Según la Encuesta de Condiciones de Vida de 2016, el 35,4% de la población andaluza vive por debajo del umbral de riesgo de pobreza. En términos absolutos, en Andalucía hay 2.969.390 personas en riesgo de pobreza, es decir, que viven con menos de 8.209 euros al año si son hogares de una persona y con menos de 17.238 euros si lo hacen en hogares de dos adultos y dos niños. Entre 2008 y 2016 el número de pobres en Andalucía aumentó 738.184 personas.
La pobreza ahonda las diferencias entre norte y sur peninsular. Andalucía, junto a otras comunidades del sur (Canarias, Castilla La Mancha y Extremadura), sufre las mayores tasas de pobreza, por encima del 30%, frente a comunidades como la vasca o Navarra donde la tasa de riesgo de pobreza es del 9,0%. Las diferencias han aumentado; en 2008, la tasa de riesgo de pobreza en Andalucía era un 7,5 puntos superior a la del Estado (27,3% para Andalucía frente al 19,8% del Estado), cifra bastante inferior a la diferencia de 13 puntos existente en 2016 (35,4% para Andalucía frente al 22,3% del conjunto estatal).
El principal cambio se encuentra en que la disposición de un empleo cada vez es menos sinónimo de no poder ser pobre. Las políticas de recortes del gasto público y las reformas laborales están ejerciendo una mayor presión en las condiciones laborales que provocan un aumento del número de personas pobres con un trabajo remunerado. Las personas trabajadoras pobres son aquellas que, a pesar de contar con empleo y percibir ingresos salariales, viven en hogares en donde los ingresos no superan el umbral de la pobreza.
La Encuesta de Población Activa muestra desde 2014 tres años seguidos con descenso del desempleo, pero éste no se ha visto acompañado por un descenso de la pobreza en general ni entre las personas con un trabajo remunerado en particular, más bien todo lo contrario. Así, entre 2014 y 2016 la tasa de desempleo en Andalucía descendió del 34,78% al 28,89%, mientras la tasa de riesgo de pobreza aumentó del 33,30% en 2014 al 35,40% en 2016, esto es 2,1 puntos superior. Igualmente ocurrió con la tasa de riesgo de pobreza entre las personas con empleo, aumentando del 23,05% en 2014 al 24,45% en 2016.
Los niveles de pobreza entre la población empleada son superiores en Andalucía respecto al conjunto del Estado, diferencia que se ha visto incrementada en los últimos años. Así, en 2008 el porcentaje de personas empleadas en situación de riesgo de pobreza en Andalucía, lo que se podría llamar pobreza laboral, era del 18,1% mientras en el conjunto del Estado era del 11,7%. En el año 2016 se ha producido un incremento de la pobreza laboral hasta el 24,4% en Andalucía, incrementándose la diferencia en más de diez puntos con el Estado (14,1%).
Esta situación desmiente que un aumento del empleo provoque una disminución automática de la pobreza. El “VI Informe sobre el estado de la pobreza 2016”, realizado por EAPN (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social), llama la atención sobre las altas cifras de pobreza que afectan a la población empleada, “que cuestionan la idea, amplia e insistentemente difundida, de que el mejor antídoto contra la pobreza es el trabajo”.
La pobreza, su recrudecimiento y perdurabilidad se han convertido en uno de los mayores dramas a los que se enfrenta la sociedad andaluza. La deriva económica y laboral que estamos viviendo en estos últimos años no hace sino evidenciar de nuevo que el sistema capitalista por sí solo no es capaz de asegurar las condiciones mínimas de vida.
El empleo representa la principal fuente de ingresos para una gran parte de la población, por lo que es preocupante que únicamente el 41,1% de la población andaluza en edad de trabajar estuviera ocupada en 2016. Y lo es mucho más que 1.151.100 andaluces que querían un empleo no lo puedan tener, sobre todo porque para una parte de ellas el desempleo se hace cada vez más crónico. A lo cual se suma que las prestaciones por desempleo son cada vez más insuficientes y que el empleo creado es más precario.
Además, a la situación de desempleo y empleo precario se le une el hecho de que ni tan siquiera tener un empleo implica en muchas ocasiones poder escapar de la pobreza. En este sentido llama la atención la bajada del desempleo a la vez que aumenta el número de trabajadores pobres.
El aumento de la tasa del riesgo de pobreza y de los trabajadores pobres (o pobres con empleo), son una muestra de que la llamada “recuperación económica” se está saldando con una mayor desigualdad y fractura social.
Se puede afirmar que, en cada vez más casos, el trabajo remunerado ya no representa una salvaguarda ante la pobreza. Por tanto, parece que ha llegado el momento de desterrar como objetivo único el pleno empleo, así como la idea de que un trabajo (remunerado) es un mecanismo suficiente para alcanzar una vida digna. Cada vez son más necesarios otros mecanismos de redistribución de la riqueza generada por el conjunto de la gente, objetivo que, en el actual capitalismo, es incapaz de lograr el empleo o trabajo asalariado.
Autores: José Manuel Betanzos y Óscar García. Área Estudios Autonomía Sur, Cooperativa Andaluza.