Voces ha cumplido 25 años… ¡Qué hazaña…! ¡Un premio a la resistencia! Sí…, resistir hemos resistido…, solo que la resistencia nos deja en el mismo sitio, solo que tal vez deberíamos haber hecho algo más, siempre pensamos que debemos hacer algo más cuando, en realidad, se trataba de hacer algo menos, porque el mundo va a peor, acelerando hacia el abismo. Después de milenios de fabulaciones sobre qué encontraríamos en lo alto del zigurat de la diosa Inanna, en la ciudad de Ur, seguimos constatando que en aquella habitación solo había moscas e higos podridos, pero, entonces, ¿cuál es el poder de la poesía?
La poesía puede servir de autopista o de cortafuegos a los lenguajes normalizados por el poder, depende de en qué lado queramos estar. Como cortafuegos, puede transformar el mundo, en tanto que modifica la relación imaginaria que mantenemos con él; pero también puede naturalizar todos los horrores de este, si somos incapaces de romper con la ideología que nos construye.
En manos de la burocracia literaria, la poesía reproduce el orden de las cosas, dispensa propaganda, rezuma sumisión, esparce impotencia, invita al acomodo, y se pone al servicio de la tradición y del confinamiento intelectual. En manos del mercado, la poesía desfila, aunque sea en la cola, junto con el resto de los valores culturales por el baratillo del consumo, pidiendo ser devorada por la industria o, al menos, un lugar en los espacios de la distinción simbólica en nombre de su vulnerabilidad, bajo la promesa de su irrelevancia social y su incapacidad para servir de cauce al hartazgo y la injusticia. Así coloniza nuestras vidas, nuestras acciones, emociones, sentimientos, todo nuestro ser y nuestro existir. En nombre del consenso, del desarme político, con sinfonía de fondo neoliberal, se exalta el individuo y la propiedad privada, se modela la existencia hacia valores mercantilistas, se glorifica la frivolidad y el egoísmo, la ambición desmedida y las necesidades vanas, el olvido del otro y la reclusión en lo íntimo.
En manos de la resistencia, la poesía es la conciencia del presente, texto de lo que sucede dentro de nosotros, en tanto individuos concretos, y de lo que acontece fuera de nosotros, en tanto sujetos históricos; y desde ahí teje redes, vínculos, afinidades, y construye comunidad. Es también clarividencia, lucidez, experimentación, visualización de nuevos horizontes de organización y construcción colectiva, propuestas de mundo y de nuevas formas de estar en el mundo, críticas y cuestionadoras del capitalismo. Poesía como acontecimiento compartido, como rescate de la mirada, del contacto, de la escucha, acto gratuito que contraponer al credo neoliberal, acción múltiple, anónima, difusa, discontinua, inesperada, falible, inapropiable… canal para la circulación del sentido y para dejar de cargar con la identidad.
En manos de la burocracia literaria, la poesía reproduce la fantasía de la individualidad como identidad, del yo desgajado, sí, pero al servicio del semiocapitalismo en nombre del narcisismo y la egolatría.
En manos de la resistencia, la poesía es sanadora, repara nuestra maltrecha sensibilidad, nos abre los ojos y nos coloca frente a nuestros errores como humanos, nuestro prometeísmo, nuestra idea de que naturaleza y seres vivos están ahí puestos para servirnos; de lo que se deriva también nuestra insostenible forma de vida en el primer mundo, nuestra hibris, nuestra desmesura, nuestra superioridad moral producto de un etnocentrismo que asumimos sin el menor prejuicio; nuestra capacidad de autoengaño frente a la crisis ecológica y humanitaria; nuestra creencia en una razón que termina siendo lo razonable para mi conveniencia; nuestra negativa a entender que somos interdependientes, finitos, vulnerables, frágiles, minusválidos necesitados del consuelo de los demás.
En manos de los mercenarios del mercado la poesía se ha vuelto el envoltorio de la mercancía. En manos de la resistencia la poesía es el hilo mágico que nos conduce por los espacios interiores y que sutura los desgarros sociales exteriores. Un sofisticado medio de transporte para acceder a los estados modificados de conciencia y un propulsor para que cada comunidad construya sus propios mitos y se construya así misma también sobre estos estados modificados de conciencia. Mientras el neoliberalismo se siga apropiando de las visiones de la poesía y el capitalismo las objetivice hasta reducirlas a mercancía, no cesará la pesadilla. Frente al yo solidificado, y sufriente de la ideología liberal, encadenado a las relaciones vicarias, o contractuales y represivas, insatisfecho y vacío; la poesía de la conciencia construye un no yo fluido, fraterno y soluble en la comunidad emocional que se forma en la experiencia compartida y la afinidad espontánea del comprender, del sentir, del actuar, del crear nuevas formas de organización más libres, flexibles y dinámicas, en continuo devenir y con capacidad para afectar la economía, la política y la sociedad capitalista.
En manos de la resistencia, la poesía desbroza, limpia y mantiene abierto el sendero del corazón con todo lo vivo de todos los tiempos para disfrutar del espectáculo de la realidad sin intentar tragárnosla. Hace micropolítica sin necesidad de identidades esencialistas, construye espacios nómadas y temporalmente autónomos, atraviesa y trastoca los modelos sociales, subvierte las normas, se convierte en la gran máquina de guerra que extiende el germen de la transgresión y la transformación, el virus de la creatividad y la imaginación que infecta todas las esferas de la vida en constante fuga y en continua construcción gracias a la participación de todos en la configuración de la humanidad que nos debemos: alegre, abierta, flexible, libre e igualitaria.
Decía Artaud, que mucho más que por su ejército, su administración, sus instituciones o su policía, la sociedad se sostiene por medio de hechizos. Comuniquemos esta verdad y aprestémonos a romper los que el capital utilizó para hechizarnos; rompamos con el consumo, con la mercancía, con la crueldad, con el egoísmo, con la avaricia, con el desarraigo y la soledad. Elaboremos poesía para la magia del nosotros, el encantamiento de lo común, el sortilegio del compartir, la exaltación de lo que es valioso de verdad: los vínculos, el amor, los cuidados, la amistad, la fragilidad, la lucha, la fiesta de estar vivos y la felicidad de celebrarlo, del 26 al 29 de julio en Moguer, y cotidianamente, ¡siempre!