¡Dejad que la vida siga!

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Mientras la extrema derecha gana las elecciones en EE.UU. y en Austria, el país que se rindió a los pies de Hitler el 14 de marzo de 1938, mientras el PP aleja su apoyo a la regularización de 500.000 migrantes en pleno endurecimiento de su política migratoria, mientras Alemania endurece el control de sus fronteras a raíz del auge de la extra derecha… vuelve a producirse una de las mayores tragedias en las aguas de Canarias. Al menos nueve muertos y cuarenta y ocho desaparecidos tras el naufragio de un cayuco cerca de la isla de Hierro. Suma y sigue a los centenares de muertos desde principios de año. Europa no solo sigue sin inmutarse, sino que hace suyos los mensajes xenófobos y racistas de la ultraderecha sobre la migración.

Actualmente el fascismo se aprovecha de las ruinas de los pobres para renacer. Presenta muchas caras, unas más disimuladas que otras. El polvorín africano, alentado por Rusia, China, EE.UU. e históricamente Europa, provoca las guerras, hambres, epidemias que condenan a millones de personas a la muerte, y ante ello no hay frontera que se resista. Es un genocidio en toda regla, al igual que ocurre en otros lugares del mundo, como Gaza, televisado a diario.

Este es el mismo fascismo que mató el pasado siglo a Unamuno, García Lorca o Blas Infante. El fascismo es una máquina de fabricar monstruosidades, corta de raíz el proceso de humanización. Sigue utilizando las mismas técnicas que en otras épocas: discursos de odio, bulos, medios que se ponen al servicio de una información falsa y sesgada; mensajes que calan, desgraciadamente, en parte de la población. Miguel de Unamuno, con motivo del nombramiento de Hitler como canciller alemán en 1933, dijo: “Es que cabe nada más impersonal, más borroso, que ese pobre führer, un deficiente mental y espiritual. ¿Cómo puede fascinar a una masa humana?”. Hoy en día, es preocupante que parte de la juventud siga a figuras salidas del engaño y la patraña con cuatro frases incendiarias que enarbolan banderas de odio y calzan botas de terror, como si de una imagen cinematográfica se tratase.

El fascismo está en contra de la inteligencia, de los intelectuales. Su relato, vacío de datos que analicen la realidad, se basa en el miedo, la xenofobia, la calumnia, la injuria, el insulto, los bulos. Su ideología es la aniquilación de la persona diferente, la apuesta por la desigualdad, por considerar un mundo excluyente para una minoría con plenos derechos acosta de una mayoría injustamente tratada.

Me quedo con la recomendación que en la Segunda República dio el viejo profesor Unamuno en una escuela de primaria: “Los mayores nos figuramos que nuestros juegos son más serios que los vuestros porque en los nuestros se matan los jugadores. Y hay muchos de nosotros que quieren enseñaros nuestros juegos. Decirles que no. Decirles que las escuelas deben ser las verdaderas casas del pueblo. Decirles que no queréis que entren en ellas estos malditos juegos de guerra (…) Dejarnos jugar en paz”.

¡Dejad que la vida siga!