Nos hemos quedado sin la tierra necesaria para la vida. La producción alimentaria, la generación de energía, los lugares de trabajo, los lugares de encuentro para el desarrollo de la cultura, los espacios para la educación, la acumulación de datos, todos necesitan tierra, y no la tenemos, o al menos no la tenemos en propiedad colectiva. Y así es imposible construir futuros soberanos. Hemos dejado nuestros futuros en manos de la propiedad privada.
La pérdida de la tierra para la vida no se produce sin conflicto y lo vemos en el día a día, en la disputa entre ser explotada en beneficio del capital, o el uso de espacios que deberían ser comunes, dejando en un segundo plano las necesidades actuales o futuras para la vida. También ocurre que, entre las necesidades de tierra para la vida, se pretenda imponerse unas necesidades frente a otras, sin reconocer que la vida misma es una red de interdependencias. Son tensiones que vemos en la agenda mediática y social, tensiones que ahora mismo se están produciendo en Erdiz, en Arbona, en la parte vieja donostiarra, en Piaspe o en muchos pueblos, barrios y zonas de Euskal Herria, del mundo. La mayor parte de las tensiones se deben a la importancia que todavía tiene la tierra para la acumulación de capital, pero cada vez veremos más las que se producen por la gradación entre las diferentes necesidades de las personas y los pueblos. Estamos ante un campo de conflicto universal.
Un maestro y compañero en asuntos económicos, siempre nos recuerda que la tierra no pierde valor, y que por eso es la base del poder de los señores de aquí y de allá, y que es imprescindible que la tierra sea para quien la trabaja y en ella vive. En el camino de la búsqueda de vidas soberanas, tenemos que trabajar necesariamente dos líneas. Por un lado, necesitamos una planificación ciudadana del uso de la tierra para ordenar el uso actual y futuro en función de las necesidades de la ciudadanía y no del capital. Por otro lado, tenemos que reforzar y ampliar los proyectos de recuperación de tierras y espacios habitables, como Lurzaindia, Etxalde, La Borda, Marinaleda, Biziola y los que vamos a tener que crear.
¿Cómo hacer sin embargo para dar la vuelta a la situación en tiempos en los que prácticamente se ha producido la privatización de los bienes comunes materiales y se está produciendo la privatización de los bienes comunes inmateriales? El camino deberá ser público-comunitario, elaborado por la ciudadanía, creando con los instrumentos institucionales y cooperativos a nuestro alcance proyectos y estructuras de propiedad colectiva en nuestros territorios, comprando, recuperando y colectivizando tierra. Por ejemplo, podemos sumar nuestros ahorros en Coop57 para recuperar tierras y futuros para la vida, desde cualquier espacio de lucha, por pequeño que nos parezca.
Autoría: Beñat Irasuegi Ibarra. Talaios Kooperatiba.