Desde que la derecha ganó las últimas elecciones en Andalucía, el pasado 2 de diciembre de 2018, ha puesto en marcha una política recentralizadora que fomenta la rivalidad entre provincias y debilita la Autonomía. Pongamos como ejemplo Granada, donde el bipartito del Partido Popular y Ciudadanos, apoyado por la extrema derecha, ha retirado la gestión al Parque de las Ciencias e intenta hacer lo mismo con la Escuela Andaluza de Salud Pública, instituciones muy queridas por los granadinos. Es decir, la derecha ha abierto dos heridas en una ciudad que se siente maltratada y mira con recelo a San Telmo, sede del gobierno autonómico. Una estrategia errática que es aprovechada por grupos localistas, interesados en enfrentar a Granada con Sevilla. Pretenden alentar así la creación de una nueva entidad autónoma en el oriente andaluz. Preconizan la división de Andalucía, que es un viejo sueño de la derecha granadina.
El debate entre partidarios y detractores de la autonomía andaluza empezó hace un siglo en las páginas de El Defensor de Granada. El periodista Constantino Ruiz Carnero, director del diario republicano, ya advertía entonces sobre las rivalidades provincianas como la peor lacra para el progreso de Andalucía. Llegó a convertirse en el principal valedor de Blas Infante en la ciudad de la Alhambra, utilizando la tribuna de El Defensor, que era el diario más leído por los granadinos.
Ruiz Carnero denunció de forma contundente el caciquismo, desde las páginas de El Defensor. En su dilatada carrera periodística, destacan sus artículos contra los abusos caciquiles, que le traerían problemas con los terratenientes, acostumbrados a dominar a los campesinos con absoluto despotismo. Precisamente, la defensa del jornalero le llevaría a identificarse con el Ideal Andaluz de Blas Infante. Ruiz Carnero escribió en El Defensor: “El señor Infante es hombre comprensivo y razonador que no se deja seducir por las divagaciones inútiles de la fantasía. Se ha puesto en contacto con la realidad. Ha recogido las más hondas, las más íntimas palpitaciones del alma andaluza y tiene una visión clara y precisa de cómo puede y debe ser nuestro regionalismo…”
Constantino consideraba que el proyecto andalucista de Blas Infante tenía claros síntomas de resurgimiento, por lo que hizo continuos llamamientos a la conciencia andaluza, desde la tribuna de este rotativo: “El momento es interesantísimo – decía el periodista -, y nosotros queremos recoger las orientaciones que se inician para hacer posible la unión espiritual y material de Andalucía. O sea, para que todos los pueblos andaluces sepan dar a esta idea un sentido elevado y patriótico…”.
Rivalidades provincianas
A Ruiz Carnero, como a Blas Infante, le preocupaban las rivalidades provincianas en la Andalucía de su tiempo: “Entre sus pueblos no hay un fuerte lazo afectivo ni una corriente sentimental. Tampoco existen aspiraciones comunes. Las ocho provincias andaluzas están como separadas, unas de otras, por barreras infranqueables – se lamentaba -; ni aún ese falso grotesco andalucismo que por ahí se pregona, caricatura del alma andaluza, es idéntico en todas ellas…” En opinión de Ruiz Carnero, los pueblos andaluces no sentían la curiosidad de conocerse, ni la necesidad de unirse, ni de establecer un núcleo poderoso de solidaridad: “Se han cruzado de brazos con cierto fatalismo absurdo”. Según Constantino, Andalucía estaba dormida: “escuchando la melancolía sonora de una guitarra y el lamento desgarrado de una copla sentimental. Sus ciudades se han empobrecido, sus campos se han arruinado y sus hombres han huido a millares para buscar el pan en otros países y regar con sudor y con sangre otras tierras…”.
En su particular lectura del Ideal Andaluz, Ruiz Carnero aprovecha para hacer un retrato despiadado de lo que llama la Andalucía trágica, a la que ha de enfrentarse el andalucismo emergente: “Las plazas de toros rebosantes de público. Los toreros desangrándose en las enfermerías. La multitud pidiendo caballos para que los destrocen las reses bravas. La sangre, manchando la arena. El rugido del entusiasmo. El alarido inmenso frente a la tragedia. Y por otro lado, las escuelas vacías. La incultura como una carroña social. Los pueblos, agotados y sin pan. La miseria, en los campos y en las ciudades. Despoblación, ruina, ignorancia, brutalidad. El crimen pasional, el navajazo durante la juerga, como notas características”.
Constantino describe la Andalucía de principio de siglo como una sociedad marcada por la decadencia y hace una critica demoledora de los intelectuales andaluces que sólo piensan en hacer carrera en Madrid: “Los políticos abandona la vida provinciana y giran en la esfera del Poder central que los absorbe. Los escritores ponen sus pensamientos y afanes en la vorágine de aquel Madrid centralista. Y Andalucía se debilita merced a esta pérdida de los valores intelectuales”.
Aunque ve en la tierra andaluza y el jornalero que la trabaja la esperanza de futuro: “Andalucía tiene un problema político, un problema económico y un problema social, pero tiene, sobre todo, un problema agrario que es de vida o muerte. Porque nuestras comarcas son esencialmente agrícolas y en los campos está el engrandecimiento futuro. Esos grandes problemas piden soluciones y nadie mejor que los andaluces pueden encontrarlas… Andalucía puede, sin duda, resurgir gracias al esfuerzo de sus hijos, tanto de los que aquí viven, como de los que abandonaron su tierra”.
¿Dónde está su amor a la patria andaluza?
Sin embargo, el también periodista Fabián Vidal, que había emigrado de Granada a Madrid, respondió a Ruiz Carnero, con un tono insultante, en la revista España: “Don Blas Infante se ha forjado muchas ilusiones, pero el ideal andaluz son los toros, y cuando no son los toros, es la huida a tierras extrañas…Estos tales (se refiere a los andaluces), muy modestos en sus aspiraciones, se contentan con poquísimo. Un empleíllo les satisface. Y para que no se lo quiten, se humillan de una manera que causa pena y rabia…”. La réplica de Constantino a las provocaciones de Vidal no se hizo esperar: “¿Dónde está su amor a la patria andaluza? Nosotros creemos que no es hora de negar sistemáticamente, sino de afirmar por convicción. Debemos ser optimistas. Necesitamos serlo. Porque todos los pueblos, incluso aquéllos que más se envilecieron y debilitaron, pueden aspirar a redimirse y engrandecerse. Los augures fatales deben guardar la pluma, que su época ha pasado. Ahora necesitamos quien vigorice los espíritus, no quien los deprima”.
El compromiso de Ruiz Carnero con el Ideal Andaluz de Blas Infante le llevó a fundar, con un grupo de amigos, la revista Andalucía. Aquel proyecto periodístico intentó establecer, desde Granada, una corriente de solidaridad entre los pueblos andaluces. A fin de lograr este objetivo, Constantino escribió: “Queremos romper el famoso y grotesco paisaje de pandereta y explorar el alma de Andalucía; la Andalucía fuerte, vigorosa y fecunda, que puede resurgir con el impulso de nuevos ideales…”.
Para Constantino es indispensable que el andaluz desarrolle su energía creadora, dentro de su propia tierra, sin dejarse absorber por el centralismo, como es el caso de Fabián Vidal. En este sentido, Ruiz Carnero sentencia: “La pluma del intelectual debe servir para algo más útil, más fuerte, más vibrante que trazar notas de color y emborronar cuartillas, ha de formar el alma del pueblo”. Cuando escribe estas palabras, está pensando en su íntimo amigo Federico García Lorca, el hombre que creó La barraca para llevar la cultura a los pueblos, el intelectual a quien admira por su capacidad de compromiso con Andalucía. Como podemos ver, Ruiz Carnero estudia en profundidad el Ideal Andaluz de Blas Infante, convirtiéndose en abanderado del ideario andalucista y la reforma agraria. Los tres intelectuales, Blas Infante, García Lorca y Ruiz Carnero, acabarían siendo fusilados por los golpistas del 36.
El proyecto andalucista de Infante ilusionó a Ruiz Carnero y le impulsó a realizar, incluso, una propuesta organizativa: “El Ideal Andaluz ha de tener propagadores en todas partes –afirmaba el periodista-, hasta en los rincones más ignorados. Y en todas partes deben constituirse grupo directores locales, encargados de tender lazos afectivos entre los pueblos y de difundir el programa que debe conducirnos al renacimiento de Andalucía”. En sus artículos, Constantino nos decía que Andalucía no se entiende sin Granada o, dicho de otro modo, que Granada, también es Andalucía.