Andalucía carece hoy aún de una síntesis histórica que permita, tanto al estudioso, como simplemente al hombre interesado, un conocimiento, aunque sea somero, de cuál fue su pasado; de cuáles son las raíces históricas que han dado lugar al dramático presente.
-Juan Antonio Lacomba (1978)
Con esta reflexión iniciaba Juan Antonio Lacomba la obra Aproximación a la Historia de Andalucía. En dicho prólogo señalaba la importancia de conocer quiénes y qué fuimos para entender lo que somos, las causas que nos han traído a un presente como el actual, protagonizado por el subdesarrollo económico, la subalternidad política y la alienación cultural, para poder concretar las causas y, si se desea, ponerle remedio.
Esta cuestión, ‘conocer quiénes fuimos’, que se planteaba en 1978, pero que ya atravesaba de forma clara el pensamiento de Blas Infante, y hoy día sigue sin estar resuelta. Seguimos sin saber quiénes fuimos. Y, sí bien parece que en el campo historiográfico hay grandes referentes que apuestan porque esto deje de ser así, entre los que se encontraba el propio Lacomba, pero también historiadores actuales, personas como Antonio Manuel que nos ayudan a situar elementos de un pasado que se sincretizan en nuestra realidad actual, o incluso cuentas divulgativas en redes sociales -como Estrella Andalusí en Twitter-, lo cierto es que, ni esta postura es mayoritaria en ese campo ni en la propia Andalucía, ni es aun accesible dicho conocimiento a la persona interesada, como le preocupaba a Lacomba. Y es cierto lo que señalaba nuestro andaluz y malagueño adoptivo: que en tanto ese conocimiento no sea accesible a quienes, sin pertenecer al mundo historiográfico, nos interesamos por la historia, no podrá crearse una verdadera cultura popular andaluza, porque el conocimiento del pasado es un requisito sine qua non para poder construirla.
Pero hay otro requisito, quizás aún más importante, y es que, más allá de que la persona interesada pueda acceder al conocimiento de esa Historia, necesitamos que esa Historia sea narrada y aprendida en nuestros colegios e institutos. Necesitamos reconocernos en nuestro pasado para poder construir esa cultura popular alternativa y contrahegemónica. Y es contrahegemónica, porque la hegemónica es la que nos ha sido grabada a sangre y fuego a lo largo de nuestro devenir histórico.
Lo que sucedía aquí en el siglo XI no es lo mismo que sucedía en Burgos, Segovia o Gijón. No es mejor o peor, simplemente es distinto, son procesos históricos distintos que dan origen a realidades actuales completamente distintas. Y resulta incomprensible que en nuestras escuelas se enseñen los nombres de los reyes visigóticos, pero se desconozca que, por ejemplo, gran parte de Andalucía únicamente estuvo bajo dominio visigótico en un lapso corto de tiempo -en términos históricos-, y que, mientras se daban pugnas de poder en el Norte, el Sur peninsular estaba integrado en el sucesor del Imperio Romano, el Imperio Bizantino. Resulta también incomprensible que, mientras estudiamos las guerras civiles castellanas o las gestas del Cid Campeador, desconozcamos las campañas militares de Almanzor, el esplendor de la Córdoba andalusí o la ingente y prolífica obra en innumerables campos -como la arquitectura, las matemáticas, la poesía, la filosofía, la música, etc.- que surgió en la actual Andalucía durante esos siglos. Porque en los siglos de la oscuridad de la Alta Edad Media que asolaron Europa, Al-Ándalus fue una llama de luz entre esa oscuridad, llegando al punto de que hay autores que afirman que, si no fuese por Averroes y las escuelas filosóficas andalusíes, hoy no tendríamos la posibilidad de leer a Aristóteles, Platón, y otros tantos filósofos grecolatinos.
Necesitamos conocer el papel que hemos jugado en la historia. Entender que nuestro devenir histórico no es el mismo que el de Castilla o Aragón, y que, por tanto, tenemos derecho a conocer nuestro singular proceso. Porque la incorporación completa de Andalucía a la Corona de Castilla no se da hasta finales del siglo XV, y en el periodo comprendido desde el siglo VIII al mismo lo que estudiamos es una historia que no corresponde a la que se daba aquí. ¿Os imagináis que en México se estudiase como propia la Historia de la Castilla del periodo precolombino? Sería inconcebible. Y, sin embargo, nosotros lo hacemos así. Pero no sólo respecto a ese vacío del complejo periodo andalusí, del que de ocho siglos estudiamos como si fuera una unidad histórica efímera y sin importancia, sino de todo lo que en Andalucía ha acontecido y ha supuesto a lo largo de su historia, también previa y posteriormente a ese periodo.
No es posible entender muchas de nuestras costumbres, nombres de nuestros pueblos y ciudades, o la propia idiosincrasia de nuestro pueblo, sin conocer nuestra propia y singular Historia. Por eso, desde el andalucismo debemos hacer una clara apuesta por fomentar el conocimiento de esta, construyendo progresivamente una cultura popular que llegue a ser hegemónica y mayoritaria, que el pueblo en su conjunto pueda verse reflejado en ella misma, y así, un día, poder llegar a que esa realidad histórica, que es la nuestra, sea enseñada y aprendida en nuestras escuelas, no sólo accesible en nuestras facultades, círculos militantes y personas interesadas.
El día que eso llegue, que tomemos conciencia de cuál es nuestro contexto y devenir histórico, podremos poner sobre la mesa propuestas de transformación de nuestra realidad actual. Por eso es tan importante la tarea de todos aquellos que recuperan nuestra Historia y construyen un relato histórico propio, para que podamos tomar conciencia de que tenemos un pasado singular, que merece ser conocido y reconocido, porque no se entiende lo que somos sin saber lo que fuimos y por qué fuimos. Como dijo Jean Sermet “La tierra y el cielo andaluz y en igual manera una estructura social ha moldeado al andaluz. (…) Existe pues, una Andalucía.”. Andalucía existe, y necesitamos conocer el cómo y el por qué para poder construir un presente y un futuro prometedor.
Autoría: Manuel Ares. Malagueño. Militante andalucista. Graduado en Derecho y en Ciencias Políticas.