Élites de poder económico en Andalucía (II)

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Pertenecientes a una saga con origen en la burguesía agraria andaluza y vinculados y emparentados con otras ramas de la misma, hay que incluir aquí a los Benjumea, hasta 2015 “amos” de Abengoa, empresa fundada en 1941 y en sus comienzos dedicada a montajes eléctricos, que más tarde extendió su radio de acción a otros campos como infraestructuras, energía, ingeniería y construcción, convirtiéndose con el tiempo en un grupo empresarial multinacional que durante muchos años fue el más importante con sede en Andalucía.

Los Benjumea llegaron a Andalucía desde la Rioja en el siglo XVI con motivo de la conquista castellana y a la sombra del Duque de Osuna dos siglos más tarde estaban en la cúspide social de La Puebla de Cazalla como ganaderos y grandes propietarios de tierras. También la familia Benjumea, como veíamos que ocurrió con otras familias de la oligarquía agraria, colaboró a fondo con los sublevados del 36, y eso les rindió grandes beneficios. Formaron parte de las milicias paramilitares falangistas que a caballo “limpiaron” los campos andaluces bajo las órdenes de Queipo e Llano; razias en las que participaron también de manera significativa personajes como Rafael Medina Villalonga, Duque de Medinaceli, nombrado alcalde de Sevilla en 1943 y Ramón Carranza Gómez, marqués de Soto Hermoso, que también fue alcalde de Sevilla entre 1936 y 1938, “uno de los responsables de la represión salvaje del barrio de Triana” (A. Maestre, «Franquismo S.A.», 2019).

De los Benjumea el nombre más ilustre y en mayor medida beneficiario de los favores del franquismo fue Joaquín Benjumea Burín, que perdió a un hijo falangista en los inicios de la sublevación militar en la que él también intervino activamente organizando la retaguardia bajo el mando de Queipo de Llano, siendo alcalde de Sevilla en 1938 y 1939. Posteriormente fue Ministro de Agricultura de 1939 a 1941 y luego Ministro de Hacienda (1941-1951) y Gobernador del Banco de España (1951-1963). Un amplio historial en las esferas del poder político del dictador, que le otorgó en 1951 el título de Conde de Benjumea.

Un sobrino de Joaquín Benjumea, Javier Benjumea, fundó en1941 Abengoa, siendo su tío ministro de Franco; pronto obtuvo del Estado una contrata que supuso un impulso fundamental para que la entonces pequeña compañía se convirtiera en una gran empresa: la concesión de la electrificación de RENFE, un año después de que otro tío suyo, Rafael Benjumea Burín, Conde de Guadalhorce, fuera nombrado presidente de la citada compañía ferroviaria. Nada más lejos del “hecho a sí mismo” asociado al relato ideológico de la meritocracia con el que tratan de justificarse posiciones de dominio y de poder. Desde los años 80 del siglo XX fue sobre todo el paraguas del PSOE el que cobijó los intereses de Abengoa, tejiéndose una densa red de conexiones político-empresariales que facilitó la expansión del grupo.

A la estrecha relación con la Monarquía, que concedió al fundador de la empresa el título de Marqués en 1994, se sumaron numerosos intercambios de favores con quienes en cada momento gestionaban el poder político en las instituciones del Estado, exprimiéndose el uso de las puertas giratorias. Alberto Aza, jefe de la Casa Real entre 2002 y 2011 “ponía cara a la participación accionarial que el rey Juan Carlos detentaba en la empresa”, estando José María Aznar “informado de que los Benjumea darían un paquete de acciones – ¿a cambio de qué? – al Rey Juan Carlos”…. “El hijo de Aza fue miembro del consejo de administración de Abengoa Bionergía. El mismo consejo donde se sentó Carlos de Borbón Dos Sicilias, primo del Rey”. (Carlos Pizá, “Reino de España: Abengoa, ingenieros de la conexión”. Sin Permiso, 30/10/2017).

Además de los ya citados, en la trama de conexiones aparecen nombres como los de el expresidente José María Aznar, Luis Atienza, exministro de Agricultura, el exministro de Industria Miguel Sebastián y su hermano Carlos o Ricardo Martínez Rico, “uno de los más cercanos asesores de Cristóbal Montoro desde 1996” y compañero suyo en la consultora Equipo Económico. “Abengoa, líder en energía termosolar, continuó recibiendo las primas a las renovables en contra del criterio del ministro de Industria, José Manuel Soria. Montoro, ministro de Hacienda, jugó aquí un papel fundamental. Pese al silencio mediático, la ubicación de Ricardo Marínez Recio en el consejo de Abengoa y la de su hermano Felipe como director del gabinete del ministro Montoro no pueden considerarse precisamente casuales” (Andrés Villena, «Las redes de poder en España», 2019).

Como muestra del uso de puertas giratorias valgan los casos de José Borrell, exmiembro de varios gobiernos del PSOE, que fue miembro del consejo de administración de Abengoa y presidente del consejo asesor internacional del grupo, o el de José Domínguez Abascal, mano derecha de Felipe Benjumea, al que llegó a sustituir en la presidencia en 2015 y que fue Secretario de Estado de Energía del Ministerio para la Transición Ecológica desde 2018 a enero de 2020, cargo que tuvo que abandonar tras su imputación en la investigación judicial abierta por las graves irregularidades detectadas en la parte del proyecto de AVE Meca-Medina ejecutada por Abengoa.

También en la Junta de Andalucía encontró Abengoa concesiones y ayudas a cambio de favores, pero las conexiones aquí son residuales y mucho menos trascendentes. Coincidió que las ayudas de la Junta fueron abundantes en la etapa en que una hija del entonces presidente, Manuel Chávez, estaba asociada a la empresa. Ya el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía había abierto un expediente sancionador a Manuel Chávez a raíz de que la empresa minera Matsa, a la que la hija pertenecía con funciones de asesoramiento jurídico, recibió 10,1 millones de euros a través de un incentivo aprobado en un Consejo de Gobierno presidido por su padre (Diaro de Sevilla, 15/1/2011).

En consonancia con el comportamiento que veíamos en las élites vinculadas a activos agrarios y agroalimentarios en el artículo anterior y a pesar de que los Benjumea mantuvieron la sede de la empresa en Sevilla, sus intereses se protegían desde Madrid, y fue ahí donde se volcaron para conseguir influencia y para poner al poder político a su servicio.

A principios del año 2015 Felipe Benjumea aparecía en el número 19 en la lista de «Los 200 más ricos de España», (El Mundo), con un patrimonio en bolsa de 694 millones de euros. En septiembre de 2015 los 30 bancos acreedores de la empresa le daban un ultimátum para que cediera el control de la misma. Después de décadas de expansión incontrolada, de  megaproyectos cargados con sobrecostes, de generosas subvenciones recibidas de las instituciones públicas, de préstamos pedidos para proyectos aún inexistentes con los que financiaban los agujeros de los que estaban en marcha, enredando sus cuentas en una maraña de 900 sociedades, después de prácticas que iban desde crear sociedades para que la familia pudiera apropiarse de plusvalías excluyendo al resto de los accionistas hasta la manipulación de la contabilidad de la empresa como práctica generalizada, reflejando las cuentas una “notable alteración de la real apariencia de la situación económico-financiera”, como consta en el Informe de la Audiencia Nacional (Elena Sevillano, El País 3-2-2020), después de abusos en las relaciones laborales -los trabajadores le llamaban Palmatraz al campus de Palmas Altas, donde se encuentra la sede corporativa-, los herederos de Abengoa, empresa que aparentaba ser modélica dentro del IBEX-35, llevaron a la empresa a la ruina. Felipe Benjumea dejó a Abengoa con un pasivo total de deudas de 25.000 millones de euros y en ocho meses quedaron en la calle más de 5.000 trabajadores. A pesar de este enorme fraude, Felipe Benjumea se aseguró antes de irse una indemnización (¿?) de 11,5 millones de euros y 4,5 millones para su mano derecha, Manuel Sánchez Ortega.

Cuando desde la economía convencional se invoca a los mercados como fuerzas impersonales que determinan la vida de la gente se está otorgando impunidad a comportamientos parasitarios y sin escrúpulos guiados por la avaricia y el poder. Este papel encubridor de la ideología económica dominante es el que El Roto desvela cuando dice que “la economía es una rama del ilusionismo”.