La calle San Antón de Jerez de la Frontera, antiguamente conocida como Corral de San Antón, alberga en su número 5 al único Corral que sobrevive a duras penas entre las calles del Barrio de San Miguel. Sus orígenes no están fechados con exactitud, habiendo historiadoras que creen encontrar elementos del siglo XVIII y otros, sin embargo, que lo trasladan a finales del XIX e incluso principios del XX.
Claro exponente de la arquitectura popular, su valor reside fundamentalmente en su carácter etnológico, es decir en las formas de vida asociadas a éste. La construcción horizontal en la que las casas se miraban unas a otras a los ojos, y con multitud de zonas comunes, facilitaba que estas formas de vida se cimentasen en relaciones más colaborativas y cooperativas. Sin romantizar estas épocas a las que no les fueron ajenas el dolor y las injusticias, colocamos a estas casas y a los barrios que las albergaban como cuna de una cultura popular de la que nos sentimos herederas. Los oficios artesanales, la cocina de la abuela o el flamenco, por ejemplo, tienen en estos espacios su lugar en la historia. Y la transmisión oral de saberes fue su vehículo. En las últimas décadas nuestras ciudades se han transformado, primando un modelo de ciudad ligado al Capitalismo, en el que la rentabilidad económica es el eje sobre el que gira y en el que el modelo de ciudad ligado a las antiguas casas de vecinos y sus barrios se ha ido perdiendo.
El proyecto de rehabilitación del Corral se sustenta en su conversión en un espacio para el barrio y para la ciudad, un lugar de encuentro para los movimientos sociales y para la economía combativa/colaborativa, y, sobre todo, un espacio para la cultura crítica, alejada de los objetivos de los cánones de mercado. Es por todo ello que El Corral no es un simple espacio en el que convivirán distintos proyectos, sino que se entenderá en su común, como un espacio colaborativo y cooperativo en el que todas las personas que participen deben crecer.
Aún en fase de rehabilitación, El Corral contará con tres zonas:
Por un lado, una estable de trabajo. No era difícil ver que los bajos de estas casas servían de esparterías, estererías, platerías, zapaterías, talleres de relojería, carpinterías, sombrererías, tapicerías, y que la transmisión oral de saberes permitía que los niños y las niñas de estas casas y de las de alrededor, aprendieran y heredaran estos oficios. Los oficios se han transformado mucho, pero la cooperación, el aprendizaje y el crecimiento colectivo deben guiar estos espacios tal como en muchas ocasiones ocurría en aquellas antiguas casas.
Por otro lado, un local multiusos para asambleas, ponencias, jornadas, talleres, cine-club, presentaciones de libros, sala de exposiciones, etc. Este espacio se encuentra en un estado bastante avanzado en su fase de rehabilitación, lo que ha posibilitado que en los últimos meses hayamos podido hacer ya un uso provisional de él: el Festival de Cultura Compartida, la presentación de la revista La Madeja, unas jornadas sobre migrantes y refugiadas, un ciclo de cine feminista, un taller de serigrafía, otro de fanzines o la creación de un grupo de masculinidades han sido algunas de las actividades que ha acogido nuestro local multiusos en los primeros meses de este año. La idea de este espacio es que sirva para todo aquel colectivo que lo necesite, coordinando una agenda común y posibilitando el encuentro con otros colectivos. Toda persona que haya participado de los movimientos sociales de nuestra ciudad sabe lo complicado que es encontrar lugares de encuentro para nuestras actividades, la asistencia a las cuales se reduce en la mayoría de los casos a las personas miembros del colectivo organizador. Así, pretendemos que la asistencia a las actividades pueda ser más diversa y crear ese espacio de encuentro que tanto anhelamos.
Y por último, un mercado social/librería-cafetería. La cafetería nos dará un elemento clave: la cotidianidad, y, con ella, la posibilidad de crear relaciones de afinidad basada en los cuidados, un espacio en el que nos encontremos de manera natural, que propicie unas relaciones de confianza que se nos hacen necesarias. Con el mercado social pretendemos facilitar el acceso a los productos de economía social de nuestra ciudad.
La librería, por su parte, será una librería vinculada a los movimientos sociales y a la formación de una conciencia crítica, en la que cada libro será como un ladrillo de la casa que entre todas vamos a construir. De esta casa el feminismo, los movimientos migratorios, la ecología, la salud, la política antiautoritaria o la cultura crítica no serán invitados, sino que serán algunos de sus habitantes y un gran salón será su lugar de reunión. Tampoco dejaremos de lado la decoración de la casa y haremos de la belleza estética otro de los frentes de reapropiación. De momento ya contamos con una pequeña distribuidora de la mano de nuestras amigas y nuestros amigos de Libros de la Herida, Cambalache, Traficantes de Sueños y Virus.
Hablamos de socializar el espacio y no de alquilar talleres porque lo más importante de este proyecto es precisamente su carácter político y social. No queremos crear proyectos que no tengan nada que ver unos con otros, sino que queremos hacer visibles otras formas de trabajar en las que la cooperación, la autogestión y el apoyo mutuo sean ejes vertebradores. Queremos educar en la economía social y cooperativa, dándole el significado que pensamos que debe tener, es decir, reapropiarnos del concepto y de las realidades económicas, usurpadas por el Capitalismo, y queremos, a su vez, colaborar en consolidar aquellos proyectos que trabajan desde esta perspectiva. Una solidez del común que no permita que lo individual vaya cayendo uno tras otro.
Hablar de El Corral de San Antón es hacerlo también de su alter ego, la Asociación “El Arrabal de San Miguel” , cuyo trabajo de barrio ha quedado sobradamente demostrado en su corta pero intensa existencia, con actividades como las Jornadas de Uso del Espacio Público o la denuncia del abandono del solar que une las calles San Antón y Pollo. En estos trabajos hacemos hincapié en la necesidad de establecer espacios de encuentro en los que los vecinos y las vecinas del barrio puedan volver a relacionarse. Un barrio, el de San Miguel, con dos núcleos poblacionales muy diferenciados (población autóctona de edad avanzada y una nueva población inmigrante), en el que apenas hay lugar para conocerse y compartir, y en cuya vida, El Corral de San Antón quiere verse integrado, realizando actividades que sirvan de herramientas para la conexión tanto generacional como multicultural.
Otro de los aspectos por los que El Arrabal de San Miguel apuesta por proyectos como El Corral de San Antón es por la lucha contra el abandono del Centro Histórico de nuestra ciudad, situación ésta que es vista por muchos como una posibilidad de explotación y especulación urbanística, contra la que hay que estar vigilantes, dada la experiencia de otras ciudades, consideradas como el último objeto de consumo. No podemos apostar toda la economía local y la rehabilitación del Centro Histórico al Turismo y la Hostelería. La moda de términos relativamente nuevos como el de “gentrificación” es signo de un peligro no potencial, sino ya real.
El Corral, en definitiva, es una necesidad política, social y cultural. El Corral es la necesidad de la belleza de los corazones en llamas.
Autoría: José Luis Fuentes, miembro de la asamblea de El Corral de San Antón.