Vivir requiere tiempo

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Que una persona que está atravesando momentos muy difíciles te diga que no sabe cómo agradecerte todo lo que estás haciendo por ella por el simple hecho de echar una hora a la semana (sí, una hora) en su compañía, da mucho que pensar.

Que te envíen un libro de poesía, que lo abras con celeridad y curiosidad pero que lo aparques hasta no sabes cuándo para poder dedicarle su tiempo, da mucho que pensar.

Que vayamos corriendo, incluso, a actividades que debieran significar relajación y esparcimiento y vivamos como el hundimiento del Titanic faltar algún día por cualquier motivo (o por ninguno), da mucho que pensar.

La lógica del crecimiento propia de la modernidad, con su ritmo acelerado de vida, nos está robando lo más preciado que tenemos: nuestro tiempo. Tiempo para dedicar y para dedicarnos. Tiempo para pasar con amigxs, con familia o con quien nos dé la gana; tiempo para leer lo que queramos o para pensar en las musarañas. Pero ¿a quién importa eso? Ya nos inculcaron aquello de “el tiempo es oro” y tenemos en la cabeza que hay que “invertirlo” de la mejor forma posible para alcanzar unos mínimos, cada vez más mínimos en muchos casos (como si no hubiera condicionantes de partida), o para no sé muy bien qué, con el objetivo de llegar a no sé dónde…, en otros casos. Pero lo hemos interiorizado y actuamos en consecuencia, con nosotrxs y con lxs otrxs. Y cada vez nos vamos dedicando menos tiempo. Incluso con lxs más pequeñxs, valoramos sus tiempos cada vez de forma más utilitarista, pensando en cómo ocuparlo de la mejor forma posible para que les sirva el día de mañana.

Por supuesto, disponer libremente de nuestro tiempo no sale gratis, está penado; de esto sabe bien la gente a la que amenazan con echar de sus empleos si no realizan horas extras (claro está, no contabilizadas en muchos casos como tales), o quienes diseñan sus currículums sin pensar exclusivamente en las condiciones y ritmos que marca la institución o la empresa, regidas por la productividad y la competitividad. Cumplir con lo que se espera de nosotrxs supone renunciar en otros ámbitos de nuestras vidas, pero ya nos enseñaron a valorar según el orden de prioridades marcado (todavía hay quien piensa que el retraso en la maternidad o la libre decisión de ser o no ser madres no tiene nada que ver con esto…).

Me pregunto cómo podríamos denunciar todo el tiempo robado, cómo dar cuerpo a esa denuncia. Quizás no haya forma de hacerlo, pero sí estaría bien dedicar un tiempo a pensar sobre estas cuestiones para actuar con lógicas que pongan el disfrute de una vida plena en el centro (lo que sería mucho más posible, sin duda, con una Renta Básica Universal e Incondicional). Visitar y recibir visitas, regalar y recibir regalos, prestar, pedir prestado, charlar sobre lo divino y lo humano, acompañar, consolar, cuidar y ser cuidado, jugar, cocinar, disfrutarnos, querernos, festejarnos… requiere tiempo. Construir redes y ampliar redes con las que posibilitar y llenar la vida requiere tiempo. Salvarnos con ellas, a través de ellas, en un contexto en el que las personas no importamos fuera de nuestra utilidad al sistema, requiere tiempo.

Además, ¿qué sentido tiene la vida sin todo aquello que nos conecta con lxs otrxs y con el mundo al que pertenecemos? Quizás este sea uno de los grandes problemas de fondo de la modernidad occidental, la falta de sensibilidad ante gran parte de lo que nos rodea, por eso llegamos incluso a concebir que la vida no tiene sentido. Como afirma el africanista Ferrán Iniesta, Occidente está lleno de mentes privilegiadas tendentes al suicidio. Sinceramente, yo tampoco dudo de las capacidades intelectuales de mucha gente, pero sí de su capacidad de empatía y de establecer vínculos emocionales con todo aquello que excede a su intelecto. Sí, hay gente muy brillante en lo suyo, sin duda, pero insensible a lo que le rodea.

Nos necesitamos unxs a otrxs y lo sabemos. El confinamiento supuso un duro recordatorio y todavía resentimos la carencia del piel con piel. No nos podemos permitir el lujo de no echarnos cuenta, de no dedicarnos tiempo. Soy porque somos. Disfrutemos la vida de cerca.

 

“Y en los portales de internet, ¿hace fresquito, como en el de mi abuela?” (Minimás de Carmen Camacho).