Tres comentarios sobre la política democrática en el reino de España

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1. La política del vacío

Un chiste: “Un hombre entra a un restaurante y le dice al camarero: joven, ¿me da un café sin crema por favor?. El camarero le responde: disculpe señor, se nos terminó la crema, ¿se lo puedo poner sin leche?”

El psicoanalista André Green describió la emergencia contemporánea, entre el territorio taxonómico de las psicosis y las neurosis, de una “clínica del vacío” en la que la psicología fundamental sería lo ausente o lo negativo, los sentimientos de soledad y apatía, la falta de entusiasmo, la falta de esperanza, el dolor sin conciencia, la ausencia de deseo, el tedio, lo sabido pero no pensado. Como compensación, la persona se ve comprometida en actividades adictivas, consumos compulsivos, promiscuidades e inestabilidades afectivas.

Estableciendo una analogía, ¿podría hablarse hoy de una predominante “política (democrática) del vacío”? Se trataría entonces de una política, según la relación de semejanza que establecemos con esa “clínica del vacío”, definida por una retórica en blanco, sin grandes conflictos con lo estructural, que ha perdido el interés por el pasado y por el futuro, ausente de complejidad, padeciendo una desinvestidura radical del mundo y sus contradicciones profundas. Como el paciente fronterizo que describe Green, la política del vacío estaría llena de… nada, de normalidad y “realidad”, de hiperadaptación, de impulsividad y labilidad sin mantenimiento de los compromisos, de ausencia de deseo, de resistencia a la complejidad. Esta hegemónica política del vacío pretendería la equivalencia entre los ideales posibles y los programas de “pan y mantequilla” o “cuchillo y tenedor” (Rosa Luxemburgo), transcurriendo en una temporalidad comprimida y atrapada en el presente (Enzo Traverso). Sin linajes (recuerda a Freud hablando sobre el paciente melancólico: puede saber a quién ha perdido, pero no lo que ha perdido en él), se legitimaría por el “miedo al miedo” (antes que el recuerdo del trauma prefiere el recuerdo de que nada pasó) y con psicología de consolación (cuánto costaría la electricidad si gobernase la derecha), por la ausencia de conciencia anticipatoria (no hay otro devenir del mundo que la “oscuridad del momento vivido”, E.Bloch), por la desmentalización resultante de la incapacidad para representar el antagonismo radical y el horizonte utópico.

En esta política del vacío casi todas las dimensiones del conflicto social, económico y cultural se expulsan al afuera de la deliberación y la confrontación democráticas, como lo negativo que no se pudiera ya pensar y al modo de tatuajes políticos de lo ausente. Un afuera no accesible democráticamente en que quedan, entre otros, el inmenso poder de despojo social y ecológico de las grandes corporaciones económicas, las relaciones internacionales, los dogmas constitucionales (España como esencia, monarquía, propiedad privada), el armazón juridico-político de la UE, la OTAN y la industria armamentística, los privilegios de la Iglesia, la no sujeción del ejército y el poder judicial a la democracia, el programa neoliberal, el derecho de autodeterminación o la reforma agraria.

2. La fascinación por los líderes

¡Viva Zapata!, la película dirigida en 1952 por Elia Kazan con guion de John Steinbeck tiene una escena cerca del final en la que un Emiliano Zapata (Marlon Brando), cansado y triste, habla a los campesinos, camaradas de armas. Les dice1:

«Esta tierra es vuestra y debéis defenderla. Si no lo hacéis, dejará de serlo muy pronto. Defenderla con vuestra vida y vuestros hijos con la suya. No menospreciéis a vuestros enemigos, porque volverán… si queman vuestra casa, construid otra; si destruyen la cosecha plantad de nuevo; si vuestros hijos mueren haced más; si os echan de los valles, vivid en las laderas de las montañas, pero vivid… siempre habéis buscado jefes, hombres fuertes y sin tacha ¡pero no los hay! sólo hay hombres como vosotros, ¡cambian! ¡abandonan! ¡mueren!… Los únicos jefes sois vosotros mismos, un pueblo que sabe ser fuerte es igual que una fortaleza inconquistable.»

En el centro de una política blanca, del vacío, compensatoriamente proliferan los (fugaces) hiper liderazgos políticos, figuras sobre las que un pensamiento mágico producto de la indefensión aprendida (lo que nos ocurre no se deberá a nuestras acciones u omisiones) deposita las energías y saberes colectivos y las esperanzas de salvación.

La idealización fue descrita por Freud como un mecanismo psíquico que engrandece y exalta al objeto. Es esencial para la constitución psíquica del niño, en especial la idealización de los padres (aunque no sería sinónimo de la formación de ideales) pero, a su vez, el propio desarrollo evolutivo tiene como condición la tarea progresiva de desidealización de esos padres (y de otras figuras de autoridad). Las idealizaciones masivas pueden indicar una grave carencia de sentimientos de autoestima y fallas narcisistas. La fascinación por los líderes y los jefes, cuando se lleva al paroxismo y la grandiosidad, es sintomática de procesos de (auto)devaluación de los grupos que los conduce a la dependencia y la melancolía.

Wendy Brown en su reciente libro En las ruinas del neoliberalismo expresa lo siguiente:

«La igualdad política es la base de la democracia. Todo el resto es opcional – de las constituciones a las libertades individuales, de las formas económicas específicas a las instituciones políticas específicas-. La igualdad política por sí sola asegura que la composición y ejercicio del poder político esté autorizado por la totalidad y deba rendirle cuentas a la totalidad. Cuando la igualdad política está ausente, sea por exclusiones políticas específicas o por privilegios, por las disparidades sociales o económicas extremas, por el acceso al conocimiento desigual o administrado, o por la manipulación del sistema electoral, el poder político inevitablemente será ejercido por y para una parte, más que por el todo. El demos deja de gobernar. »

El neoliberalismo, con “el Estado cada vez más instrumentalizado por el gran capital2, ha tenido además un éxito feroz en sus pulsiones de desdemocratización. En parte se ha beneficiado de cierto desdén histórico de las izquierdas por la libertad y la democracia en favor de la igualdad, de su mayor preocupación por los derechos sociales y económicos y menor por las libertades políticas y la democracia (basta ver la actitud mostrada por la izquierda española frente al conflicto catalán en relación al “derecho a decidir”, incluyendo la indolencia frente a la represión del Estado en Cataluña).

De acuerdo con este régimen de prioridades, junto a la desvitalización militante o participativa, la derrota de la imaginación política y el abandono de la función del “partido” como intelectual colectivo (Gramsci), se intensifica la tendencia a la detumescencia democrática dentro de las propias organizaciones políticas, así como la concentración del capital político y el poder orgánico en unos pocos/as.

La impotencia para cambiar estructuras de desigualdad se acompaña de hiperliderazgos carismáticos que contradicen la democratización del pensamiento y la deliberación y toma colectiva de decisiones. Una “militancia” educada en la psicología del aplauso exhala extasiada cada vez que que el/la dirigente esgrime bellos discursos en la tribuna parlamentaria, en twitter o en una entrevista periodística. Aunque ya distante en el tiempo, es paradigmático de esto que decimos, por ejemplo, la forma en que, según lo narraba Juan Andrade, Santiago Carrillo impuso el viraje en su partido para la aceptación del régimen del 78:

El 14 de abril se reunió el Comité Central del PCE. Se trataba de la primera reunión de este órgano en la legalidad después de la dictadura. Fue en ese pleno ampliado del Comité Central donde el PCE reconoció oficialmente la unidad de España, la monarquía y la bandera bicolor. Los miembros del partido que acudieron a la reunión no tenían constancia de que en ella se fuera a plantear semejante decisión, ni mucho menos sabían que el compromiso con la monarquía ya lo hubiera sellado tiempo atrás el secretario general.3

Así, los dirigentes se invisten de un saber y de un poder oligárquico que funcionan como dones naturales, innatos y que invisibilizan el proceso por el que se les transfirió colectivamente esa competencia, lo que, finalmente, resulta alienante para el colectivo del que, supuestamente, deben funcionar como emergentes, portavocía y depositarios del saber común. Un espíritu muy lejano del que recogió Marx en los Estatutos de la Asociación Internacional de los Trabajadores: “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los trabajadores mismos.

Creo haber entendido algo de esto en el tratamiento, este sí, original, profundo y riguroso sobre los problemas de la democracia y su «degeneración oligárquica» que hace el muy recomendable libro de Jose Luis Moreno Pestaña, profesor de Filosofía de la Universidad de Granada, Los pocos y los mejores. Localización y crítica del fetichismo político4 (por cierto, al hilo de esto, a ver cuando se deja de legitimar tantas veces el ideario andalucista en base a los tópicos esencialistas y sentimentalistas sobre el duende, el pellizco, el quejío o los seres de luz y se ponen en valor otras esferas andaluzas de la creación: las del pensamiento, la filosofía, la cultura o las ciencias).

Sin duda, la figura de Yolanda Díaz es emblemática aquí y ahora (no creo que sea culpa suya) de estos investimientos masivos que exhiben la merma de autoconfianza en la capacidad de agencia colectiva. Estos procesos que hacen depositarios de idealizaciones masivas a los líderes naturalizan la concentración del poder orgánico, así como la desigual distribución de las capacidades democráticas y cognitivas, al modo de eso que Lacan, en el marco de la relación transferencial entre psicoanalista y analizado, llamaba el sujeto “supuesto saber“ (la ficción de que el líder o el analizante saben más sobre nuestro mundo y sus conflictos que nosotros mismos).

Señalar las amenazas democráticas que representan el neoliberalismo y sus negras fuerzas de choque, exige también la mirada hacia adentro sobre la desdemocratización propia de las organizaciones sociales, sindicales y políticas y sobre las cesiones colectivas de capital político “hacia las direcciones”.

3. El “eclipse de la cuestión estratégica” y ejemplo destituyente chileno

Los chilenos derrotaron a Pinochet en un plebiscito en 1988. Aún así, siguió como comandante en jefe del ejército hasta 1998, y luego siguió como senador vitalicio. Era la democracia chilena tutelada por el pinochetismo. En octubre de 2020 se llevó a cabo un referéndum para decidir sobre el inicio de un proceso constituyente (la actual Constitución encarna la ilegitimidad de la tutela pinochetista) en el que participó la mayor cantidad de votantes desde la transición a la democracia. La derecha chilena sólo obtuvo 37 de los 155 escaños de la convención constitucional que deberá redactar la nueva Carta Fundamental del país, lo que la deja por debajo del tercio de representación necesaria para poder vetar las normas del texto. Se alcanzaba una conquista destituyente que era el resultado de enormes energías políticas desplegadas en las décadas recientes por estudiantes, mujeres, pueblos indígenas, trabajadores…, movilizaciones conscientes y concientizadoras de que no se podría avanzar en derechos democráticos y sociales bajo la férula de la constitución pospinochetista. El vicepresidente de la Central Unitaria de Trabajadores, Nolberto Díaz, describía así el marco constitucional heredado.

Esta Constitución se hizo para cuidar a los empresarios, proteger al capital, a los poderosos y quitarles derechos a los jóvenes, a los ancianos, a los ciudadanos. Esta es una Constitución ilegítima que ha permitido que nos despojen de nuestras empresas públicas, del agua, de la salud, de los bienes públicos.”

Elisa Loncón, feminista mapuche, ha sido elegida presidenta de la primera Convención Constitucional de Chile. En su primera intervención ante la nueva Asamblea dijo:

Esta convención, que hoy día me toca presidir, transformará a Chile en un Chile plurinacional, en un Chile intercultural, en un Chile que no atente contra los derechos de las mujeres. En un Chile que cuide la madre tierra.

¿En qué interpelaría este proceso a la actual política progresista en el reino de España? Bueno, parece que el ejemplo chileno puede enseñar sobre el resultado de orientar un fuerte caudal de movilizaciones sociales y democráticas hacia un horizonte estratégico: en este caso, el de actualizar un encuadre normativo y político que exprese una correlación de fuerzas más democrática y favorable a las grandes mayorías.

Podría decirse que en el estado español, las grandes pulsiones y energías políticas que representaron el 15M y la apuesta por “el derecho a decidir” del republicanismo catalán abrieron un horizonte destituyente del régimen del 78 de la misma naturaleza que el vivido en Chile. Cuatro décadas después del “atado y bien atado” posfranquista, una importante crisis sistémica atravesó a la institucionalidad y a las estructuras amparadas por la Constitución de 1978.

Sin embargo, la resignificación final operada por las fuerzas democráticas y progresistas españolas de todo ese conflicto en términos de unilateralismo, constitucionalismo y “gobiernos de progreso” para “parar a la derecha” ha conllevado un resultado distinto. La renuncia a un horizonte estratégico destituyente del régimen del 78 ha permitido la recomposición de una correlación de fuerzas más favorables a las élites y la restitución del sentido común básico que legitimó toda la fisiología, la estética política y el “conflicto” bajo el régimen del 78: la alternancia entre la izquierda liderada por el PSOE y la derecha hegemonizada por el PP (aunque ambos, por ahora, con apoyos subalternos).

En definitiva, dos salidas para la “cuestión estratégica”: proceso constituyente para desmontar la arquitectura jurídica y política pospinochetista, en el caso de Chile, y aggiornamento y reestabilización del régimen político posfranquista en el reino de España.

1Discurso de Marlon Brando en Viva Zapata – YouTube

2 En las ruinas del neoliberalismo. Brown, W. Traficantes de sueños, 2021

3 El PCE y el PSOE en (la) transición. La evolución ideológica de la izquierda durante el proceso de cambio político. Andrade, Juan. Siglo XXI, 2015

4 Los pocos y los mejores. Localización y crítica del fetichismo político. Jose Luis Moreno Pestaña. Ediciones Akal . 2021