La IV Conferencia Internacional de Monedas Sociales y Complementarias, organizada por la Universitat Oberta de Catalunya UOC, se ha celebrado del 10 al 14 de mayo de 2017 en el Parque Tecnológico Nou Barris de Barcelona. Durante los cuatro días de convención se han presentado los resultados de los proyectos de monedas sociales llevados a cabo en Sevilla y en otras ciudades europeas, como en Bristol (Reino Unido) o Lisboa (Portugal).
En Sevilla, el Ayuntamiento de San Juan de Aznalfarache también ha puesto en marcha un proyecto de ayudas en forma de moneda social –la ossetana–. Lo hizo en 2014, y de él se benefician hoy más de 40 familias. Ahora, el Ayuntamiento de Sevilla podría implantar un modelo similar en el distrito de Cerro Amate para relocalizar la economía de sus barrios y mejorar la calidad de vida de los vecinos.
No es casualidad que las instituciones públicas estén mostrando interés por estas iniciativas. Noemí González Palanco forma parte del grupo motor que llevó adelante el proyecto de la moneda social del Pumarejo, en Sevilla, hace cinco años y que hoy se mantiene. No es una moneda física y se representa por una cartilla en la que se apunta el crédito que cada persona posee. «Eso es, una moneda de crédito mutuo. Es un sistema muy sencillo de puntos en positivo y en negativo. Entonces, la suma de los intercambios siempre es cero», afirma Noemí. El sistema, por lo tanto, «consiste en un trueque directo» en el que se intercambian productos y servicios por pumas –nombre de la moneda– que más tarde se podrán usar para adquirir otros productos en la Central de Abastecimientos o a partir de un intercambio con cualquier otro usuario que forme parte de la red de esta organización. De esta forma, «incluso se puede tener una cartilla con valores negativos porque es una deuda entendida desde el sentido etimológico en el que se cree que la persona lo devolverá a la comunidad, entonces es como un crédito».
Parte de los intercambios se establecen en la Central de Abastecimientos en el que la mitad del dinero recaudado en euros por la organización se utiliza para comprar productos de alimentación, higiene y limpieza de primera necesidad. Por otro lado, la mayoría de los intercambios se producen entre personas de forma directa y utilizando una plataforma que se llama CES dónde los usuarios suben su oferta y demanda.
El grupo motor no controla el precio de los servicios y productos ya que «eso se gestiona entre la persona que lo ofrece y quien lo requiere, se autocontrola. En la Central de Abastecimientos ha habido veces que varias personas han vendido pan y cobran el mismo precio, tres pumas o tres pumas y medio, dependiendo si tenían aceitunas o no, por ejemplo. No hay finalidad de competencia económica». Por otro lado, también se venden algunos productos en los que la mitad del precio está en pumas y la otra mitad en euros porque a veces, al igual que con algunos servicios, se necesita pagar en euros a los trabajadores o se tienen que pagar gastos de local, luz o agua.
La finalidad principal de esta moneda es la de crear barrio, «el puma es un medio, no es el fin. No es crear una moneda que sea distinta al euro o no depender del banco central sino de compartir nuestros saberes. La finalidad fundamental es compartir, hacer comunidad y conocernos entre nosotros. Lo hacemos recuperando esa solidaridad que antes sí existía y que sin embargo con esta sociedad tan individualista se ha perdido», comenta Noemí.
Respecto a las dudas legales que plantean estos tipos de intercambio, el profesor de Economía de la Universidad de Sevilla Benjamín Romero Landa afirma que «lo que crea irregularidad, ilegalidad o legalidad no es el tipo de forma de pago, sino si se hace de forma profesional o como una actividad personal». En este caso, «si el intercambio es entre particulares da igual que se esté haciendo en euros, en dólares, en pumas o como se hace en el banco del tiempo, en tiempo». No existe ningún requisito legal «porque como es una moneda local que no es oficial, basta con que los particulares se pongan de acuerdo y acepten». Por otro lado, la economía colaborativa que se crea con los límites de los propios barrios no entorpece a la economía capitalista del sistema actual y beneficia en cierta manera la economía local, porque «se recuperan las referencias personales y los vecinos observan directamente cuál es el trabajo que hay tras cada producto o servicio». En este sentido coincide el investigador de la Universidad de Sevilla José Luis García Hidalgo que afirma que si se contrapone la economía cooperativa a la coyuntura actual del capitalismo, «este tipo de economía no tiene ninguna posibilidad de sustituir la economía capitalista, ni siquiera de hacerle daño. El capitalismo engendra una serie de contradicciones que son intrínsecas al proceso de producción, distribución, consumo y acumulación, de las cuales la economía cooperativa solo aborda una de ellas que es el conflicto que hay entre propiedad y trabajo, dado que los propios trabajadores son los propietarios del capital con el que se va iniciar el proceso productivo». También sería imposible la subsistencia de una economía local de este tipo puesto que «en el momento en el que alguien necesite algo que no se encuentra en la red de intercambio sería imposible adquirirlo». Es decir, el problema se situaría en el sector exterior, aunque realmente estos proyectos aún se encuentran en una primera fase en la que el fin es mejorar las relaciones personales y no desean vivir de un sistema económico ajeno al actual.
La propietaria de la tienda de bicicletas Santa Cleta cobra parte de sus servicios en pumas y no puede estar más complaciente con el proyecto. «Nosotros desde el principio unimos la tienda de bicis a los pumas, arreglamos bicicletas por pumas y he sacado muchas cosas con esta moneda». Ella entiende este movimiento como la repuesta de la gente ante una situación de crisis y afirma que «se ha creado mucha comunidad y tejido de barrio, entonces lo importante no es que alguien venga a arreglar una bicicleta sino que te conozca». Por otro lado, no cree que existan problemas respecto al euro porque ella define la moneda social como «una moneda alternativa porque lleva un intercambio alternativo y otro lugar».
Legalmente, están sujetos a IVA todos los intercambios entre empresa-consumidor. Sin embargo, si un comercio cobra en pumas no estaría cometiendo ninguna ilegalidad puesto que previamente ya se ha pagado el valor correspondiente a Hacienda por el producto o el servicio que ofrece y el propietario puede venderlo como quiera. Romero Landa recalca que «esto no genera en sí mismo una ilegalidad o una irregularidad».
Algunos expertos, como José Luis García Hidalgo, incluso se atreven a vaticinar que «el euro no podrá sobrevivir a largo plazo si no hay una alternativa de moneda social que sufrague las necesidades locales, que la economía globalizada y las autoridades monetarias europeas no atienden», y puede que no esté equivocado ya que es un fenómeno que cada vez tiene más fuerza; incluso ya en Bristol (Reino Unido) la experiencia de la economía cooperativa está mucho más consolidada porque los negocios que aceptan el Bristol Pound –la moneda social de esta ciudad- pueden pagar los impuestos locales de esa manera. «El ayuntamiento incluso paga parte de los sueldos de los funcionarios en esa moneda porque es una ciudad que ha puesto de relieve la actual situación que vive su población y ha decidido poner en valor lo suyo creando una moneda para que solo se puedan intercambiar sus productos y servicios».
En definitiva, monedas como la del Pumarejo han conseguido quedarse fuera de la exclusión de aquellos vecinos que consideraban el proyecto como algo endógeno a las necesidades de los más desfavorecidos y más allá de los problemas que los detractores de la moneda social se empeñan en encontrar, a nivel económico lo que se pretende es relocalizar la economía sin que afecte a aquello que se debe pagar en euros, y beneficia al barrio y sus vecinos en la medida en la que los usuarios pueden adquirir productos y servicios que antes no hubieran podido conseguir. Legalmente no presenta ninguna irregularidad evidente que ponga en riesgo la economía de la ciudad, quizás por el propio carácter reducido en el que las monedas sociales existen. La economía cooperativa es una iniciativa local, solidaria, ecológica y respetuosa que ayuda a mejorar la convivencia y la economía de los barrios. Por otro lado, se ha modernizado y a partir del 31 de mayo la cartilla física desaparece y todo se controlará más fácilmente por la aplicación online clickoin.
Fuente: El Correo de Andalucía.