Guerra alrededor, guerra cada vez más cerca, guerra en el día a día, guerra para sobrevivir, qué es la economía si no es guerra. Nos han acostumbrado a una economía basada en las relaciones de expropiación, acumulación y opresión, y aunque estamos impregnados de actitudes éticas contra la guerra, nos parece normal que estemos rodeados de guerras que generan relaciones económicas desiguales. Siempre encontraremos un súper villano que haga aceptable el necrocapitalismo. Hemos asumido los valores hegemónicos de la economía capitalista, la competencia, el mercado y el capital son los principales instrumentos de gobierno de nuestras sociedades, aunque eso requiera guerras. Pero eso es la economía, ¿verdad? No.
Ya es hora de nombrar a la economía capitalista como debe ser. La que tiene como base las relaciones de expropiación, acumulación y opresión, un modelo agotado que acabará con toda la vida antes de aceptar su decadencia. Eso es guerra y no economía.
Por lo tanto, en estos tiempos de polarización, aceptemos el colapso, el final. No haremos elección en el mercado, no apoyaremos al belicoso humanitario ni al que utiliza el poder acumulado sobre las espaldas de los trabajadores para hacer la guerra contra la población. No amamos el camino intermedio, lo que queremos es el final de todo esto para que la vida perdure en la tierra.
Para algunos es otra dimensión, para muchos la realidad cotidiana. Es el territorio de las relaciones en el que se sustenta la ayuda mutua, ese lugar donde habita el ser humano cooperativo. Las relaciones se construyen allí mediante una solidaridad radical, los recursos son comunes, y las necesidades las organiza la economía moral. Lo hacen las herramientas autoconstituidas para satisfacer colectivamente la economía, las necesidades y los deseos, mediante la acumulación de relaciones entre iguales. La ecología, el feminismo y el trabajo soberano delimitan el territorio comunal a través de vínculos de relaciones libres y de compromiso. Es una economía para la vida. Economía.
«Acabaremos con todo esto y nunca olvidaremos disfrutar al máximo con las cosas más pequeñas y hermosas», escribió en los momentos más duros la camarada comunista, y por lo tanto militante anti-guerra, Rosa Luxemburg. Vamos a tener que terminar con todo esto y seguir creando proyectos para construir territorios soberanos, para que desde abajo, desde la tierra, las vidas sean vivibles para todos y todas, cada día. Tras el colapso, tenemos un largo camino por delante para recuperar la economía, pero no queda otra para que la abundancia sea para todos y todas.
Autoría: Beñat Irasuegi Ibarra. Talaios kooperatiba.
Publicado originalmente en euskera en Argia.