Pensar y sentir Andalucía hacia una nueva agenda del andalucismo político de izquierdas

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El próximo día 10 de agosto volvemos a honrar la memoria de Blas Infante Pérez del Álamo. Padre de la Matria andaluza asesinado en el 10 de agosto de 1936 por los fascistas en Sevilla. Su asesinato nos dejó una Andalucía huérfana, sepultada, sumergida por décadas de traiciones, pactos y expolios, que hoy, 81 años después, sigue buscándose a sí misma. El próximo día 4 de diciembre, 40 años del fatídico 4 de diciembre de 1977, día histórico de las movilizaciones sociales del pueblo andaluz por el reconocimiento de su autonomía  como pueblo, como nación histórica, que acabaron con el asesinato en Málaga del joven sindicalista García Caparros, volveremos a tomar las calles para reivindicar ser y sentir Andalucía como la que más. Hoy Andalucía sigue sangrando pueblo.

Blas Infante definió el andalucismo, como un nacionalismo universal, no excluyente, un nacionalismo anti-nacionalista, humanista por encima de todo. Por saber definir y pensar una forma de nacionalismo popular, cultural, que se siente soberano y que se arraiga en sujeto político; por saber pensar y sentir su pueblo, fue fusilado Blas Infante. Pero no por ello su pueblo dejó de querer sentirse, de querer pensarse. Ejemplo de esas ansias la hemos encontrado en sindicatos alternativos y de clase como el SAT, en organizaciones políticas como la CUT, que ni en la “belle epoque” del PSOE, cuando la resignación se hizo rutina política, dejaron de soñar una Andalucía libre de cadenas. Y el castigo político por esa trayectoria ha sido represión, persecución y cárcel. Nuestro compañero Andrés Bódalo, que lleva más de 16 meses privado de libertad por denunciar, como Blas Infante, la Andalucía del hambre, del fracaso escolar, del desempleo, de la mujer confinada a sus labores o la precariedad laboral, la del saqueo por las élites y la oligarquía del estado español.

Nuestro 4 de diciembre de 1977 puso a Andalucía de nuevo en el debate territorial junto al resto de países del Estado español que querían tener pleno reconocimiento nacional. Esa España frente las nacionalidades históricas se vio forzosamente transformada en lo que el pesoísmo supo articular como el “café con leche para todos”, el Estado de las Autonomías, por el cual, a  dos de las nacionalidades históricas se le otorgaba ciertos privilegios fiscales, más o menos institucionalizados (a través de la recaudación propia en el País Vasco o de la conformación del pujol-aznarismo en Cataluña).  La tercera de las nacionalidades históricas, Galicia entraba dentro del cupo de las que fueron protegidas con un reconocimiento lingüístico de Estado, mientras que para desarticular los deseos soberanos de Andalucía, las oligarquías del Estado español (y su primer núcleo del pesoísmo sevillano) diseñaron un Estado autonómico asimétrico así como un régimen pesoísta para Andalucía, con dos misiones fundamentales en la transición, unir y confundir dos cosas: las oligarquías y las clases populares por un lado y por otro ligar a Andalucía con España.

El régimen pesoísta ha sabido mantener a Andalucía ligada al Proyecto España, ligada a una forma de proyectarse a sí misma que no le es propia. Seguimos pensando Andalucía sin tomar conciencia que ésta se ha convertido en el centro del cambio climático, sin tomar conciencia de un mundo rural anclado en el feudalismo, donde las jornaleras aún tienen que suplicar la firma de las peonadas para tener derecho a un subsidio agrario. Una Andalucía gobernada por un régimen que no tiene clavada en la conciencia la imagen sombría del jornalero, que no tiene el corazón envuelto en Dignidad.

Andalucía sigue siendo un país económicamente atrasado y dependiente, políticamente subalterno y culturalmente neutro y alienante. Una Andalucía de “faralae”. Esta ha sido la misión de un PSOE que si ha sabido pensar desde Andalucía, pero hacia España. Con la crisis actual del PSOE y la pérdida del aparato por parte del sector felipista, vemos por primera vez un PSOE que no vincula ya Andalucía con España y que hace tiempo que tampoco vincula a las clases medias y populares con las oligarquías. Un PSOE que ya no piensa ni construye España desde Andalucía. Ahora sólo es para ellos una trinchera, una madriguera en la que esconderse para volver a seguir predicando y profesando un andalucismo inocuo, domesticado y domesticador, con miedo a hacer política con mayúsculas.

El PSOE es parte de un régimen decadente que se muere con su viejo tiempo pasado, sin encontrar oposición. El pesoísmo es una fuerza que se bate en retirada, pero nadie sabe recoger su espacio sociológico, y esa puede ser su tabla de salvación.

En Andalucía, las fuerzas del cambio seguimos teniendo un techo de cristal, seguimos padeciendo los mismos complejos que nos han condenado al ostracismo político. Las izquierdas españolas, son las izquierdas andaluzas como bien han demostrado el peso de la federación andaluza del PSOE, el PSOE-A y el peso del PCA tanto en el PCE como en IU. Esto no pasa aún en Podemos. No obstante, el reto es apasionante, encontrar la fórmula para construir Unidad popular hegemónica, tomando como pilares fundamentales el feminismo, el municipalismo y la soberanía como camino hacia la libertad.

El objetivo fundamental ahora es pensar y construir sujeto político andaluz, que supere la idea trasnochada de Andalucía. Aprovechar la crisis política, institucional y la derrota del aparato felipista para conformar un espacio social y político, que piense, sienta y viva Andalucía como Blas Infante, con intensidad, honestidad y dignidad.

¿Cómo podemos trabajar para articular un espacio político-social propio? En primer lugar conformar un espacio político andaluz, un lugar de encuentro, un sujeto político andaluz, pensado desde Andalucía y para Andalucía, que debe ir más allá de las convocatorias electorales y de las lógicas de toma de poder institucional. Debe ir más allá de las guerras de aparato, de las disputas de primarias y las lógicas de construcción del Partido.

Conformar espacio político andaluz es conformar agenda social andaluza, conformar una mesa de demandas, de reivindicaciones históricas y actuales de Andalucía tanto concretas como generales que interpele tanto a las izquierdas españolas como al Estado español. Conformas espacios de demandas andaluzas sobre la base de las luchas actuales que se dan en Andalucía. Las luchas por el territorio, por la tierra, por la soberanía y por la democracia.

Reunificar las luchas, los movimientos sociales andaluces en espacios de confluencia andaluza, orientar las mesas de negociación, las mesas de demandas sociales hacia una mesa de unidad andaluza. La Plataforma Salvemos Doñana, la Plataforma por el 4 de Diciembre, la Plataforma contra las Bases de Morón y Rota, los espacios de lucha contra el TTIP y el CETA, las luchas por la Reforma Agraria, Somonte y Cerro Libertad, Marinaleda, la lucha por la defensa del territorio y del medio rural, La marea Andaluza en Defensa de la Educación Pública, las luchas por la sanidad pública y contra las fusiones hospitalarias, las luchas vecinales y los feminismos andaluces.

Debemos articular las demandas, las reivindicaciones andaluzas hacia una nueva agenda del andalucismo político de izquierdas. Solo conformando un programa desde las necesidades reales que generan conflicto social y movimiento, seremos capaces de conectar con las sensibilidades vivas e nuestro pueblo, un pueblo que mira expectante a que nosotros le queramos tender la mano.

Libertad Benítez, parlamentaria andaluza de Podemos.
Javier García Fernández, historiador y coordinador del Grupo de Estudios Juan Díaz del Moral.