La emergencia de las nuevas derechas radicales europeas, junto a la trágica amenaza a la democracia que encarnan, se basan en el uso que hacen de dos grandes estandartes que, irónicamente, en otro tiempo fueron mascarones de proa de la propia política democrática: las ideas de libertad y de soberanía política.
Pareciera que a estas derechas radicales les ha bastado, sencillamente, agacharse y recoger estas banderas abandonadas por las izquierdas occidentales en su atribulada travesía o, al menos, muy olvidadas.
1. Las derechas radicales y la libertad
Dice la filósofa y politóloga estadounidense Wendy Brown: “Los llamados de la derecha a la formación de Estados autoritarios y fuertes no deberían distraernos del hecho de que la mayoría de partidos extremos de derecha estén, a su vez, afirmando ser los partidos de la libertad: libertad individual, libertad de expresión y, aún más importante, libertad de declarar al país o a la comunidad como “propia” de un grupo étnico… Por lo tanto, está operando una noción muy específica de libertad, libertad como propiedad.”[1]
En los regímenes de dominación neoliberal como España, los poderes de la des-democratización, que, en gran medida, se expresan políticamente a través de las extremas-derechas[2], promueven sus guerras bajo el estandarte de la libertad. Atacan a la escuela pública justificándose en la defensa de la libertad de los padres, impugnan el feminismo invocando la libertad frente a la dictadura de la “ideología de género”, amenazan con la ilegalización a las fuerzas nacionalistas porque representan el golpismo contra las libertades, defienden las privatizaciones, incluso de la educación, bajo el paraguas de la libertad de comercio, sostienen el encarnizamiento contra Venezuela y otros gobiernos “populistas y bolivarianos” pretextando que estos asfixian la libertad de sus ciudadanos, recubren su xenofobia bajo la libertad de los estados para el control de sus fronteras, amparan en la libertad de los emprendedores y de los empresarios sus agresivos ataques a todas las formas de regulación económica y de justicia fiscal. En un recrudecimiento del liberalismo para el que el ejercicio político se abstrae del ser social, toda la ofensiva neofascista y autoritaria para la devastación democrática se hace en nombre de la libertad en tanto artefacto de legitimación de un mundo crecientemente desregulado y entropizado, un concepto de libertad que expande lo privado a todas las esferas de la vida social, patrimonializándolas.
Este vigor “libertario” ultraderechista contrasta con la desvitalización intelectual y el tedio político con los que, en el campo político de la izquierda, se hace uso de la libertad como categoría de análisis y herramienta de transformación del mundo. Hemos visto, por ejemplo, cómo la izquierda española justificaba su perfil egipcio y su falta de solidaridad contra la represión en Cataluña, contraponiendo a la cuestión del derecho a decidir, en tanto elevada expresión del ejercicio de la libertad, la cuestión de los derechos económicos y sociales. O, con relación a la Unión Europea, su preocupación por las regresiones en materia social y económica y su indolencia ante el déficit democrático estructural de su arquitectura. Parece como si las inquietudes progresistas y sus reivindicaciones históricas de libertad frente a las dominaciones del Estado y el capital quedasen ahora atenuadas y subsumidas en la priorizada conquista de leyes y mecanismos de protección estatal. Como apunta Wendy Brown, una mutación que opera como resignación y “canje de libertad política por protección legal”[3]. Más que libertad entendida como aspiración a disputar y/o compartir el poder, se pone la mirada en las carencias y los no reconocimientos de distintos grupos sociales para alcanzar ser protegidos por este mismo poder de sus propios excesos.
Pero, ¿puede una política democrática prescindir de la libertad?, ¿escindir y disociar la libertad de la lucha por la justicia social? ¿No era la libertad la condición emancipatoria para hacer efectiva la justicia social? ¿puede darse un programa progresista al margen del deseo de libertad? ¿qué sentido tiene anteponer o, aún peor, contraponer derechos sociales, económicos o de identidad a derechos democráticos basados en el ejercicio de la libertad y del derecho a decidir? Wendy Brown, en su libro “Estados del agravio. Poder y libertad en la modernidad tardía”, recuerda lo que afirmaba Foucault en una entrevista, “la libertad es una práctica… la libertad de los hombres nunca está asegurada por las instituciones y las leyes que tienen por función garantizarla… no porque sean ambiguas, sino porque la libertad es lo que se debe ejercer… la garantía de la libertad es la libertad”[4]
2. Las derechas radicales y la soberanía política
La globalización neoliberal, un programa internacionalista liderado por el capitalismo financiero, ha defendido la superación de las constricciones derivadas de la soberanía nacional y la instauración de un «gobierno global», auténtica cartografía de la dominación occidental y eufemismo para definir una arquitectura de organismos internacionales al servicio de las prerrogativas y dictados estadounidenses (FMI, OMC, incluso el Consejo de Seguridad de la ONU), y con la UE como aliada privilegiada… abajo de este desorden global, un mar de estados debilitados y castigados. A causa de ello, sectores de clase media occidentales han visto cómo se desindustrializaban sus regiones y se devaluaban salarios, se perdían empleos y se degradaban barrios enteros de sus ciudades. De ahí se ha alimentado una política capitalista nacionalista o proteccionista liderada por las extremas derechas (Trump, Brexit…). En palabras de Enzo Traverso, “contra los enemigos de la civilización, la globalización, la inmigración, el islam, el terrorismo, la derecha radical solo reivindica el retorno al pasado: moneda nacional, soberanía nacional, preferencia nacional, detener la inmigración, la preservación de las raíces cristianas de los países occidentales, etc.”[5]
Las ultraderechas europeas, incluso bajo un formato de “teatralización de la soberanía”, conectan con el sufrimiento social de muchos grupos de población castigados por un programa neoliberal que se ha formulado como cosmopolitismo cultural, libre comercio y nuevo orden global. En la oposición a la moneda común (euro) y a la entrega de la soberanía política a instituciones no democráticas como las que rigen la gobernanza de la UE, las derechas radicales se erigen en adalides de una política de recuperación del bienestar económico, de la protección social y de los valores tradicionales y perdidos.
En cambio, seducidas por los efluvios cosmopolitas del globalismo neoliberal, las izquierdas han aceptado un proceso en el que la soberanía es pretendidamente impulsada hacia arriba, cuando en realidad lo es hacia instancias ubicuas y no democráticas, reduciendo a los estados nacionales a meros gestores técnicos de la gobernanza del capital financiero. Incluso aunque se pretenda la progresiva transformación de los actuales estados-nación por nuevas y más amplias estructuras juridico-políticas, es un grave error de perspectiva soslayar la cuestión de la soberanía política a las distintas escalas de la gobernanza democrática.
En definitiva y aunque sin pretender valoraciones totalizantes, es razonable pensar que, en estos momentos, triste e irónicamente, libertad y soberanía tienen un uso perverso más como herramientas discursivas para la desdemocratización, objetivo profundo de las derechas radicales, que como categorías políticas en manos de las izquierdas para la emancipación y la justicia social.
[1] “Rehacer el Demos? Entrevista con Wendy Brown, en Theorien. Revista de Ciencias Socilaes, nº 2, vol. I, 2017
[2] PP, C,s y Vox, y, al menos, hasta hace poco también a través del PSOE… de hecho lo siguen haciendo a través de sus dirigentes históricos
[3] “Estados del agravio. Poder y libertad en la modernidad tardía”. Wendy Brown. Lengua de trapo, 2019
[4] “Space, Knowlwdgw and power”, entrevista con Paul Rabinow en The Foucault Reader, ed. Rabinow, New York, Pantheon, 1984, pág. 245
[5] En Revista Viento Sur nº 166 plural “Las nuevas derechas radicales Posfascismo. Fascismo como concepto transhistórico”. Enzo Traverso