Por Ricardo Marqués Sillero. Físico y miembro de “A Contramano: Asamblea Ciclista de Sevilla”.
El Real Automóvil Club de Cataluña (RACC) acaba de descolgarse con la propuesta de un «carnet de condicir para ciclistas» y pone como ejemplo el «titulin» (uso sus propias palabras) que se exige a los propietarios de pequeñas embarcaciones recreativas para poder usarlas. Justifica su propuesta en una supuesta falta de formación de los ciclistas, lo que a su entender haría necesaria la medida.
Se trata de un modelo de educación vial totalmente opuesto al que desde siempre hemos defendido las asociaciones ciclistas: que la formación vial se imparta en las escuelas como parte del cirriculum escolar, con contenidos tanto teóricos como prácticos, impartidos estos últimos con la ayuda del único vehículo al alcance de todos los niños: la bicicleta.
Frente a este modelo de formación vial (vigente ya en muchos países del norte de Europa) integrador, público, democrático y gratuito, el RACC se decuelga con un modelo desintegrador (los ciclistas por un lado, los automovilistas por otro, los peatones ¿donde y cuando?, etc.) privatizado (presumiblemente serán las autoescuelas o empresas similares las que preparen a los ciclistas para la obtención del carnet), antidemocrático (solo unos cuantos tendrán acceso a la formación y al carnet a que ésta dé lugar) y presumiblemente de pago.
De hecho, el modelo propuesto por el RACC sería incluso una traba para el desarrollo del actual modelo de formación vial en la escuela vigente en España, en el que esta formación descansa en cursillos opcionales impartidos casi siempre por agentes de las policías locales o de la guardia civil de tráfico, en los que se utiliza, para su parte práctica, la bicicleta, por la razón antes aducida, es decir por tratarse del único vehículo al alcance de todos los niños. Si la propuesta del RACC se aprobase, solo los niños poseedores del «carnet» para ciclistas podrían acceder a esta formación (??!!).
El ejemplo puesto por el RACC para ilustrar su propuesta, el «titulín» para las embarcaciones recreativas, en realidad lo que ilustra es su deseo de que la bicicleta vuelva a ser un vehículo de ocio y no el competidor cada vez más pujante del automóvil privado como medio de transporte en las ciudades.
Ilustra también la principal contradicción de su propuesta y por qué no es apropiada para la educiación vial, no solo de los ciclistas, sino de la ciudadanía en general. ¿Qué porcentaje de la población española es propietaria y utiliza una embarcación de recreo? Alto o bajo, es evidente que se trata de una minoría. Por eso no tiene sentido incluir este tipo de formación en la enseñanza pública y se externaliza para ser impartido por entidades privadas que preparan para un tíulo oficial expedido por la administración competente, que valida esa formación. Algo parecido ocurre con el «carnet de conducir» vigente para los automóvilistas: no tendría sentido impartir en la escuela los conocimientos técnicos específicos necesarios para la conducción de los vehículos de motor a niños que quizás no lleguen a conducirlos nunca y que, en todo caso, carecen de edad para ello. Sin embargo ¿Qué porcentaje de la población utiliza la vía pública? Podríamos afirmar que el 100%. Por eso tiene todo el sentido del mundo que la educación para el correcto uso de la vía pública (como peatón, ciclista o automovilista) se imparta en la escuela pública y de acuerdo con una metodología integradora, no diferente para los diferentes usos (que no usuarios, pues todos hacemos esos usos simultáneamenete) de la vía pública.
Dicho de paso, lo mismo debería ocurrir con la educación para la salud. Nos ahorraríamos o paliaríamos el menos muchos de los problemas que ahora nos acosan: obesidad infantil, proliferación de las enfermedades coronarias y vasculares, negacionismos varios…
Autoría: Ricardo Marqués Sillero. Físico y miembro de “A Contramano: Asamblea Ciclista de Sevilla”