Pasadas las cabalgatas y el Día de reyes magos, he aquí el recordatorio de una carta enviada a los tres hacedores de sueños llegados de Oriente (o a quien sea que esté encargado de leerla). Un listado breve de deseos que ojalá se cumplan cuanto antes, más pronto que tarde, esto es, desde ya. Pero como está claro que solos no se van a cumplir, tendremos que arrimar todas y todos el hombro. A ver si de verdad podemos conseguirlo, pues sin compromiso e implicación será imposible, así que vamos allá.
*Antes de continuar: “¿Vamos adónde? ¿Conseguir qué?”, se preguntarán algunos. Quienes se formulen estas cuestiones, que le pregunten a esa niña -y hermana, y madre, y abuela- llamada Andalucía, ya verán como ella les explica lo que requiere. No pide el último producto tecnológico salido de las ubres de los adalides del consumismo. Tampoco un cortijo de lindes infinitas. Ni un lujoso abrigo de piel arrancada a tal o cual criatura. Por supuesto que, ni mucho menos, un parterre que provoque la envidia de los demás. Nada de eso. La carta dice lo siguiente:
Una Huelva libre de ataques perpetrados contra las chabolas donde los temporeros malviven; libre de que haya temporeros que tengan que seguir malviviendo y libre de chabolas que tengan que cobijar a nadie. Una Huelva donde al temporero se le respete, donde su morada sea digna y donde si -para mayor vergüenza de los seres que nos sentimos humanos- algún incendio vuelve a ser protagonista, este sea investigado (pero de verdad) por la policía y sacado a la luz pública por los medios de información, muchos de los cuales han sido mudos y cobardes hasta ahora ante tanta llama racista.
Una Sevilla libre de reconocimientos a carniceros de ideales; libre de perpetuos y basílicos homenajes a los Queipos de turno y demás criminales. Una Sevilla donde el miedo a enemistarse con el amigo o con el familiar dé paso a la valentía de volver a honrar la palabra ‘democracia’ como esta merece, a base de memoria y de no-silencio. Una Sevilla donde la fosa común del olvido no siga haciéndose más grande, que ya está bien de que tanto sufrimiento y tanto dolor sigan siendo el humillante pan de cada día para gente que, poco a poco y a la sombra del paso de los años, se nos está yendo sin haber llegado a entender cómo es posible que, tanto tiempo después, la justicia y la reparación apenas hayan asomado el cogote en este país en el que las crías del aguilucho permanecen vigilando el nido.
Una Cádiz libre del avance de los discursos de quienes excusan el tanque militar descargado contra el obrero que reivindica. Y una Cádiz libre también de otro discurso (similares autores), el de los melancólicos que añoran y ensalzan a los que ya en su día decretaron la suspensión del carnaval alegando «momentos que aconsejan un retraimiento en la exteriorización de las alegrías internas», argumento posteriormente inflado y alargado durante tanto tiempo para amenazar y azotar la crítica popular.
Una Córdoba libre de las maniobras que, día a día, a veces sin levantar ruido y casi siempre con mucho poder y muchos parneles apoyando desde la sala de máquinas, tratan de imponer el yugo de la vanidad eclesiástica sobre toda piedra, escultura, autor o legado de la Mezquita o de cualquier otro rincón de la provincia que suene a AlÁndalus.
Una Málaga libre de todo bozal que intente amordazar las voces de los raperos que se atreven a versar contra la represión; libre de toda censura que intente romper la pluma que se atreve a escribir sobre el olor a corrupto del sistema de poderes; libre de esposas que encadenen las manos que se atreven a unirse para detener un desahucio; libre de movedores de hilos que cancelen teatros donde la dramaturgia se atreve a recordar que la defensa de la crítica, la sátira, la denuncia o el humor es una de las pocas trincheras por las que vale la pena combatir; libre de pseudo-periodistas que menosprecien la labor de quienes se atreven a informar sobre los colectivos, cooperativas, proyectos culturales, actividades comunitarias o iniciativas socio-económicas que fomentan una sociedad más justa e igualitaria; libre de tantas cosas…
Una Granada libre de parafernalias y actos hipócritas que nada tienen de integrador o constitucional y sí mucho de excluyentes e hirientes: por ejemplo, el que cada 2 de enero se cierra más y más en torno al Día de la Toma (loa a los ideales raciales de unos pocos), en lugar de convertir la ocasión en apertura del corazón de la ciudad –mestiza donde las haya- a la realidad de todas las Culturas que hoy la conforman. Una Granada libre de la pervivencia de las costumbres más rancias, desde las misas propias del nacional-catolicismo más déspota hasta las reuniones de viejas glorias del falangismo o el franquismo. Una Granada, en definitiva, que se muestre más al mundo por lo que también es (por lo que, de hecho, más es): la diversa amalgama de etnias, colores y costumbres que, juntas, miran al futuro.
Una Jaén libre de los laboratorios experimentales que toman forma en las oficinas del neoliberalismo sitas en todo el Estado, en las cuales, tras el rezo matutino de cada día al dios del Capital, son ideados los más variopintos y avanzados planes para buscar el máximo beneficio económico posible a través de: destruir el empleo/multiplicar el desempleo, provocar tensiones en las calles, esclavizar la mano de obra, pasarse los convenios laborales por forros varios, vaciar de ética al máximo los métodos empleados, y adaptar la miseria de los trabajadores al siglo en que vivimos.
Una Almería libre de indiferencia. Indiferencia…, la que hace que los olvidados, los atacados, los señalados, los silenciados, los nadies, o lo que es lo mismo, los migrantes, tengan que acostumbrarse a que sus llegadas a las costas -de esta y de cualquiera otra de las provincias andaluzas- sean cada vez más ocultadas, más incomprendidas y más abandonadas a una suerte cruel: la que a veces encuentra almas comprometidas que visibilizan las vidas, los sueños y las desgracias de estas personas, luchando contra la injusticia que supone jugar con sus vidas; pero también la que en las mismas o incluso en más ocasiones deriva en potentes altavoces mediáticos e internautas que convierten las pateras y a quienes en ellas arriban en las dianas de los odios más rabiosos. Una Almería y una costa andaluza entera donde nos demos cuenta de que no podemos continuar mirando para otro lado con respecto a la ciénaga en la que el Mediterráneo se ha convertido, aguas en cuyas profundidades quedan sumergidas a diario y para siempre tantas vidas inocentes. Vidas que son meros juguetes de usar y tirar para quienes en las altas esferas y desde sus estrechas miras ven en el muro y la alambrada las claves cutrepatrióticas con las que asegurarse míseros votos en años de elecciones.
Y junto con todo ello, una Andalucía donde el año electoral que se viene haga recordar a las izquierdas que ya es hora de despertar y volver a hacer políticas de izquierdas, y a las derechas que, como formaciones democráticas que supuestamente son, deberían de ser capaces de entender que no todo vale con tal de gobernar y que con la ultraderecha o la anti-democracia (que viene a ser lo mismo) no caben pactos.
Una Andalucía donde la decencia y la limpieza administrativa sustituyan al ocultamiento y falseamiento de datos en cuanto a la gestión de las aguas, la protección de bosques, sierras o marismas, las condiciones de los trabajadores de la pesca y del campo, la modernización de los sistemas de ganadería y agricultura para que estos dejen de ser intensivos, obsoletos y contaminantes, o el esclarecimiento del reparto de los fondos europeos. Una Andalucía donde las multinacionales y los acuerdos bajo cuerda con los amiguetes gobernantes dejen de ser los que controlen las decisiones sobre la marcha de nuestros espacios y nuestros recursos naturales.
Una Andalucía donde la gente despierte de la inopia moral que se está asentando entre una parte de la opinión pública, la cual parece sufrir una suerte de ceguera (propia de las novelas de Saramago) que imposibilita la facultad de ver el imparable proceso elitista y privatizador que las políticas del actual gobierno de la Junta están inyectando en las venas de la educación y la sanidad públicas. Una Andalucía, por tanto, en la que se sea capaz de explicar a todas las personas y en todos los rincones lo que ese proceso está significando -y seguirá significando- para la mayor parte de la población, aquella que trabaja mucho (o que no puede trabajar) a cambio de muy poquito.
Y una Andalucía libre de todo zarpazo miserable contra los derechos civiles conquistados; libre de todo intento de infundir miedo en los barrios contra el diferente; libre de todo veneno contra el amor sentido y manifestado entre personas de diversa sexualidad; libre de toda agresión contra la mujer que, acogiéndose a la ley, decide abortar, o contra quien, también amparándose en la legalidad, siente que no quiere prolongar su sufrimiento, poniendo fin a su vida; libre de todo ladrido machista que pretenda morder los pasos adelante que la divulgación feminista está logrando; y libre de la actual, sorprendente e inexplicable puesta de moda de las actitudes fascistas en el presente.
[…] Eso es lo que recoge la carta dirigida este año a los tres coronados de Oriente. Ahí concluye la petición, ¡y eso que la misiva podría alargarse unas cuantas páginas más!
Así que, lo dicho, majestades orientales: ustedes estarán ya de vuelta en casa (pues, como buenos monarcas que son, ya echaron su único día de faena al año), pero en Andalucía estaremos pendientes en los próximos meses a su respuesta. Ojalá este año nos escuchen y nuestras peticiones se hagan realidad. Mientras tanto, y precisamente porque somos sabedores de que los reyes no son por lo general muy de escuchar al pueblo, las mujeres y hombres de esta tierra seguiremos manos a la obra un día sí y otro también, no esperando nada de nadie (como siempre) y con el eterno anhelo tatuado en nuestras conciencias: el anhelo y la esperanza de que, quizá, algún día sí seremos dueños de nuestro destino. Ese día nuestros deseos se harán realidad. Ese día, quizá pronto…, quizá desde ya, desde 2022.
Autoría: Juan Diego Vidal Gallardo. Periodista y escritor moronense. Mirada siempre atenta a la(s) cultura(s), las causas sociales, la diversidad, la igualdad o el colectivismo.