En un artículo publicado en varios diarios andaluces, la semana pasada, señalé que las elecciones municipales habían sido desnaturalizadas al convertirlas en una «primera vuelta» de las generales. Esto hicieron, sobre todo, el PP (a todos los niveles) y también Pedro Sánchez. Los temas locales fueron oscurecidos y los propios candidatos a las alcaldías tratados como teloneros de los líderes estatales. No creo equivocarme si escribo que millones de electores votaron realmente a (o contra) Feijóo o Sánchez, haciendo caso omiso a quienes se presentaban en las listas. ¡Y todavía alguna prensa que presume de «progresista» (?) llama a esto «la fiesta de la democracia»!
Los resultados de esa estrategia han sido principalmente dos. El primero, un avance importante del PP, que, aprovechando, sobre todo, la práctica desaparición de Ciudadanos ha engullido la totalidad de los votos que este partido había recibido antes, logrando así el gobierno (en solitario o con la ayuda necesaria de Vox) de casi todos los ayuntamientos andaluces de ciudades y pueblos grandes y medianos, con el consiguiente retroceso del PSOE acentuado por el fracaso de Podemos (que parece seguir autodestruyéndose en casi todas partes).
La segunda consecuencia ha sido la pirueta de Pedro Sánchez, anunciando por sorpresa que disuelve las Cortes y convoca elecciones generales para el 23 de julio. Una decisión unipersonal -para la que no esperó siquiera la reunión de la ejecutiva de su partido- que responde tanto a la intención de tratar de cauterizar la herida de ayer cortando la euforia de las celebraciones peperas por el «tsunami azul», como a adelantarse a posibles movimientos internos que puedan moverle la silla.
Pero, en el fondo, de lo que se trata es de consolidar el bipartidismo, el «turnismo», que es uno de los pilares del Régimen político del 78 que, junto a la monarquía y la visión uninacional del estado, traduce y garantiza el Sistema socioeconómico y territorial desigualitario e injusto que padecemos: un Sistema y un Régimen en los que a Andalucía se le obliga a asumir el papel de colonia.
El que cada uno de los dos partidos (PSOE y PP), si tienen necesidad, puedan echar mano de otros partidos-muleta para gobernar desde la Moncloa no cuestiona significativamente, sino que consolida, el bipartidismo dinástico. En este marco, ni al Régimen ni al Sistema les conviene que ninguno de estos dos partidos-pilares se debilite demasiado.
Ante todo lo anterior, ¿qué hacer? podríamos preguntarnos. Desde mi análisis, centrarnos en el empeño de activar la conciencia de nuestra identidad cultural, histórica y política como Pueblo colonizado y ofrecer instrumentos de análisis para desnarcotizar la mirada sobre nuestros gravísimos problemas de todo tipo, sin quedarnos en el lamento o la protesta estéril, como ocurre cuando no se sitúan adecuadamente las causas de nuestro «dolores» colectivos. Organizarnos y tejer redes y plataformas en nuestra sociedad civil. Promover experiencias «desde abajo», desde los movimientos sociales emancipatorios, muy pegadas a la realidad de quienes vivimos en nuestros pueblos y los barrios de nuestras ciudades.
Sin una base sólida, muy pegada a la realidad social y del territorio, las iniciativas político-partidistas para estar en las instituciones o son solo construcciones desde arriba, o diseños de gabinete o aventuras «de oportunidad» o, cuando más, proyectos bienintencionados pero muy difícilmente viables. Y es que estar en las instituciones solo tiene sentido (y solo es posible, además) como resultado del empoderamiento que tiene como base la activación de la conciencia colectiva y su traducción en el ámbito de la política (entendida esta en su sentido verdadero). Algunos, aunque aún pocos, colectivos locales vienen haciéndolo desde hace un tiempo con un éxito razonable. Hay que generalizar estas experiencias: partir de lo local (del municipalismo) para alcanzar el nivel nacional andaluz. Y solo luego, plantearse defender lo andaluz en instancias del estado que nos trata como colonia.
Nadie debería deprimirse por no conseguir resultados electorales para los que, quizá, en la mayoría de los casos, aún no se estaría preparados. Aunque haya muchas urgencias, no es malo caminar despacio si queremos ir lejos. Siempre, claro está, que no nos detengamos y vayamos en la dirección y con el equipaje adecuados.