El olivar andaluz, una plataforma agroexportadora al servicio del capital global

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Este jueves ha tenido lugar un acto en el campus universitario de Rabanales, de la Universidad de Córdoba, donde 600 especialistas internacionales se han reunido para analizar el cambio que plantea el «olivar en seto». El evento se ha denominado primer «Sympsium Internacional de olivar en seto olint» y ha contado con la presencia, entre otros, del delegado de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía en Córdoba, Francisco Zurera, o el director comercial de Agromillora Iberia, José Manuel Lacarte.

Se trata de una de las múltiples noticias que podemos encontrarnos sobre el olivar andaluz. En este caso, la Universidad de Córdoba tratará de como estas nuevas plantaciones superintensivas de olivar se expanden aceleradamente pues tiene como principal «ventaja» la mecanización de la recogida. El bajo coste de recolección ha provocado su expansión. No se analizará nada más. Se pasarán por alto los impactos medioambientales, laborales o sociales que está suponiendo la transformación del olivar para la Andalucía.

Para avanzar en el conocimiento sobre esta realidad socioeconómica y no quedarnos en la mera propaganda, si bien magníficamente avalada por una institución pública como la Universidad de Córdoba, se puede leer el Informe Sur 03, «Las economías territoriales andaluzas. Dependencia y marginación de las economías territoriales andaluzas».

Tal como nos indica en el citado informe Manuel Delgado Cabeza, Catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla, el monocultivo del olivar ha adquirido un protagonismo sin precedentes en el paisaje agrario de Andalucía, ocupando las dos terceras partes de la tierra cultivada. Entre los factores que concurren para explicar la expansión y la intensificación del cultivo del olivar cabe señalar, junto a la presencia de componentes institucionales (participación, desde 1986 en las subvenciones de la PAC), el intenso proceso de “modernización” de las almazaras, la fuerte mecanización de las labores asociadas al cultivo y el uso creciente de fertilizantes y agroquímicos de síntesis. El proceso de industrialización del cultivo del olivar ha modificado sustancialmente las condiciones en las que éste se relaciona con su entorno social y ecológico.

Los nuevos sistemas de cultivo con plantaciones de mayor densidad, fácilmente mecanizables, conllevan un incremento de la rentabilidad del olivicultor vía reducción de costes de recolección. De este modo aparece el llamado olivar “superintensivo” u olivar “de seto”; se trata de pasar de una densidad de plantación de entre 250 y 400 olivos (intensivo), a densidades comprendidas entre 1.500 y 2.500 árboles por hectárea. Este nuevo tipo de plantaciones exige gran escala productiva, económica y financiera, así como una gran intensidad en el uso de los recursos, en especial de agua, al tiempo que se reduce de forma drástica la utilización de mano de obra.

Estos cambios han llevado al olivar de ser un cultivo integrado con otros usos del suelo y adaptado ambientalmente al territorio, a proveedor de una única mercancía cuya fabricación implica ahora fuertes costes ecológicos. La simplificación de usos y aprovechamientos convierte a productos que antes fueron reutilizados (orujo, pastos, hojas y varetas), en residuos de gestión problemática. El manejo intensivo del suelo y las prácticas de cultivo conducen también a una aplicación de abonos de síntesis como forma de “reponer” la fertilidad. La sobreutilización y pérdida de nutrientes, a la que se añade el uso de agrotóxicos en labores como la llamada “siega química”, —eliminación con herbicidas de la cubierta vegetal entre árboles—, alteran la fertilidad del suelo y disminuyen la biodiversidad, generando importantes problemas de contaminación hídrica y erosión.

El profesor Delgado Cabeza lo tiene claro: «el olivar conforma un sistema productivo local que funciona al servicio de los intereses del capital global. Un capital que cuenta en el territorio andaluz dedicado a este cultivo con una gran plataforma agroexportadora de la que extraer beneficios, trasladando los costes hacia el primer eslabón de la cadena y poniendo en jaque la sostenibilidad social y medioambiental de las zonas productoras.»

Fuente: http://autonomiasur.org/wp/disponible-en-libre-descarga-el-informe-sur-3/