El mercado o feria del Jueves nace en el siglo XIII como feria franca en torno a la parroquia de Omnium Santorum y la plaza de abastos de la calle que lleva su nombre, la calle Feria. Este mercadillo, está sufriendo un nuevo proceso de transformación que puede conllevar su desaparición. El ayuntamiento ha decidido restringirlo y ordenarlo, dividiendo y criminalizando a una parte de sus vendedores y restándole vivacidad y capacidad de autogestionarse. Se trata de las últimas consecuencias locales de este proceso global que algunos autores han denominado “urbanismo neoliberal”, para el que la obtención de beneficios económicos domina sobre cualquier otra dimensión de la ciudad.
Este barrio ha sido históricamente el principal enclave obrero del centro de Sevilla albergando gran parte de la actividad industrial, artesanal y comercial de la ciudad. La mayor parte de la población vivía en casas y patios de vecinos, primero desamortizados y, a partir de los años 60 y 70 de siglo XX alquilados por la burguesía propietaria que se desplaza a los nuevos barrios de la zona sur de Sevilla. Buena época para el mercadillo: los muebles de todos estos palacios del Centro llegarían al Jueves de manos de anticuarios, coleccionistas y vendedores ambulantes.
Aunque ya había habido varios intentos previos, la financiación millonaria definitiva para gentrificar este barrio llega en los años 90. El Programa Urban I de la Unión Europea, de la que esta “ciudad silenciada”, fue una de las beneficiarias o víctimas, junto a la Expo 92, se convirtieron en la punta de lanza para iniciar el que sería el mayor proceso de especulación urbanística en la zona. La “regeneración urbana” significó una “regeneración social”. Consistió en sustituir la población en situación de precariedad y vulnerabilidad, sin eliminar estos problemas sino acuciándolos, por una clase media de profesionales que aumentaría considerablemente el valor de la vivienda. Mientras se “remodelaba” la calle Feria, el mercadillo del Jueves se trasladaría a la Alameda de Hércules, integrándose en el mercadillo del domingo, que más tarde, en 2004, sería desplazado al Charco de la Pava, prohibido por este mismo ayuntamiento desde octubre de 2017. El jueves volvería a la calle Feria en 2001, espacialmente mermado, pues no podrá ocupar el tramo de Feria que va desde Castellar a San Juan de la Palma y casa de los artistas pero se desarrollaría, como hasta hace tres jueves, en el tramo comprendido entre Feria-Cruz verde hasta feria- Castellar, principio de Conde de Torrejón, Plaza de los Carros y Plaza de los Maldonados. No aprovecharon para eliminarlo porque los mismos comercios de Feria acusaron en sus beneficios la ausencia de vitalidad del Jueves en su calle.
Llegamos al 2019 y el Jueves, junto al barrio, asiste y resiste a un nuevo proceso de gentrificación que se ha venido a denominar “turistificación”. Los pocos vecinos que quedaban del periodo anterior y buena parte de los actuales están siendo expulsados. Los alquileres turísticos han sustituido al alquiler de larga duración. A los nuevos vecinos y a los turistas parece que les molesta el jueves, desordenado, decadente y canalla. Una gentrificación productiva, orienta el nuevo comercio hacia las demandas de los turistas. La administración local lo garantiza. En el proceso anterior, ya se había tendido hacia “la boutiquización,” o proliferación de locales dirigidos a las demandas de nuevos vecinos más adinerados. Los ayuntamientos anteriores se especializaron en el apoyo a la “gourmetización” de los mercados de abastos. En el de Feria, una concentración de licencias ha permitido la monopolización por una sola empresa de más de la mitad del mercado de pescado, convirtiendo en el mejor de los casos, a los pescaderos en vendedores de paella y sushi de escasa calidad. Proliferan también las franquicias por la plaza de la Alameda y de la Encarnación, rodeando al mercado de abastos, ya trasformado y remodelado bajo la gran operación de “las setas”. Algunas de ellas toman el aspecto de un comercio pseudo tradicional en el que se ofrece una imagen mixitificada de lo sevillano convirtiéndose “lo identitario” en “marca” comercial falta de significación social o cultural.
La misma tendencia, explica la tajante y reciente actuación policial en el mercadillo del Jueves y su “remodelación” o “limpieza”, reduciéndolo sensiblemente en número de puestos, en la forma y espacios que estos deben ocupar y en la segregación realizada entre los vendedores, expulsando a los que se encuentran en situaciones de mayor marginalidad. Se ha prohibido ocupar la plaza de los Maldonados, la mitad de la Plaza de Montesión y el principio de Conde de Torrejón argumentando que esta ocupación es actual y no estaba en el convenio realizado entre la Asociación de Comerciantes del Jueves y el ayuntamiento en 2010. En el año 2001, desde mi balcón en Feria con conde de Torrejón, tomaba estas fotos:
Sólo el propio beneficio económico explica que las fuerzas políticas locales, teniendo este complejo y centenario fenómeno cultural en el centro de su ciudad histórica, se empeñe en ofrecer a quienes nos visitan la versión más “mentirosa” de nosotros mismos y a desvincular el espacio público de sus habitantes. Esta visión “de recualificación” y “remodelación” produce efectos de desapropiación y desafección. Nuestros barrios convertidos en parques temáticos, espacios que no unen ni vertebran, sino, antes bien, todo lo contrario, ya no nos identifican.
Frente a ello, solo cabe resistir, convertir la cultura y nuestro patrimonio en un instrumento para la transformación social, para la defensa de los intereses colectivos frente a los individuales. Detrás de cada puesto del jueves hay 140 historias de personas y familias que encuentran en la venta una forma de subsistir. En estas ciudades- zoco, como Sevilla, las relaciones sociales han sido consustanciales e inseparables de las relaciones mercantiles o productivas. Mercados, ferias y mercadillos son espacios de encuentro, de sociabilidad, reciprocidad, de intercambio de opiniones, alegrías, dificultades y ayuda mutua. Los sujetos, espacios, objetos, ruidos, conversaciones, olores, retahílas e historias del Jueves son también parte de nuestra cultura.