La «Saeta» de Antonio Machado en la Semana Santa

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Al llegar la Semana Santa es siempre oportuno recordar la Saeta de Antonio Machado y si la canta Joan Manuel Serrat, mucho mejor.

LA SAETA
«¿Quien me presta una escalera,
para subir al madero
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?»

¡Oh la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,

                              siempre con sangre en las manos
siempre por desenclavar!

¡Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!

¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!

¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

Es cierto, todas las primaveras paseamos por nuestras calles andaluzas a nuestros Cristos sangrando o portando su cruz, clavado en ella o en su última agonía: sea el Cristo de los gitanos, el de la Vera Cruz, el Cachorro, el de la Expiración etc. Es cierto también que nuestros Cristos y nuestras Dolorosas no son tétricas o desoladas, ni afligidos o luctuosos. Todo eso es cierto, pero no podemos negar que es la muerte de Cristo y el dolor de su Madre lo que celebramos durante la mayor parte de la Semana. Solo al principio de ella nos acordamos de la entrada de Jesús en Jerusalem, bajo palmas y ramos y al final recordamos su Resurrección, aunque le damos menos importancia.

Por todo ello, es justa la queja de Machado de que el pueblo andaluz, en la primavera, solo pide escaleras para subir a la Cruz, lo mismo que su negativa de cantar a ese Jesús del madero y de la muerte. El prefiere cantar al Jesús vivo, al que anduvo por el mar, pescando y haciéndose amigo de pescadores, al que anduvo por Galilea curando a los ciegos y cojos, dando de comer a los hambrientos y zahiriendo a los ricos o a los soberbios sacerdotes de su tiempo.

Se dirá que nuestra Semana Santa es una fiesta, es la celebración de la Vida que estalla en la naturaleza, en el azahar de nuestras calles, en el ritmo cadencioso de nuestros Pasos. Como celebramos también los valores de hermandad de los nazarenos, el empuje aunado de las cuadrillas de costaleros, el sabor de  continuar con una tradición ancestral. No cabe duda, en ello hay que seguir y mejorar. Pero sería bueno también tomar conciencia, como nos pide Machado, de que es el Cristo vivo el que celebramos, no el del madero. Y hoy, como cada primavera, el Cristo y la Dolorosa que pesa sobre la cerviz de los costaleros, que paseamos por nuestras calles y el que alumbran los cirios de los nazarenos, no es la talla de madera ricamente policromada y vestida con terciopelo, sino los que rebuscan en la basura o están en las colas del hambre o del paro, las familias que frecuentan los comedores de Cáritas, los que duermen en los albergues municipales o mueren en invierno en la calle…

Junto a la celebración de la explosión de vida de la naturaleza y de amistad y sabor ancestral de la tradición, Machado nos recuerda de que hoy no es al Jesús del madero al que hay que cantar, sino a esos otros Cristos y Dolorosas vivas que tenemos a nuestro alrededor. Así lo dijo el mismo Jesús:
“Lo que hicisteis con uno de estos pequeñuelos, conmigo lo hicisteis” (Matero 25,40).

Autoría: Antonio Moreno de la Fuente. De las Comunidades Cristianas Populares