Nuestro hijo Héctor lleva toda la Secundaria asistiendo a clases en un centro con simbologÃa religiosa, un centro público que deberÃa haber sido el garante de sus derechos en vez de haberle generado una gran indefensión.
Lleva cuatro cursos entrando en un Instituto público que vulnera los derechos fundamentales de igualdad, libertad religiosa y aconfesionalidad del Estado recogidos en la Constitución e incita a la confusión entre éste y las confesiones religiosas, conculcando la neutralidad que deberÃa existir en un centro educativo público.
Lleva cuatro cursos entrando en unas aulas donde deberÃa impartirse una educación laica, como indica el Estatuto de AutonomÃa Andaluz, pero que se educa con un crucifijo presidiendo las aulas.
Lleva cuatro cursos defendiendo los derechos fundamentales de todos y dando voz a sus compañeras y compañeros, presentes y futuros, para decir alto y claro que todos tenemos los mismos derechos, que hay que cumplir la Ley, que cada uno tiene la libertad de elegir su religión o filosofÃa de vida y que el Estado debe abstenerse y mantenerse al margen de estas creencias y prácticas personales.
Y, en esa espiral absurda, llega una pandemia y las aulas se vacÃan, quedando los sÃmbolos religiosos presidiendo la nada más absoluta y enfrentándose la comunidad educativa a unos retos inimaginables, retos no solo conceptuales sobre el tipo de educación que se ha estado enseñando y el que deberÃa haberse dado, sino también tecnológicos y, por supuesto, vitales.
Nos hemos dado cuenta que es necesario construir un sistema educativo moderno y útil, en el que las competencias sean lo importante y los contenidos curriculares se ajusten a una realidad cambiante y al futuro de una sociedad que tendrá que vivir en un mundo diferente al que conocemos. Hemos caÃdo en la cuenta de lo importante que es promover en nuestros jóvenes un conocimiento cientÃfico, un pensamiento crÃtico y unos valores cÃvicos como la equidad, la justicia, la libertad, la solidaridad, la no discriminación, la igualdad de género y el respeto a la diversidad sexual.
Tras la situación lÃmite a la que nos ha llevado esta pandemia, ahora es el momento de plantearnos un gran cambio en nuestro sistema educativo, en el que la educación pública sea objeto de prioritaria atención por parte de los poderes públicos, ya que es la única garante de la igualdad de oportunidades; es fundamental que seamos conscientes de la necesidad de ese cambio y que antepongamos el bien común a los intereses individuales para garantizar los derechos de todos. Para ello, urge debatir sobre educación y ofrecer herramientas a los alumnos y alumnas, a nuestras hijas e hijos, para que sepan manejarse en un mundo diferente al que conocemos.
No deberÃamos permitir que otro adolescente tenga que levantarse para pedir que se retiren los sÃmbolos de una religión determinada y defender los derechos recogidos en nuestra Constitución y en nuestro Estatuto de AutonomÃa. No deberÃamos consentir que los alumnos y alumnas del Instituto de Dos Torres sean educados con crucifijos presidiendo las aulas, como se hacÃa en la época franquista. Héctor ya no lo sufrirá más porque el próximo curso cambia de Instituto al comenzar sus estudios de Bachillerato, pero es imperativo que unamos fuerzas y defendamos una escuela pública y laica, garante de los derechos de todos.
Por Héctor, por todos nosotros, para construir una sociedad más igualitaria y para darle a la educación la laicidad, la excelencia y la igualdad, que siempre deberÃa haber tenido.
AutorÃa: Cristina GarcÃa Sarasa, bióloga; Manuel Sánchez Jurado, psicopedagogo y maestro.