El pasado 8 de agosto falleció Manfred Max-Neef. Hoy, a golpe de click, sabes en un segundo quién fue este señor, de dónde era. Te enteras de que en 1983 obtuvo el Right Livehood Award, que se considera como el Premio Nobel alternativo de economía (esto viene en todos los obituarios, debe de ser un premio importante. El premio Nobel es importante). Con algo de curiosidad, en un minuto sabes que en 1993 fue candidato presidencial en Chile, su país. Candidato ecologista. Luego fue rector de la Universidad Austral entre 1994 y 2001, donde hasta la fecha, con 86 años, seguía dando clases de Economía.
Ya con algo de curiosidad y buen juicio, llegas a saber lo que pensaba este señor, lo que defendió, y si quieres, no creo que tardes demasiado en descargarte su obrita “Desarrollo a escala humana: Conceptos, aplicaciones y reflexiones”, escrita junto a Antonio Elizalde en 1986 y publicada en España por Icaria.
Hace 20 años todo esto no era así. Como economista, en Andalucía nadie te hablaba de Manfred Max-Neef. De hecho, todavía hoy creo que ningún economista me ha hablado de Manfred Max-Neef. Fue mi amigo Javier Encina quien me habló de él, porque decía algunas cosas sencillas e importantes de la Economía para poder trabajar con la gente. Y la verdad es que su nombre, tan desconocido como exótico, me despertaba más sospechas que confianza (la portada a lo Von Daniken del libro de Icaria tampoco ayudaba, la verdad). Luego compré y leí aquella obrita, y me sorprendí de que en ella hubiera poco más que aquellas pocas cosas sencillas e importantes (y el informe de un trabajo empírico para mí bastante secundario). Lo que ocurre es que eran intuiciones muy bien apuntadas y con grandes implicaciones.
Aquello nos sirvió para comenzar un plan participativo de desarrollo local en Las Cabezas de San Juan, en el marco de esa experiencia pionera en tantos sentidos que fue “El Reparto”, de la que en estas fechas se celebran (yo lo celebro) 20 años.
Quiero traer aquí sólo tres apuntes de la contribución de Manfred Max-Neef a la reflexión sobre el desarrollo y la Economía, para reivindicar que, hoy como entonces, hay que defender estos postulados y sus implicaciones:
1. El desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos. Por tanto, los indicadores de desarrollo deben referirse a la satisfacción de las necesidades, y no a los satisfactores históricos de esas necesidades.
El desarrollo no se juega, ni completa ni principalmente, en los intercambios de objetos en el mercado. Nuestra ciencia económica de corte positivista describe sus cositas, sí, pero la Economía no es eso. La Economía no consiste en procesos independientes de las personas, sino en procesos propiamente humanos, personales y sociales. No podemos tratar de ajustar las sociedades a los modelos, para que sean los modelos los que funcionen. Ahora que afortunadamente también se lee a Polanyi, pisemos el suelo común de la economía sustantiva, incrustada en realidades personales y sociales, que deben poner la Economía a su servicio y no al contrario.
2. Las necesidades humanas fundamentales, son finitas, pocas y clasificables. En cambio, los satisfactores cambian entre culturas y con el transcurso del tiempo. Tampoco hay correspondencia biunívoca entre necesidades y satisfactores (una necesidad con su satisfactor), sino distintos tipos de satisfactores, según afecten a distintas necesidades simultáneamente (se habla entonces de satisfactores destructores, pseudo-satisfactores, inhibidores, satisfactores singulares, satisfactores sinérgicos, etc.).
Sólo cubriendo la complejidad de las motivaciones económicas bajo el manto de la utilidad individual, podía el positivismo llevarnos a una Economía de transacciones mercantiles como actos homogéneos. Es un engaño querer confundir necesidades y deseos. No todos los deseos son legítimos, ni desear otorga derechos. Anteponer a toda costa el deseo individual y la exigencia de su compensación, consagra la desigualdad y atenta contra la sociedad como proyecto colectivo. Asimismo, sobreexcitar nuestra infinita capacidad de desear no nos hace más plenos, sino más narcisistas, y por tanto solitarios y torpemente indefensos.
Del mismo modo, es un engaño querer confundir deseos y objetos. El deseo que lo es sólo de objetos, reduce nuestro ser en el mundo. Desestima la importancia y la complejidad de los vínculos sociales y con el medio. Por descontado, también alimenta el ciclo del consumo (deseo-demanda-consumo-insatisfacción), verdadero motor del productivismo capitalista.
En cambio, partir de las necesidades, pocas, clasificables, nos iguala y nos recompone como sujetos soberanos, de la Economía y de nuestras propias vidas. Lo que responde a las necesidades es lo valioso, no los objetos. Crear valor es radicalmente distinto a producir, y conceder valor es radicalmente distinto a consumir. Aceptar estos parámetros, entre otras cosas, restaura la separación entre lo material y lo simbólico, para devolver la Economía, del mercado, a la matriz de lo humano personal y social, de la que nunca debió salir. La Economía está en nuestras manos. La sociedad de consumo no es el fin de la historia.
3. Las necesidades revelan a las personas en su doble condición existencial: por un lado, la carencia; por otro, la potencialidad. Comprender las necesidades como carencia y potencialidad, y comprender a las personas en función de ellas así entendidas, previene contra toda reducción del ser humano a la categoría de existencia cerrada.
Para Max-Neef, la vida no se plantea como sucesión de necesidades que se satisfacen o se colman. No podemos caer en el determinismo. Hay que rebelarse contra el “solucionismo” de los sistemas, los dominantes y los alternativos. Debemos reclamar la vivencia y la recreación continua de las necesidades, que no se da en abstracto, en las estructuras, sino en las personas y en los grupos que formamos, aquí y ahora. Somos protagonistas. Max-Neef remite con ello a la noción de ciudadanía y a la necesidad de profundización democrática. Contra los agoreros del futuro, existimos.
Este es parte del mensaje y del testimonio de Manfred Max-Neef. Con él, la promoción del desarrollo se situó en unas claves diferentes a las habituales. Desde los planteamientos anteriores, por ejemplo, el objetivo de las distintas instancias para la promoción del desarrollo podía trascender el marco lógico, y desde luego no reducirse a conocer “técnicamente” cuáles son las necesidades de una población para colmarlas. En sus palabras, “Es preciso examinar en qué medida el medio reprime, tolera o estimula que las posibilidades disponibles o dominantes sean recreadas, y ensanchadas por los propios individuos o grupos que lo componen”. También la Economía como disciplina se vio estimulada a romper, no ya las hoy manidas fronteras metodológicas, sino sus propios límites como empresa que, en el mejor de los casos, camina tras un conocimiento impotente. Merece la pena rescatarlo y quizás hacer una última reflexión: no deja de ser curioso que el acceso a lo que ya fue dicho, no sé si es sólo mi impresión, pero no evita que vivamos una seria involución en la radicalidad de los discursos que manejamos. Mi profundo agradecimiento.
Autoría: José Antonio Castro. Economista. Profesor de Enseñanza Secundaria en el Colegio La Asunción de Málaga.