Yo también diría que NO

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Coincidiendo con el inicio de la campaña de recogida de la fresa, arándanos y frambuesas, saltaba la noticia y se formó el revuelo. El Servicio Andaluz de Empleo (SAE) había realizado en Huelva unas 20.000 llamadas ofertando trabajo para las faenas agrícolas de la provincia antes mencionada. El resultado de las llamadas fue lo que provocó el escándalo, porque según la información que ofrecieron públicamente, de las 20.000 llamadas sólo 900 contestaron afirmativamente.

Televisiones abriendo informativos, periódicos, sindicatos, la patronal onubense y sus colaboradores necesarios UGT y CC.OO., participaron de forma crítica en la operación de desprestigio contra la gente trabajadora, calificando los hechos como escandalosos o incomprensibles por la situación de desempleo y por los subsidiados existentes en Huelva y provincia.

Vaya por delante que si mi situación hubiera sido semejante a la de l@s desemplead@s onubenses, yo también hubiese dicho NO a la oferta.

Las razones de mi negativa serian múltiples. Señalaré unas cuantas.

En los tajos donde se desarrollan estas tres faenas agrícolas no se respetan los mínimos derechos sociales y laborales que todo trabajador o trabajadora debe tener reconocidos y garantizados. El convenio provincial del campo que firman UGT y CC.OO., siendo uno de los más bajos de Andalucía en su contenido, no es respetado en la práctica totalidad de las empresas; las humillaciones hacia la gente trabajadora está presente en todos los lugares; se imponen ritmos de trabajos ilegales, obligando a la gente a recoger un número de cajas o de kilos que deje contenta a la empresa; se deja vivir a la gente inmigrante a la intemperie, bajo plástico  o en chozas, que salen ardiendo y no se investigan las causas, como en Lepe o en Moguer, sin los mínimos elementos necesarios: sin duchas, sin agua potable, sin luz… sin nada; salario miserable: 41,20 € por jornada. De esos ridículos 41 euros, tienen que pagar el transporte, cuando el propio convenio provincial recoge la obligatoriedad de las empresas a pagarlo; horas extras que no se pagan o cuando las abonan lo hacen a razón de lo que le venga en gana al patrón de turno; despidos a capricho por ausentarte para orinar; manijer@s “especiales” contratados para que sean los encargados de imponer los abusos y las humillaciones…

¿Es digno aceptar estas ofertas de trabajo en esas condiciones? Como figura en el título de este escrito, yo también las rechazaría sin ningún género de duda.

Culpabilizar a la gente trabajadora del campo es muy sencillo y barato. Señalar a los responsables no resulta tan cómodo. Las empresas del sector tienen importantes beneficios. Así lo hacen saber los informes anuales. Quizás convendría repartir algo de esas ganancias entre esa gente, que con el sudor de su frente y en condiciones poco dignas, se esfuerzan diariamente en sacar adelante esas cosechas de fresas, arándanos y frambuesas. Y, si además de repartir parte de los beneficios, se promoviera el respeto y se diera un salto cuantitativo en los derechos sociales de esa gente, estoy convencido que no haría falta que el Servicio Andaluz de Empleo llamara a nadie para cubrir esos trabajos.