula implementación en las políticas mundiales.
En la realidad de los territorios, la tan proclamada libertad en la elección de los hábitos de vida se desmonta ante unas condiciones de vida que marcan inexorablemente nuestros comportamientos y capacidades. Estudios recientes documentan que el hábito tabáquico disminuye cada vez más en clases altas y que son las personas pobres y con un bajo nivel de instrucción las que más fuman. Lo mismo ocurre con otros factores de riesgo como la dieta, o con la salud mental o incluso las llamadas enfermedades transmisibles[1]Según M. Carmona y J. García- Valdecasas el concepto de enfermedades transmisibles es “una burla a toda perspectiva social de la salud” ya que “no sólo los microorganismos deben contagiar, … Continue reading. Por otro lado, las políticas de austeridad de la tan denostada Europa profundizan aún más en las desigualdades y empeoran la salud de las poblaciones. David Stuckler compara las medidas de austeridad con “ensayo clínico masivo con mortíferos efectos secundarios”.
Ante este panorama global, Salubrismo o Barbarie trata de realizar un análisis de los factores que determinan la salud de las poblaciones desde una dimensión colectiva y emancipadora. Aborda la necesidad de construir mapas que nos muestren las interacciones de los sistemas socioeconómicos o los diferentes modelos productivos con los ejes de desigualdad como la clase social, la etnia o el territorio o los llamados determinantes intermedios como la vivienda, el empleo, el trabajo de cuidados, etc., aterrizando no sólo en las consecuencias que todo ello tiene sobre la salud sino también en la construcción de alternativas. Este libro supone la unión de 21 autoras y autores de diferentes procedencias (geográficas, profesionales y vitales) que tratan de analizar la relación entre la salud y los determinantes sociales que influyen en ella. Desde una concepción arraigada en lo comunitario, lo social, lo político y lo humano, dibuja trazas que interseccionan entre sí para redefinir un concepto expropiado. Miradas diversas que convergen para encontrarse en aquellos lugares donde la vida, los cuerpos y todo aquello que los rodea, se hacen sostenibles. Un puzle donde no encajan todas las piezas pero que nos lleva a poner en el centro las vidas y a construir sociedades donde la salud se mida en términos de justicia y de equidad. Un punto de partida desde el que deconstruir la definición de salud, cuestionar el poder que la ciencia ha ejercido sobre las poblaciones, descolonizarla y despatriarcalizarla y redefinir el lado desde el que colocarnos a la hora de enfrentarnos a la mejora de la salud de nuestras comunidades. En definitiva, un ejercicio de reflexión desde el que encontrar caminos para la transformación social y salutogénica.
Referencias
↑1 | Según M. Carmona y J. García- Valdecasas el concepto de enfermedades transmisibles es “una burla a toda perspectiva social de la salud” ya que “no sólo los microorganismos deben contagiar, cuando las probabilidades de tener diabetes, cardiopatías, EPOC y el resto de la ristra presentan una asociación difícilmente causal al estrato social al que pertenece” |
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