Tras la hecatombe producida en el seno de Adelante Andalucía y el llamado ciclo institucional, con la aparición de Podemos, en sus distintas formas, y los municipalismos, toca sacar conclusiones, para no volver a cometer los mismos errores.
Sacamos una enseñanza grabada a fuego, no hay proceso político sin proceso social, al menos desde el punto de vista transformador. El sujeto lo conformamos en las movilizaciones y en los procesos de lucha. Otra cosa es que haya tensiones sobre cómo articulamos ese “nosotras” para que todas nos sintamos representadas en él.
Por muchas consignas enunciadas con un propósito de ampliar el sujeto político andaluz nos seguimos moviendo en distintos espacios cerrados, muy herméticos.
Frente a esta realidad, necesitamos espacios que articulen las preocupaciones de las activistas que están sosteniendo los grupos y los movimientos, recoger toda una trayectoria de los colectivos que plantean una crítica al sistema en su conjunto. Vincular que el sistema patriarcal con el capitalista, racista y colonial choca con los partidos que se sitúan en salidas neoliberales. Ha habido una reacción muy fuerte de estos sectores políticos para tratar de debilitar esa corriente, es un hecho, pero para la respuesta se necesita articulación colectiva, no más chiringuitos vacíos.
Ante esto, no sabemos si podemos hablar de tercera ola en el andalucismo, puesto que no existe un movimiento andalucista como tal, es verdad que en redes existe nuevas formas de expresión, debates muy interesantes sobre feminismo andaluz, pero ni lo estamos articulando en lo social ni existe unas reivindicaciones propias más allá de lo autorreferencial, siendo los nuevos espacios de discusión andalucista, lugares de producción del pensamiento colectivo. Aquí puede ser problemático el peso de lo académico, que lleva a esa aproximación más individual, y nos toca darle otra vuelta en cómo articular y promover espacios propios de producción de pensamiento colectivo.
Dicho lo anterior, no podemos caer en un plan de lucha centralizador y homogeneizante, que antepone la existencia de un enemigo visible, grande, poderoso, que nos obligaría a dejar pendientes los procesos de transformación para tiempos más amables. Sin embargo, el desafío es precisamente el contrario. Abrir nuestros espacios al encuentro, al diálogo, a una mejor comprensión de los caminos que hemos intentado construir al calor de las luchas sociales.
Aunque es esencial comprender que las políticas de identidad tienen sus límites. Estas son inestables, contextualizadas, más que nada son estrategias políticas y no fines en sí mismos, y muchas veces son individualizadas o paradójicamente esencializadas. Además, es complejo hacer una identificación única incluso en toda Andalucía, por tanto, nuestro objetivo no puede ser es la homogenización del movimiento y hacer una lectura única, sino utilizar nuestros saberes, huyendo del esencialismo, para poder incluir en un caminar colectivo.
Nos urge una articulación andaluza en lo socio-político puesto que tenemos que hacer frente a la extrema derecha, por un lado, a su actividad concreta de amedrentamiento mediante las amenazas y agresiones. Pero, además, lo que plantean es una confrontación clara de modelo de sociedad, respecto a la salida a la crisis económica, su concepto de nación, de alteridad, en forma de ataques a las personas migrantes, a las identidades disidentes, a las mujeres… La respuesta no puede ser solo defensiva, sino que tiene que ser una propuesta anticapitalista, antirracista, antiautoritaria, que aporte soluciones a los problemas sociales porque ahí es donde la extrema derecha disputa su poder. La única forma de confrontarla es seguir avanzando y profundizando en la radicalidad de nuestras propuestas.
Debemos recuperar el discurso y la práctica soberanista en su total significado. Soberanía sobre nuestros derechos, sobre nuestros cuerpos y sobre nuestros ecosistemas. Soberanía del pueblo andaluz significa volver a conquistar los derechos que nos han robado. Un pueblo soberano es aquel que defiende su educación, su sanidad, sus pensiones, su derecho a la vivienda…
La identidad andaluza tiene la gran potencialidad de ser una identidad socializante, que genera comunidad, que incluye en vez de excluir, que propugna derechos y libertades, además que no se construye frente a nadie. Una vacuna, frente al voto de protesta de la extrema derecha amparado en, emociones negativas y excluyente, en la lucha del último contra el penúltimo, así como frente a lo táctico, cínico y lo frio del neoliberalismo.
Conjuntamente con lo discursivo, necesitamos urgentemente un proyecto para Andalucía, que tenga como eje central la cuestión ecosocial, sin caer en el desarrollismo depredador, que pongan en el centro del tablero la defensa de la vida, es decir, la reproducción de las condiciones materiales que garantizan la vida. Aquí, debemos recomendar el documento elaborado por Autonomía Sur: “Soberanías y prácticas socioeconómicas para la transformación”, como un buen punto de partida.
Nos encontramos en un momento delicado, un momento histórico, aprovechemos las herramientas que tenemos a nuestro alcance, construyamos la esperanza frente miedo, la cooperación frente a la confrontación, la solidaridad frente al rechazo, y la conquista de derechos frente al autoritarismo.
Autoría: Ana Martínez y E. Cantos. Licenciada en derecho e ingeniero aeronáutico, ambos son activistas sociales en Jaén.