Escribo por todas aquellas personas que engrosan las cifras de la pobreza, que son más que un número, aquellas personas con rostro, con vida sobrevivida, las empobrecidas, aquellas que esperan desde hace años en la cola de la historia a que les llegue su turno, pero es tiempo inerte, tiempo muerto, el de la cola del SEPE, las colas para recoger alimentos,… eternidad para quienes esperan solidaridad, que no la caridad, no en pocas ocasiones humillante que se despliega desde arriba,…
Y después de mucha lucha por una renta básica que siembre justicia y equidad… nacen brotes de esperanza con el Ingreso Mínimo Vital (IMV), detrás de cada una de cuyas solicitudes hay una vida, una historia, una persona agarrada a un trozo de corcho en medio del océano, a la deriva, con la esperanza de que alguien con poder le lance el salvavidas.
Las personas que conozco y que todos y todas conocemos no son un número, no amigos, se llama Carmen, Gloria, Luis…, la mayoría sin estudios, desempleados de larga duración, algunos con discapacidad, unos con hijos y otros solos, algunas con la dura experiencia en su camino del voraz machismo, con trabajos de poca cualificación, peones agrícolas, peones de la construcción, cuidadoras, empleadas del hogar, sector servicios,… todos y todas dedicados a esos trabajos no regulados, explotados, donde la palabra dignidad pierde todo su significado, donde pierden su condición de seres humanos, para convertirse en recursos humanos, siiii, esos trabajos imprescindibles, los que sustentan nuestra economía, esos que los que mandan reflejan en el PIB y donde ellos y ellas solo ven reflejado su pan.
Sin embargo, esta pobreza que no para de aumentar no parece excesivamente preocupante para el sistema que sólo contrapone los derechos de los trabajadores, la conservación del medio ambiente o los comportamientos éticos a la consecución de un crecimiento de sus beneficios superior.
Tenemos que lograr, hoy más que nunca, el derecho a una vida digna para todas las personas. Esto hoy es más necesario ante el aumento brutal de la pobreza que se está dando.
Llevamos décadas luchando contra esta pobreza, pero casi siempre a la defensiva, frente a los recortes continuos de nuestros derechos. Hoy creemos desde la Asociación “Andalucía por una Renta Básica Universal” que toca cambiar el paso y que hay condiciones para pasar a la ofensiva y defender una Renta Básica en Andalucía que comience a solucionar los problemas que más arriba describo, sumando fuerzas en torno a la misma y que consiga mediante la movilización de nuestro pueblo, poner en la agenda política y parlamentaria esta propuesta.
Con una Renta Básica Universal (RBU) de cuantía superior al umbral de la pobreza, no hay duda de que la pobreza desaparecería. Una RBU permitiría que todas las personas, y especialmente las más desfavorecidas, podrían contar con la mayor oportunidad posible para llevar a cabo los planes de vida que puedan escoger para sí mismas.