Del ingenio crecieron ladrillos

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Maro (Nerja). La Axarquía (Málaga). Spain. 2015. Ruinas del Ingenio azucarero de San Joaquín (sXIX). Fotografía de: Carlos Sieiro del Nido.

La historia de Andalucía desde la conquista de ésta por la Corona de Castilla es la historia de una realidad periférica y dependiente. Al ser introducida como “tierra conquistada”, el papel que le fue asignado a esta tierra es el de una economía destinada a satisfacer las necesidades de quienes la conquistaron. Los siglos se han sucedido, y la subalternidad económica y política de Andalucía siguen siendo palpables incluso en un análisis superficial de nuestra realidad, pues, sí bien la especialización destinada puede tener ciertas variaciones a lo largo del tiempo, ésta sigue situándose en sectores básicos, de escasa escala técnica, precarizados, inestables, débiles, y esa especialización condena a la población andaluza a condiciones de subsistencia.

Hoy quiero traer a colación un ejemplo que ilustra cómo la especialización económica puede variar, pero se mantiene dentro de unos parámetros, alejada de tejidos industriales, trabajos estables y bienestar. La especialización agrícola de Andalucía sigue presente a día de hoy, pues es tierra rica y permite un cultivo como en pocos sitios, por eso tras la conquista ese fue el papel que nos fuera asignado, sí bien desde los años 50, con el surgir del Estado del Bienestar, surge una nueva “industria” del reparto de un porcentaje mínimo de los excedentes del proceso de acumulación de capital de las economías centrales, el turismo, el cual, conjugado a una agricultura andaluza que tenía dificultades para competir con otras periferias especializadas en los mismos cultivos, fue progresivamente cediendo espacios a esta nueva industria, la cual devora nuestros entornos costeros.

Esta historia es la historia de cómo el ladrillo sustituyó a la caña, cómo la urbanización sustituyó al ingenio. Y esto sucedió en la Axarquía.

La caña de azúcar se siembra de sus raíces en el mes de marzo y se le debe dar abundante riego. Cuando los tallos brotan se abona el terreno con estiércol de ganado lanar y después de haber hecho una buena escarda. La plantación debe ser regada cada semana. A veces se siembra por esquejes de su propia caña cuando esta tiene nudos. De dos en dos palmos y formando cuadros se hace la plantación, con riego inmediato, además de la escarda y el abono.

Esta descripción tan detallada sobre el cultivo de la caña de azúcar es un fragmento de la obra Tratado de Agricultura, de Ibn Luyun, nacido en Almería en 1282. Quien fuera uno de los mayores exponentes del saber agrónomo andalusí, además de cultivar otras ramas, como la poesía. Ibn Luyun narraba en 1348 (fecha aproximada de la obra) el que fuese uno de los cultivos más importantes de parte de nuestra Andalucía.

Siglos más tarde, un maestro granaino, en un estudio sobre la Axarquía (Vélez-Málaga y su partido), nos narrará qué fue de este cultivo para 1865: la producción de azúcar no era desconocida en tierras andaluzas, y se cultivaba ya desde la época musulmana, encontramos una producción previa a la pérdida de las colonias, cultivada ya en tiempos andalusíes y en mayor medida durante la época nazarí. Dicha producción se encontraba fundamentalmente en Motril, Salobreña y la comarca de la Axarquía[1] (Ruíz, 2000, p. 17) (Sobrino, 1998, p. 65), sí bien sufrirá un gran revés tras la invasión de América: “la importación que de América se hacía de éste artículo, fue la muerte del cultivo de la hermosa y rica planta que lo produce; llegando hasta el punto de ocasionar la miseria en algunos pueblos de la costa del reino de Granada, que se dedicaban a él” (Moreno, 1865, p. 91).

Efectivamente, tras la conquista de Granada, se mantuvo el cultivo de la caña de azúcar en el Reino de Granada, y así se atestigua en la cantidad de ingenios constituidos en el siglo XVI, que en casi su totalidad serán cerrados a mediados del siglo XIX. Parte de este cultivo durante el mismo siglo XVI estará en manos de moriscos, pues los castellanos no se encontraban familiarizados con dicho cultivo.

Encontramos, por ejemplo, un Informe preliminar a la repoblación emitido por Arévalo de Suazo el 16 de mayo de 1571, donde señala que en Torrox “había dos ingenios de azúcar (…) tenían algunos moriscos de Granada parte en ellos, y las demás partes de ciertos vecinos de Málaga y Almuñécar” (Ruíz García, 2000, p. 85). También en la Certificación del Libro de Apeo y Repartimiento de 1572 encontramos consorcios donde parte de la propiedad estaba en manos de moriscos, en este caso, la propiedad de un “enxeño en que se molían las cañas de azúcar (…) que es de Alonso Sánchez Posadas, e de Francisco de Santander vecino de Málaga, e de Gaspar de Raya, morisco vecino de Granada, e de otros sus consortes” (Ruíz García, 2000, p. 89).

Para mediados del siglo XIX, como narraba Agustín Moreno Rodríguez, la importación de la caña de azúcar de América supondrá un profundo paréntesis en su cultivo, que pasó a localizarse en Cuba y Puerto Rico. Sí bien, a raíz de la crisis colonial española de finales de siglo, comenzará a resituarse la producción de caña de azúcar en Andalucía (Sobrino, 1998, pp. 68-69), así, en la década de 1890 comenzará a configurarse una industria azucarera, de la cual uno de sus máximos exponentes será la Sociedad Azucarera Larios, constituida el 2 de julio de 1890, y agrupó a todas las azucareras de Málaga capital, la costa oriental malagueña y Motril, llegando a tener 14 fábricas de azúcar y más de 10.000 hectáreas de cultivo de caña.

El nombre de dicha sociedad no es casual, y es que era propiedad de la familia Larios, una familia de origen riojano que se instaló en Málaga en 1800. Su actividad desde entonces se centró en el comercio, acumulando un gran capital y convirtiéndose, junto a los Heredia, en una de las familias burguesas más importantes de la ciudad.

A mediados del siglo XIX, en la ficción de la industrialización andaluza, la familia Larios entró, junto con otras, como los Loring, los Heredia, y otros, en ese proceso, construyendo grandes altos hornos en Málaga, así como potenciando la Red de Ferrocarriles Andaluces, y expandiendo la industria textil y su exportación. Este destello que fue la industrialización andaluza, como sabemos, duró poco, y para finales de siglo estas familias se encontraban con un capital acumulado que fueron invirtiendo en la industria agrícola, la azucarera en el caso que nos ocupa.

En la historia de la familia Larios encontramos reflejada parte de la historia del capitalismo andaluz, y la variación en su especialización económica en función de las necesidades del centro, fruto de la condición periférica y dependiente de la economía andaluza. Una familia que se asienta en 1800 como burguesía comercial malagueña, para posteriormente, a mediados de siglo, invertir los excedentes de capital del proceso de acumulación del comercio en una industria que será rápidamente desmantelada por ser su naturaleza coyuntural, y para finales del siglo XIX se asienta en la industria azucarera al cesar la importación de América y reconducirse la producción nuevamente a Andalucía con la independencia de las últimas colonias americanas.

Junto a los Larios también nos encontramos con otras familias como los Heredia, Loring en Málaga, o los Moré, los Rodríguez-Acosta, los López-Rubio y los Agrela en Granada (Sánchez, 2009, p. 3) (Sobrino, 1998, p. 68), propietarios de grandes latifundios, que vieron en la pérdida de las colonias una oportunidad para suplir la demanda de azúcar y comenzó la producción a gran escala de ésta, lo que daría origen en 1903 al nacimiento de la Sociedad General Azucarera de España (Sánchez, 2009, p. 4).

Pero para la década de 1950-60 las relaciones internacionales comenzaban a estabilizarse, y el librecambismo y la introducción de las economías latinoamericanas y asiáticas al mercado mundial suponía una competencia inalcanzable para la producción de muchos cultivos de Andalucía, entre ellos la caña de azúcar. Además, el consumo del azúcar de caña caía en picado, mientras aumentaba el de otros productos, como la remolacha. Así, para 1970 la caña de azúcar andaluza entraba en bancarrota.

En la década de 1950 el régimen franquista comienza un periodo de apertura exterior, y en este contexto se desarrolla en 1953 el Plan Nacional de Turismo, en el que se concretan una serie de pautas para aumentar la afluencia turística del país. Esto quedará plasmado en Plan Nacional de Estabilización Económica, o Plan de Estabilización de 1959, que supondrá una reorganización de la economía española para conseguir adaptarse a la dinámica liberal y a la economía-mundo tras la época autárquica (Velasco, 2008, p. 10). Y se materializará en los tres posteriores “Plan de Desarrollo Económico y Social”, así como en el Plan de Medidas Urgente de 1974, los dos “Plan(es) para la Competitividad del Turismo Español” y el Plan Integral para la Calidad del Turismo Español. (Velasco, 2005, p. 176) Todos estos planes continúan y desarrollan la estructuración de la costa andaluza en base al turismo, con la recalificación de terrenos y la construcción masiva de viviendas y hoteles, así como la proliferación de empresas ligadas a estos sectores: constructoras, restaurantes, cadenas hoteleras, inmobiliarias, etc.

Surgía el turismo como nuevo sector económico pujante en el mundo, y las miradas se ponían en la flamante costa andaluza. A Torremolinos le sucedieron otros tantos megaproyectos urbanísticos, y la costa oriental malagueña no se encontraba ajena a las miradas.

En la década de 1970 fueron vendidas las pocas fábricas de azúcar que no habían quebrado, y las tierras ocupadas por los ingenios, cercanas a la costa, resultaban muy codiciadas. ¿Recordáis a la familia Larios y la Sociedad Azucarera Larios? Ellos tampoco salieron bien parados en el negocio del azúcar, pero tuvieron claro cuál iba a ser la nueva especialización a la que iba a adherirse gran parte de la economía andaluza, y ras la venta de la última fábrica azucarera en 1976 la compañía se centró en el negocio inmobiliario. Conservando su nombre llegó a ser líder en el negocio inmobiliario de la provincia.

La historia de la familia Larios desde su llegada a Málaga en 1800 sirve para ilustrar la realidad andaluza, una realidad periférica cuya especialización económica no surge en tanto las necesidades del pueblo andaluz, sino dependiente de las necesidades de las economías centrales.

En tanto no consigamos emanciparnos económicamente, construir una economía soberana cuya base sea las necesidades del pueblo andaluz, en conjunción y construyendo sinergias con otras economías, desde el respeto mutuo y la horizontalidad, no conseguiremos escapar de la marginalidad y la subalternidad, con trabajos precarios y salarios que difícilmente garantizan la subsistencia en un mundo económicamente cada vez más globalizado y donde competimos en unas condiciones de desigualdad absoluta.

Perdimos la caña de azúcar, cultivada desde hace siglos en estas tierras. Perdimos el ingenio, ahora comercializan nuestro genio, organicémonos para subvertir esta situación.

 

Referencias

Moreno, A., 1865. Reseña Histórico-Geográfica de Vélez-Málaga y su partido. s.l.:Editor Francisco Montoro.

Ruíz García, P., 2000. La Axarquía, Tierra de azúcar: cincuenta y dos documentos históricos. Vélez-Málaga: s.n.

Sánchez, F., 2009. El patrimonio arquitectónico azucarero en Andalucía Oriental. Intervenciones y nuevos usos. Revista del Patrimonio.

Sobrino, J., 1998. Arquitectura de la industria en Andalucía. s.l.:Instituto de Fomento de Andalucía.

[1] De estas comarcas procederán precisamente los trabajadores que pondrán rumbo a Hawaii para trabajar la caña de azúcar. Estos sucesos los cuenta Miguel Alba Trujillo en su libro «SS Heliópolis. La primera emigración de andaluces a Hawai (1907)».