Si es una crisis, ¿por qué nadie lo llama oportunidad?

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Puestos de pescado de Saint Louis, Senegal. La sobreexplotación pesquera de barcos europeos imposibilita la vida de la población local.

Es un discurso trillado y pueril pero ampliamente acogido por el cariz compasivo que tiene, aquel cuya idea- fuerza reside en que “ellos no saben/no les cuentan/les ocultan lo difícil que es su vida en Europa”. Sin embargo, este argumento soslaya varios elementos que a estas alturas, están de sobra contrastados y que lo dejan en evidencia: vivimos en una sociedad global, llamada también de la información, donde la calidad de la información en sí no es lo que prima pero sí se valora la velocidad a la que ésta viaja, y donde la tecnología que lo posibilita están al alcance o al menos, es puntualmente accesible para prácticamente todos los individuos de este planeta (a costa de qué es asunto de otro debate). Además, la práctica totalidad de los estudios realizados (tanto públicos como privados) apuntan que el perfil de las personas que buscan una vida mejor en nuestro continente es el de personas con un nivel como mínimo de estudios básicos y, efectivamente, otros tantos estudios coinciden en apuntar que la mayoría de los inmigrantes en nuestro país ocupan puestos de trabajo para los que están sobrecualificados. En este sentido, también cabe añadir que estas investigaciones o análisis dicen que la mayoría procede de clase media (aunque ponderar qué es clase media en según qué países parece un ejercicio harto complicado para el que la mayoría de organizaciones internacionales ni siquiera se ponen de acuerdo de año en año).

Por otro lado, tratar a tantos millones de africanos como ingenuos o, peor, a sus sociedades como menores de edad (en su acepción kantiana) las más de las veces -cuando el discurso lo “compran” bienintencionados provenientes de la Iglesia más humanista o ciertos sectores progresistas como el de las oenegés, movimientos sociales y partidos políticos de izquierdas- es paternalista y desafortunadamente otras tantas es directamente racista y supremacista, aunque se dé bajo una pátina de compasión.

El hecho es que vienen, van a seguir viniendo y como en sus países el capitalismo, el cambio climático y ahora la crisis económica derivada de la pandemia por COVID-19 se siga cebando, el número va a seguir aumentando. Las pateras que salen de Senegal y llegan a las Islas Canarias con decenas de jóvenes de África Occidental tienen toda la lógica basada en el coste/oportunidad.

Evidentemente, la persona que sube sabe que puede morir en el trayecto (de hecho lleva meses planificando, ahorrando, concretando vía facebook, pagando a los traficantes a través de moneygram, esperando el momento menos delicado) pero es un riesgo que asume. Lo asume un chico pescador de Saint Louis que, con su bachillerato terminado y un dominio de al menos dos idiomas, chapurreando un tercero e incluso un cuarto, piensa que quizá pueda continuar estudiando en Francia, pues ve como la sobreexplotación de las aguas por parte de barcos europeos la permite su propio Estado e imposibilita que se pueda ganar la vida ya en este gremio artesanal. Y los turistas que han dejado de venir, por lo que tampoco puede esperar trabajar de camarero para los franceses en el ClubMed, y los campos de la Casamanza, de donde proviene su familia,que ya emigró hace una década al norte cuando la zona donde mejores tierras había en el país,como le está suecendiendo al resto del Sahel, empezó a adolecer de sequía y además sigue estando aislada (Gambia, un minipaís,además anglófono, está en medio) y no se cuenta con los transportes y las infraestructuras suficientes para hacer del campo una posibilidad para los autóctonos,aunque sí para los inversores de capital extranjero (el acaparamiento de tierras para producir melones y poder consumirlos todo el año en España es un ejemplo, entre otros muchos).

También lo ha sopesado la que huye de las hordas yihadistas en Mali, o por situaciones derivadas del aumento de la violencia (que golpea más fuerte si eres mujer) en todos estos países que en los últimos meses estan viviendo enfrentamientos postelectorales (Guinea Conakry), golpes de estado (Mali) o revueltas civiles contra la violencia policial (Nigeria) que imposibilita que tus aspiraciones, por modestas que sean , puedan fraguar en tu propio territorio.

Ante todo este exilio forzoso, claro que los pueblos lloran y reclaman a sus gobernantes que pongan pie en pared, de hecho, a través de las redes sociales algunas organizaciones de la sociedad civil senegalesa y ciudadanos anónimos han convocado a una suerte de “luto nacional virtual” el viernes 13 de noviembre, ante el dolor por la muerte o desaparición de al menos 480 personas migrantes en el mar rumbo a Canarias en las últimas semanas.El naufragio más mortífero tuvo lugar el pasado 24 de octubre, la Organización Internacional de Migraciones (OIM) señaló que 140 personas murieron por la explosión del motor del cayuco en el que viajaban cerca de 200 personas desde la localidad de Mbour rumbo a Europa, y la ciudadanía le reclama a Macky Sall que ponga freno a esta sangría.

Sin embargo,los políticos tambien aquí dan la callada por respuesta o también se apuntan al discurso facilón de que los que intentan salir del país por estas vías lo hacen porque quieren y porque son ingenuos que creen en “el dorado” (a los jóvenes españoles les debería sonar la copla, de cuando en lo peor de la crisis económica los llamaron “aventureros”): la ministra de Juventud del Gobierno senegalés, Néné Fatouma Tall y el ministro de Empleo, Formación Profesional y Aprendizaje, Dame Diop, niegan la idea de que los jóvenes parten de Senegal por un problema de empleo, pese a los demoledores índicadores que manejan. Pero los acuerdos económicos y migratorios con la UE, lo que se cuece en el patrio trasero con multinacionales extractivistas y otros caballos de troya (el vecino y más africano que nunca en los últimos años, Marruecos, que también quiere pescar en mar revuelto, está por hacer de manera inminente diferentes movimientos que tendrán sus consecuencias en estas aguas para España y el resto de la UE pero también en el tablero geopolítico del continente) que le meten a estos países ¡no tienen nada que ver!

Así que están locos, son unos crédulos, les falta información, pero no se les reconoce el valor y la legitimidad de buscar una oportunidad en medio de tanta e indefinida “crisis”: mediambiental, económica, sanitaria, de gobernabilidad y un amplio y desesperanzador etcétera ni mucho menos, se va a meter en cintura a este sistema-mundo que solo sale a cuenta para unos pocos en el Norte, está fagocitando el futuro de millones de jóvenes de los pueblos del Sur.

Autoría: Rosa Barrera. Cooperante para el Desarrollo en África. Activista por los derechos de las personas migrantes.