Las cuentas del turismo corporativo en Andalucía

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El turismo es en Andalucía una pieza más de esa especialización de la economía andaluza que supone la apropiación desde fuera de nuestros bienes comunes. Se exporta y se degrada naturaleza y territorio, utilizando mano de obra precarizada, parte de la cual viene huyendo de países que tienen la misma dedicación que Andalucía. A pesar de esto, la ideología dominante consigue que se vea al turismo como una importante fuente de riqueza. ¿Cómo logra esta ideología que, sin que se hagan las cuentas, como por un acto de fe, supongamos que mientras más turismo, mejor? Escondiendo la realidad detrás del velo de lo monetario; confundiendo la aparición de dinero –valores monetarios sobre los que se pone el foco-, con creación de riqueza y bienestar social, a la vez que quedan ocultos los valores sustraídos.

Aunque incluso yendo sólo a las cuentas monetarias se podría llegar a una conclusión muy diferente. Por lo pronto, de lo que se registra como gasto turístico, cerca de la mitad se gasta en el lugar de origen, antes de que los turistas hayan llegado. Lo que queda se traduce en lo que los economistas llaman valor añadido, y el turismo representa en Andalucía alrededor de un 7% del valor añadido total asociado con la economía andaluza. Una cantidad de dinero relativamente pequeña si tenemos en cuenta que la industria, que en Andalucía es tan escasa, genera mucho más (el 12% del valor añadido total) que el turismo. Poca importancia que se traduce también en la parte que representa el valor añadido por el turismo en Andalucía dentro del total del turismo español (13%), muy por debajo del número de viajeros (18%) y del número de pernoctaciones (15%). Inundados por el turismo, soportamos más peso a cambio de menos dinero.

De ese escaso valor añadido más de la mitad son beneficios empresariales. ¿Dónde van esos beneficios? Como es sabido, la hostelería ha experimentado un fuerte proceso de concentración empresarial, de modo que hoy el turismo es un turismo corporativo,  gobernado por grandes grupos empresariales para los que el objetivo es en gran medida la apropiación de riqueza a partir de la revalorización de activos patrimoniales; procesos de acumulación puramente especulativos. En Andalucía, los establecimientos hoteleros han ido cayendo en manos de Meliá, NH, Barceló, Riu, Iberostar, grandes corporaciones de origen balear que vienen a ser las mismas que a partir de los años 90 colonizaron América Latina. Con la alianza o con la incursión en los últimos años de fondos buitre que especulan con el patrimonio inmobiliario o consideran a las propias empresas turísticas activos con los que especular. A estas grandes corporaciones, ajenas y lejanas a Andalucía, va “la parte del león”.

En la otra parte, el salario medio del turismo está un 20% por debajo del salario medio en Andalucía, que a su vez en 2016 era un 39% menor que el salario medio en el estado. Salarios de miseria que empobrecen. El número de horas de trabajo en la hostelería apenas se ha incrementado desde 2008, aunque la carga de trabajo casi se ha duplicado. Ahora se trabaja el doble por un salario menor en términos reales. Dentro de las horas de trabajo, el 15% son horas extraordinarias de las que la mitad no se cobran. Esta especial degradación del trabajo afecta de una manera particular a las mujeres, algo más de la mitad del empleo, cobrando entre un 20 y un 25% menos que los hombres. La situación laboral de algunos colectivos, como las camareras de piso entra dentro de lo que muchos estudiosos llaman “nuevas formas de esclavitud” en pleno siglo XXI. Más turismo equivale, según nos dicen la experiencia y los datos, a más precarización, pobreza y subalternidad, profundizándose nuestra condición de camareros de Europa.

En las cuentas no entran los costes, que pagamos entre todos, de los servicios públicos que son necesarios para a atender a este turismo corporativo (limpieza, transporte público, infraestructuras, puertos, aeropuertos, carreteras, etc). Estos costes pueden estimarse en unos 1.000 millones de euros, teniendo en cuenta que el turismo que llega a Andalucía equivale a una población permanente añadida del tamaño de la ciudad de Sevilla (700.000 habitantes). Los salarios asociados al turismo suponen alrededor de 4.000 millones de euros, de manera que los gastos generados por el turismo que pagamos de nuestros bolsillos suponen el 25% del total de los salarios. A lo que habría que añadirle la disminución de nuestra capacidad de compra como resultado del aumento de los precios del coste de la vida que trae consigo el turismo, especialmente trascendente en ámbitos tan esenciales como el de la vivienda.

Pero también tenemos otros costes muy importantes que no entran en las cuentas, como los costes ecológicos. Una idea del impacto del turismo nos la puede dar la cantidad de territorio que se requiere para satisfacer la demanda de consumo del turismo (huella ecológica). La mitad de la huella ecológica de Andalucía se localiza en los municipios del litoral, que para hacer frente a su demanda de consumo requiere poner a su disposición una superficie como dos veces el tamaño de Andalucía. El turismo tiene en Andalucía una huella ecológica del tamaño del territorio que ocupa toda Andalucía. En el Informe sobre Medio Ambiente de la Junta de Andalucía de 1990 se concluía: “la destrucción física de la franja litoral se hace cada vez más evidente”. A partir de ese año la destrucción del litoral no ha dejado de crecer, con la importante colaboración de la propia Junta de Andalucía.

A toda esta destrucción viene ahora a añadirse la provocada por la turistización, que supone la mercantilización y apropiación de los espacios urbanos por el capital global. El turismo corporativo nos excluye del derecho a la vivienda, alimentando procesos especulativos que relanzan la burbuja inmobiliaria. El turismo nos roba el derecho a la ciudad, ocupando espacios, dificultando la vida cotidiana y empobreciendo el tejido social (desplazando gente y rompiendo vínculos comunitarios) y daña el tejido económico local (encareciendo el precio de los locales y desplazando al pequeño comercio). El turismo corporativo mercantiliza expresiones culturales vaciándolas de contenido, erosionando nuestra identidad cultural. Supone también un deterioro de lo relacional, de los cuidados, dificultando la reproducción de la vida social.

En definitiva, el turismo corporativo en Andalucía, lejos de suponer una fuente de riqueza recrudece el conflicto entre el capital y la vida, acentuando la explotación de clase, intensificando la explotación de género y profundizando esa especialización en el perder que caracteriza a la economía andaluza, acentuando el extractivismo. Urge poner en marcha procesos participativos de toma de decisiones que permitan ir ganando parcelas de poder y control colectivo sobre los procesos económicos y construir escenarios de transición hacia una economía que se rija por principios contrarios a la que ahora nos gobierna.

 

Intervención en la mesa redonda «Economía y turismo: Resistencias y alternativas desde Andalucía», organizada por ESTAR (Encuentro Social contra la Turistización. Alternativas y resistencias), celebrada en el Espacio La Barqueta el día 5 de abril de 2019.