Llegamos a la decena de intentos por desgranar el relato que, connivente con (y gracias a) muchos medios de comunicación, modela en los últimos años la corriente de opinión pública. Pasan las semanas y, poco a poco, se asienta una preocupante tendencia: el mensaje de que no importa falsear, sesgar o manipular una noticia mientras esta logre dañar al adversario político, ideológico o mediático; ni importa si una noticia es contrastada como falsa, sesgada o manipulada, pues si, difundiéndola, contribuyo a dañar a quien odio, así lo haré. Desde este espacio, seguiremos avanzando justo en sentido contrario. Y para ello, más ejemplos del último mes sobre relatos desvirtuados:
Cuando las muertes en el Mediterráneo apenas indignan y ya casi ni resuenan
Apuntamos en el capítulo IX de Desmigando los medios la escasa atención dedicada en las últimas fechas a uno de los fenómenos más tristes e injustos que conoce nuestro tiempo: la tragedia que a diario viven cientos de migrantes, generalmente originarios del norte de África, en el Mar Mediterráneo. Una de esas realidades que, como explica Patricia Simón acerca de los CIE, las redadas racistas y la Ley de Extranjería, «son intolerables, pero ni siquiera nos indignan ya». Pues bien, a colación del actual repunte de esta situación, nos preguntamos: ¿Qué pasaría si el drama de 450 muertes en solo tres meses se cerniese sobre ciudadanos europeos, blancos y rubios? Imaginamos el espanto que ello provocaría en el continente entero, además de las olas inmensas de ayuda y movilización que supondría, por no hablar de verdaderos cambios en las legislaciones para que semejante dolor no volviera a producirse, ¿verdad? ¿Y entonces?… ¿Es que seguimos anclados en el color de piel, o en la perspectiva clasista, o en el “solo vienen para robarnos nuestros trabajos y cambiar nuestra cultura”? ¿En serio no hemos superado aún toda esa basura prejuiciosa? ¿De verdad los Derechos Humanos y la justicia internacional sirven de nada? ¿Qué hay del compromiso y la divulgación en los medios?
He aquí la desalmada Europa, donde, en lugar de denunciar las inhumanas y militaristas políticas antimigratorias decretadas por el Gobierno italiano de Giorgia Meloni, se alerta por que dicha decisión pueda provocar un efecto rebote en las costas de sus respectivos territorios. Parece ser que es lo único que importa. Esa es la ‘preocupación’ que el enfoque de los Antena 3 o Tele5 de turno transmiten, casi siempre dando voz a policías o guardias civiles que anuncian que están preparados para «lo que pueda venir», cual si en las pateras vinieran enemigos… No importa tanto conectar con representantes de organizaciones por los DD.HH., de ONG’s y de grupos humanitarios, ni recoger testimonios de migrantes, ni explicar qué lleva a miles de personas a tener que dejar su tierra para buscar VIDA en otro lugar. Estas voces no importan…
Como tampoco importan, en España, los detalles de la nueva Ley de Vivienda, ni la propuesta de una formación política para poder cambiar gratis de hipoteca variable a fija, ni el engaño fiscal que vuelven a colar en Madrid (no, sus habitantes no se ahorran 557 euros con las políticas de la CAM: a los ricos -tipo Ana Rosa Quintana- les bajan muchos impuestos [y en su caso, o a sus empresas/productoras, les dan millonarias subvenciones; productoras como la de su programa -de máxima audiencia-, donde la presidenta Ayuso ha sido entrevistada 15 veces. ¿Periodismo libre y de calidad?]; a la mayoría de los ciudadanos/as, apenas na de na; en cualquier caso, así se recauda menos; los centros de salud, los coles públicos o las pensiones dejan de “ser sostenibles”; y a eso le llaman, en Madrid, “libertad”), ni la filtración de documentos que implican de lleno a EE.UU./OTAN en la guerra de Ucrania con espionajes y otras prácticas de presión a terceros países (¿había dudas?), ni… ¡¿Cómo va a importar nada de esto, si hay informaciones mucho más relevantes, como la vuelta del campechano e injustamente maltratado Juan Carlos de Borbón al reino hispano?!
Mesa de análisis a la andaluza (aunque, “análisis”, lo que se dice análisis…)
Quien guste de estudiar el análisis discursivo en los medios de comunicación (los titulares, las noticias seleccionadas, las que son dejadas fuera de escaleta, los puntos de vista de los contertulios, los detalles, frases y matices, las declaraciones no ya de los protagonistas, sino incluso de los reporteros, la visión de los asuntos transmitida, el tono dependiendo de qué/sobre quién se habla…) y su influencia en la opinión pública, tienen en Mesa de análisis (RTVA) un buen ejemplar. Pongamos, la emisión del 13 de abril (aunque cualquier día vale). Se trata -no lo olvidemos- de un programa de la corporación pública. Ello merecería calidad y rigurosidad democrática. Sin embargo, bien parece el mañanero gabinete de prensa de la Junta de Andalucía.
Ojo: Normalizar aquello que no tendría que ocurrir es sinónimo de favorecer que siga ocurriendo lo que no debería ser normal.
La semana cofrade por excelencia, ideal tapadera para la Iglesia católica
Otro año más, la Semana Santa. Siete días de exaltación cofrade que, especialmente en sitios como Andalucía, devienen en el escudo ideal para que los mandamases de la jerarquía católica (y los gobernantes cómplices) tapen sus procederes poco éticos, así como los muy anacrónicos tratos de favor que, en 2023, siguen marcando su agenda. Días para tapar, a base de costeros, cimbreos de palio y carreras oficiales (y cámaras/micrófonos para enganchar a la audiencia, como los de RTVA o Cadena SER -los de medios de derechas, ‘lo entendemos’-, que retransmitieron jornadas enteras tras los pasos, pero siguen en modo silencio sobre el inquisitorial y obsesivo proceder de la Iglesia con respecto a la Mezquita de Córdoba), la desvergüenza que está sufriendo el tempo de la ciudad omeya, siendo atacada su esencia islámica y andalusí. Días para tapar, a base de incienso, cornetas y tambores, un historial que hace de esta institución uno de los poderes adoctrinadores más intocables de la sociedad. Días para tapar, a base del jolgorio en las calles, lo vacías que se quedan las iglesias. Días para tapar, mediante torrijas y algo de devoción, la prevalencia que, como sucede con otras fes monoteístas en diversos territorios, tienen los obispos y cardenales (sobre todo aquí, en el sur), valiéndose del pasotismo de una ciudadanía poco crítica y de la indiferencia de una masa de fieles poco autocríticos.
Urge debatir sobre el papel que las principales religiones (la católica en España, Estado aconfesional, por cierto) juegan en nuestra sociedad, y sobre su peso en las decisiones de los Estados. Un rol que, en pleno siglo XXI, resulta insultantemente increíble.
–SIGUE EN PARTE 2/2–