¡Que Hércules nos proteja!

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Hércules es el héroe mitológico protagonista del escudo de Andalucía. El más deslumbrante de los doce encargos que recibió consistió en separar las dos montañas que flanquean el estrecho de Gibraltar para mostrar a las generaciones venideras que había llegado hasta el extremo occidental del Mediterráneo. De esta manera, las dos columnas que aparecen a ambos lados del escudo andaluz representan a las dos orogenias. El Hércules que dominó a los feroces leones irradia la fuerza de su espíritu y poder sobre las tierras pobladas durante miles de años por el pueblo andaluz.

El Gran Poder de Hércules se traduce en esperanzadoras creencias de estelas luminosas desvanecedoras de la oscuridad, de las tinieblas, como dice el poema “Deseando desvanecer la oscuridad” de Edmundo Rodríguez refiriéndose a la gente sin entrañas: “Cuanta suciedad arrastran por generaciones, sin encontrar la paz, la luz del desarrollo de la conciencia. Cuanta maldad, pueden hacer estos seres, que vienen repitiendo el comportamiento de sus ascendientes, que no reflexionan en lo noble, sino solo en lo sucio, en la cobardía, de no poder generar un basta a su hacer asqueroso, en el decir, y en el actuar”. Mercedes Sousa en su bella canción prefiere fijarse en los buenos corazones: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto, me dio el corazón, que agita su marco cuando miro el fruto del cerebro humano, cuando miro el bueno tan lejos del malo, cuando miro el fondo de tus ojos claros”.

Solo desde el más escrupuloso cumplimiento de los derechos humanos conseguirá la humanidad alcanzar la igualdad y la justicia. Martín Luther King decía que “la oscuridad no puede expulsar a la oscuridad, solo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar al odio, solo el amor puede hacer eso”. Lo afirmaba un ser humano que proclamaba a los cuatro vientos: “No soy negro, soy hombre”. Ese era su sueño. Un sueño compartido con Nelson Mandela, quien padeció la discriminación, el odio y la tortura, y que llegaría a enunciar: “Nunca debería ocurrir que esta tierra hermosa experimente la opresión de una persona a otra”. El mismo discurso de Marie Shear refiriéndose a la igualdad entre todos los seres humanos: “El feminismo es la noción radical de que las mujeres son personas”, no son actores secundarios ni complementarios. Es por este motivo por el que estamos llamados a ser feministas como muy bien lo define Gloria Steinem: “una persona feminista es cualquiera que reconozca la igualdad y plena humanidad en mujeres y hombres”.

Monseñor Óscar Romero fue asesinado, intentaron aniquilar su palabra, cuando su único delito fue defender al pobre y diferente: “la aceptación a lo diferente es lo que nos construye como una sociedad diversa”. No es amar a un hombre o a una mujer lo que hace la vida más difícil a una persona homosexual, es la homofobia. El clérigo Desmodt Tutu llegaría a afirmar: “Por qué como cultura estamos más cómodos viendo a dos hombres sosteniendo armas que ir cogidos de las manos”. No es el color de su piel lo que hace la vida más difícil para las personas de otra etnia, es el racismo. No es la pobreza lo que hace la vida más difícil al excluido, es la aporofobia, que niega la justicia social o se queda en simples migajas caritativas. No es la migración lo que hace la vida más difícil, es la xenofobia que levanta fronteras al que huye de la guerra y la miseria.

Si volviese el mitológico Hércules uniría orogenias, rompería fronteras entre los pueblos, igualaría a los seres humanos y fulminaría la oscuridad que mata la vida en nuestro maravilloso planeta. Como diría Blas Infante, padre de la patria andaluza, hacen falta “hombres (y mujeres) de luz”, que apuesten por el feminismo, respeten la diversidad familiar y sexual de la sociedad, cuiden del planeta haciendo posible la dignidad de toda la familia humana, haciendo de los derechos humanos tareas obligatorias para todos los habitantes de este mundo.

Ojalá salga un nuevo Gobierno que ayude a los hombres y mujeres a conseguir la vida que desean para que “los demás puedan respetarla y admirarla” como escribía Michel Foucault.