Los Viajes de Gulliver. (1726)
Jonathan Swift.
(Dublín, 30 de noviembre de 1667 – Dublín, 19 de octubre de 1745)
Jonathan Swift nos propone acompañar a Gulliver por lejanos, desconocidos, atractivos, insólitos y extraños países para, en realidad, poder darnos a conocer Inglaterra, la más profunda y la más influyente; así como para mostrarnos las costumbres, principios, valores y miserias de la intemporal y universal condición humana.
Con magistral sencillez estilística, fluida y fácil prosa, ingeniosas y embaucadoras tramas, incisivas e irónicas disertaciones y, con sugerentes y críticos planteamientos de gran riqueza intelectual y alcance filosófico o antropológico… Swift nos hace viajar también en el tiempo, pues lo que es válido para la Europa de 1726 igualmente lo es para la actual.
Tanto Liliput, Irlanda, Brodndingnac, Laputa, Inglaterra, Balbinarbi, Holanda, Glubbdubdrib, Portugal, Luggnagg, Japón, el país de los Houyhnhnms y Europa entera, han cambiado muy poco –menos de lo que creemos- por no decir nada, en estos casi 300 años.
El mismo Gulliver nos cuenta que su intención relatora ha sido la de “atenerse rigurosamente a la verdad”: “Te he proporcionado, pues, amable lector, un fiel relato de mis viajes realizados durante dieciséis años y siete meses y pico, procurando siempre velar más por la verdad que por las florituras. Sin duda, habría podido –como tantos otros- asombrarte con historias absurdas o increíbles; pero he preferido relatarte hechos corrientes del modo y estilo más sencillos, ya que mi objetivo principal consistía más en informar que en divertir”.
Pero sin duda, la verdad con Switf, además de ser muy real, es muy divertida.
Viajar enriquece el espíritu y abre la mente. Conocer e intentar entender otras culturas y costumbres, si nos dejamos contaminar sanamente, nos ayuda a relativizar la centralidad de nuestra civilización y a mirar con espíritu crítico nuestras tradiciones culturales, religiosas, sociales y políticas. Esto con respecto a lo que a priori nos diferencia; que, con una mirada y roce intercultural, nos enriquecería evitándonos conflictos poco fructíferos.
¿O no es razonablemente inadmisible que Liliput y Blefuscu, dos grandes reinos, estén en una eterna tensión militar a causa de el lado, angosto o ancho, por el que optan partir, tradicionalmente, los huevos en cada comunidad?
O que en un mismo país, la paz social pueda verse peligrosamente alterada por que “Su Majestad ha determinado emplear en la administración del gobierno y en todos los cargos de la corona, a los partidarios de los tacones bajos en sus zapatos”, propiciando un conflicto con los partidarios de los tacones altos; de modo que ambas facciones llegan al “extremo de no comer ni beber juntos y de ni siquiera hablarse”.
Y si bien hay ideas universales, aparentemente comunes, como la de la Justicia; una interpretación del concepto y de su representación, peculiar, pueden sugerirnos miras interesantes. En Liliput “la imagen de la Justicia viene representada en los tribunales con seis ojos: dos delante, igual número detrás, y uno por lado, lo que representa circunspección. Lleva además una bolsa de oro abierta en la mano derecha, y una espada envainada en la izquierda, para demostrar que está más dispuesta a premiar que a castigar”.
Y lo mismo sucederá, en cada país visitado, con conceptos como la moralidad, el gobierno, el valor de los principios, la educación, la ciencia… encontrándonos con propuestas tan sugerentes como peligros, que a nosotros, lectores, podrían querer sonarnos de nuestro entorno actual…
Así, en la Gran Academia de Lagado, donde múltiples académicos y científicos, con sus discípulos, generan y gestionan el saber al servicio de la comunidad, Gulliver pudo observar asombrado como “los jóvenes estudiantes dedicaban seis horas diarias a la tarea de recopilar frases inconexas” surgidas de la máquina para escribir libros especulativos. También conoció “un nuevo método de construir las casas comenzando por el tejado y siguiendo de allí a los cimientos”.
La osadía de los académicos en Balbinarbi era grande: “En el Instituto de Estudios Políticos lo pasé muy mal. (…) Aquellos desgraciados presentaban planes para que los monarcas escogiesen a sus favoritos por su prudencia, capacidad y virtud; que los ministros se preocuparan del bien común; que se recompensara el mérito; (…) que se escogiera a personas capacitadas para ejercer los cargos; además de muchas otras quimeras irrealizables que jamás cupieron en mente humana”.
Entre toda esta locura encontró alguna propuesta utilizable: “que todos los senadores de la asamblea nacional, una vez emitida y defendida su respectiva opinión, deberían votar abiertamente en contra; si así se hiciera, esta medida surtiría efectos muy beneficiosos para el bien público”.
Gulliver va a comprobar, de seguido, la absoluta relatividad de las cosas… Siendo uno mismo tal como es, ¿cómo puede pasar de sentirse enorme y colosal –en todos sus aspectos- a ínfimo e insignificante, tan solo porque los demás lo perciben así?. “Sin lugar a dudas, tienen razón los filósofos cuando nos dicen que nada es grande ni pequeño si no lo es por comparación”.
Así, “…a través de lentes de aumento; la experiencia nos enseña que la piel más fina y blanca parece áspera, desigual y mal coloreada”.
Gulliver constatará en sus viajes que el tamaño, para mal o para bien, si importa. “La más bella de estas damas de honor, (…) me hacía cabalgar a veces sobre sus pezones, con otros jueguecitos sobre los que el lector me excusará que no me extienda demasiado”.
Este completo manual, de ciencias políticas y análisis antropológico, evidencia que una de las principales riquezas que una civilización posee y requiere para subsistir es su memoria histórica y, la custodia y gestión que de ella hace para no repetir errores que propugnen su desaparición. Sabio es el pueblo que además incluye en su saber a la memoria y experiencia de otras comunidades…
En Glubbdubdirb lo tienen más fácil, pues si el olvido se asoma a su cotidianidad, convocan a los antepasados ya muertos, propios y ajenos, y les consultan sobre lo ocurrido y aprendido.
Así, además de poder sentar a Descartes y a Aristóteles en la misma mesa para conversar, se puede evocar a ocho generaciones de reyes, debidamente ordenadas, e interrogarles, ya que ahora sí dirán, siempre, la verdad.
“Alejandro Magno fue llamado al cuarto. (…) Me aseguró por su honor que no había muerto envenenado, sino de una fiebre, secuela de una orgía”.
En Luggnagg, antes que invocar a los muertos, quizá podrían consultar a alguno de los llamados struldbruggs por su condición de inmortales. Gulliver observó que aunque no hubiera tenido el efecto deseado a efectos de memoria colectiva, tenían otras aptitudes; y hubo quién propuso “que enviase a un par de struldbruggs a mi propio país para curar a mis conciudadanos del temor de la muerte”.
Gulliver aprendía rápido los idiomas con los que se encontraba. Incluso el de los houyhnhnms, de naturaleza equina. Y a medida que conversaba y conocía, entendía y aprendía de sus interlocutores, iba almacenando en su gran memoria para transmitirlo a su vuelta a Inglaterra.
Sus conclusiones fueron claras y contundentes sobre muchos e importantes temas: la gobernanza, la riqueza, la pobreza, los conflictos, las guerras… encontrándose con hechos y razones universales:
“…aquella gente había padecido la misma enfermedad a que toda la raza humana ha estado siempre sujeta: la nobleza en lucha por el poder, la gente por la libertad y el rey por el poder absoluto”
(…) “Las guerras son tanto más encarnizadas y sangrientas y duraderas cuanto que estallan por división de opiniones sobre temas generalmente fútiles”
(…) “el soldado es un yahoo a sueldo para matar a sangre fría el mayor número posible de semejantes suyos que nunca le han ofendido en nada”
(…) “para acceder al cargo de primer ministro, el mejor método es mostrar en las asambleas públicas un celo furioso contra las corrupciones cortesanas… el príncipe le elegirá, pues esta clase de zelotes son después los más obsequiosos y sumisos a las voluntades y pasiones de sus amos”.
Gulliver también transmitía, a sus anfitriones e interlocutores, su visión de Inglaterra y de la civilización europea. A pesar de su indudable parcialidad al hablar de su patria, siguiendo las recomendaciones de Dionisio de Halicarnaso, sus escuchantes no concluían con imágenes y opiniones demasiado positivas:
“Estaba completamente asombrado del relato histórico que le proporcioné de nuestros asuntos en el curso del último siglo. Me confesó que no era sino una sarta de conspiraciones, rebeliones, asesinatos, masacres, revoluciones y destierros. Todo ello, efecto desastroso de nuestra avaricia, partidismo, hipocresía, perfidia, crueldad, furor, locura, odio, envidia, lujuria, malicia y ambición”.
O como diría el mismo Gulliver, producto del “poderoso influjo de la costumbre y el prejuicio”.
Swift mostró en esta obra todas sus ideas, valores, pensamientos, ideología… también defectos y prejuicios. Hasta cierta misoginia, muestra de la compleja relación que el clérigo mantuvo con las mujeres toda su vida.
La influencia de su obra en la literatura fantástica es clara. Pareciera que estuviera predestinado a influir en la posteridad literaria, astronómica, onomástica, y de valores Nasdaq.
Y para terminar de invitar a la lectura de tan apasionante clásico de aventuras, un acertijo:
Si Jonathan Swift fuera un struldbrugg, sin duda, su correo electrónico sería vanessa@yahoo.li
¿Por qué?
Autoría: Miguel Rodríguez. Biblioteca Social El Adoquín, Cádiz.