Despoblación y extractivismo en Andalucía. 1981-2018

681

Manuel Delgado Cabeza y Antonio Cano Orellana.

 

Se presentan aquí algunos de los resultados de un trabajo[i] en el que se examina la dinámica demográfica en el interior de Andalucía para el período 1981-2018, fuertemente condicionada por su dinámica económica, por su dedicación subalterna vinculada a la explotación de su patrimonio natural -agricultura intensiva, turismo de masas o extracción de minerales- inducida y en gran medida controlada desde intereses ajenos a Andalucía. El período se ha dividido en dos partes: 1981-2008 y 2008-2018.

Antecedentes. 1950-1981

En esta etapa, a la función de exportadora de materias primas que venía caracterizando a la economía andaluza se une con intensidad la de suministradora de fuerza de trabajo; exportadora de hombres y mujeres para que otras economías pudieran funcionar. Cuando convino al capital en esas economías, se abrió la espita migratoria -que se cerró cuando a mediados de los 70 le dejó de convenir- y Andalucía conoció una hemorragia humana que despobló a muchos de sus pueblos; fueron más de dos millones de andaluces los que emigraron en este período, despoblándose las tres cuartas partes del territorio andaluz; como puede observarse en el mapa 1, la gran mayoría del territorio andaluz expulsa a sus habitantes. Andalucía perdió aproximadamente un tercio de su población. Claro que enseguida la “ciencia económica” vino a explicar esta sangría migratoria como algo que no nos tenía que preocupar; es más, aunque nos costara comprenderlo, era algo que nos convenía. Porque gracias a esa pérdida de población había disminuido la diferencia entre nuestra renta por habitante -al disminuir el denominador- y la de las áreas industriales a las que había llegado esa población. Se había propiciado lo que los economistas, en un alarde de reduccionismo, pero también de prepotencia, llaman “convergencia” o aproximación entre economías, en el sobreentendido de que la aproximación coyuntural de renta por habitante hace que el Sur se aproxime al Norte. Una vez más se hizo evidente aquello de que “la economía es una rama del ilusionismo”. Mientras tanto, en Andalucía, la escasez de mano de obra en el medio rural, propiciada por el éxodo migratorio, por la que se fue a “atender” las necesidades de crecimiento y acumulación de otras economías, será el factor desencadenante de la mecanización y la modernización de la agricultura. También una vez más, es la adaptación a necesidades ajenas la que va a modular nuestra dinámica económica y social.

Dentro de Andalucía se consolidó en esta etapa un proceso de polarización poblacional, concentrándose en la quinta parte del territorio andaluz el 62,1% de la población andaluza; básicamente en el triángulo Sevilla, Huelva, Cádiz más el resto de las capitales de provincia y el litoral. Por razones que también tienen que ver con la articulación exterior de la economía andaluza: localización de polos de desarrollo (¿?) en Huelva y el Campo de Gibraltar, ejemplos ilustrativos de hasta qué punto Andalucía soporta costes sociales y ecológicos derivados de procesos de crecimiento y acumulación localizados en otros territorios, y el inicio de la colonización del litoral en la Costa del Sol de la mano de personajes como el príncipe y promotor inmobiliario Alfonso de Hohenlohe o el constructor del Valle de los Caídos, José Banús.

Despoblación y polarización poblacional en 1981-2008

En este período, la entrada del Estado español a la Unión Europea (U.E.) en 1986, la construcción del mercado único y el predominio del capital financiero dentro del mismo serán los principales condicionantes de una dinámica económica que en Andalucía se traduce en su articulación como plataforma agroexportadora de frutas y hortalizas al sistema agroalimentario globalizado gobernado por los grandes imperios del agronegocio y en el papel que va a jugar Andalucía como gran plataforma turística, pieza clave para los grandes turoperadores, estrechamente vinculados al capital financiero e inmobiliario globalizado. Aunque sin duda fue, con mucha diferencia, el negocio inmobiliario, basado en la revalorización del suelo y de los activos inmobiliarios, el principal soporte de la economía andaluza en este período. Casi el 40% del PIB andaluz depende en esta etapa de un negocio especulativo fuertemente vinculado a una inyección de dinero y crédito que proviene del exterior y que estuvo favorecida por las políticas monetarias expansivas de la U.E. y los principales países del Norte. Lógicas especulativas no sólo ajenas a las necesidades de la población andaluza sino construidas en contra de la misma en la medida en que la mayoría terminará pagando durante décadas las plusvalías y los beneficios que se apropiaron unos pocos.

En estos años el auge de la burbuja inmobiliaria trajo consigo importantes requerimientos de mano de obra; el turismo y la agricultura intensiva exigen también abundante fuerza de trabajo, que en parte, especialmente en estas dos últimas actividades van a ser cubiertas acudiendo a la inmigración de personas que llegan desde los pueblos del Sur después de experimentar procesos de desposesión de sus medios de subsistencia asociados a prácticas depredadoras del capital global: acaparamiento de tierras, esquilmación de caladeros de pesca, extracción de petróleo, minerales y otras.

En el interior de Andalucía continúa el vaciado del medio rural y la concentración de la población en determinadas zonas de atracción. Las áreas en regresión se localizan sobre todo en los grandes sistemas montañosos del territorio andaluz. Como muestra el mapa 2, casi la mitad de los municipios andaluces y de su territorio pierden población. La población de estos municipios pasa de suponer el 20,5% del total de la población andaluza en 1981 al 13,5% en 2008. Ahora la intensidad de la disminución se ha hecho más lenta, quizás porque se está llegando al límite en muchos casos en los que puede hablarse de agotamiento demográfico. Otra de las razones por las que se suaviza esa despoblación es la influencia que en estos municipios tuvo la burbuja inmobiliaria; directamente por la construcción en muchos de ellos de algún proyecto urbanístico, polígonos, instalaciones deportivas, y otro tipo de infraestructuras. Indirectamente cuando una parte de la población de estos municipios tuvo la posibilidad de trasladarse a localidades del litoral o a áreas metropolitanas a emplearse en la construcción, continuando con su residencia habitual. Las cabeceras de comarca y las ciudades medias que caracterizan la trama urbana andaluza, aunque con un pulso demográfico débil, no decrecen en este período, jugando un cierto papel de reequilibrio que contribuye a suavizar el incremento de la polarización poblacional.

De cualquier forma, disminuye el peso de la población con respecto al total tanto en el grupo de municipios que se despueblan como en el que tiene un crecimiento por debajo de la media andaluza; entre los dos grupos pasan de localizar al 71,4% de la población andaluza en 1981 al 59,1% en 2008; este retroceso afecta casi al 80% del territorio andaluz, mientras avanza la concentración en una quinta parte del mismo, donde se pasa en estas tres décadas del 27,2 al 40,8%. La polarización poblacional continuó avanzando en este período.

La despoblación se profundiza. 2008-2018        

En la etapa siguiente, 2008-2018, a las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliario-financiera se unió el avance de la deriva especulativa en la economía mundial y su correspondiente polarización social y territorial, recrudeciéndose las cuatro fuentes del conflicto entre el capital y la vida: el trabajo asalariado, el ámbito de los cuidados, a cargo mayoritariamente de las mujeres, la explotación de la naturaleza y la de los pueblos dedicados a su exportación a cambio de una escasa remuneración, como es el caso de Andalucía. Esta posición, junto a la fuerte dependencia que la sociedad y la economía andaluza llegaron a tener de un fenómeno especulativo de tanto riesgo y tan poca consistencia como la burbuja innmobiliario-financiera han llevado a agravar la situación social y económica de Andalucía, con una clara proyección en la distribución de la población por municipios.

Ahora vuelven a despoblarse cerca de las tres cuartas partes de los municipios andaluces; un área en la que reside el 42,2% de la población total de Andalucía. Una situación muy parecida a la del período 1951-1981, con el agravante de que municipios que, en aquel período, anterior a la globalización, no perdían población ahora sí lo hacen. Entre ellos se encuentran algunas ciudades medias como Lora del Río y La Luisiana, Palma del Río, La Carolina, Linares, Bailén, Ronda, Campillos, Torrox, Nerja o Almuñécar. En comparación con lo que sucedió en 1981-2008 el fenómeno demográfico más importante que caracteriza este nuevo período de después de 2008 es el deterioro y despoblamiento del sistema de ciudades medias en Andalucía, que hasta ahora había venido suponiendo un contrapeso a una regresión demográfica que ahora se generaliza, con la excepción del litoral, las áreas metropolitanas de Sevilla, Huelva y Cádiz y la conurbación de Granada. Ahora pierden población municipios como Arcos, Villamartín, Ronda, Antequera, Las Cabezas, Morón, La puebla de Cazalla, Écija, Lora del Río, Osuna, Cabra, montilla, Priego, Baena, Alcalá la real, Torredonjimeno, Martos, Andújar, Bailén, Linares, La Carolina, Úbeda, Baeza, Guadix, Baza, Loja e Íllora. De modo que esa red de ciudades que contrarrestaba antes la polarización poblacional dentro de Andalucía está siendo absorbida por uno de los polos, entrando en el grupo de áreas que pierden población. En esta misma dirección, pasan del grupo de municipios que crecían por encima de la media en 1981-2008 al de municipios estancados Bollullos Par del Condado, Carmona y Arahal, El Puerto de Santamaría, Medina Sidonia, Tarifa, Coín, Lucena, Puente Genil, Albox, Dalías y Berja.

Ha tenido lugar un claro aumento de la polarización poblacional; ahora en los dos grupos extremos se sitúa el 84% de la población andaluza. Hemos regresado a un modelo de distribución de la población en el territorio parecido al de la etapa 1951-81; en gran medida porque el auge asociado a la burbuja inmobiliaria produjo un espejismo de bonanza, una ficción de prosperidad que se disolvió con rapidez.

Si incluimos en el análisis el cálculo de la huella ecológica y la renta por municipios volvemos a encontrarnos con un modelo territorial económica y demográficamente fuertemente polarizado. En 2010 el 31% del territorio andaluz concentra el 76,7% de la población, el 83,5% de la renta y el 96,1% de la huella ecológica andaluza, siendo especialmente problemática desde el punto de vista de la sostenibilidad la situación del litoral andaluz y dentro del mismo la Costa del Sol, donde en un 1,6% de la superficie de Andalucía reside el 14,5% de la población, con un 14,8% de la renta y un 35% de la huella ecológica total de Andalucía.  Aquí la diferencia entre el peso de la población y el de la huella ecológica se hace extrema; más del doble, relacionándose con el consumo de recursos asociado al turismo, una especialización con un fuerte impacto ambiental.

En la figura 1 se muestra el déficit ecológico de los principales focos turísticos de la Costa del Sol, expresado en términos de diferencia entre el área requerida para satisfacer su nivel de consumo de “recursos” naturales y su superficie. En todos los casos su consumo de “recursos” requiere una superficie próxima o por encima de las doscientas veces el tamaño del término municipal. En el caso de Fuengirola el consumo de “recursos” exige un territorio más de novecientas veces mayor que la superficie del municipio. Son datos que ratifican hasta qué punto el turismo es en Andalucía una modalidad del extractivismo.

En relación con la renta de los municipios el Instituto Nacional de Estadística acaba de publicar los resultados del proyecto Urban Audit, Indicadores Urbanos, en el que se revelan profundas diferencias dentro del Estado, como traduce el mapa 4. Considerando la renta por hogar de las 416 ciudades con más de veinte mil habitantes las de más altas rentas se concentran en Madrid, Cataluña y Euskadi. En Andalucía, de las 79 ciudades mayores de veinte mil habitantes 70 están en los dos tramos más bajos de renta de los cuatro considerados. Entre estas 70 ciudades andaluzas están los principales municipios de la Costa o muy próximos a la misma como Isla Cristina, Moguer, Lepe y Ayamonte, Sanlúcar, Rota, San Fernando, Chiclana, Conil, Barbate, La Línea y Algeciras, Estepona, Marbella, Fuengirola, Vélez Málaga y Nerja, Almuñécar y Motril, Adra, El Ejido, Vícar, Roquetas y Níjar. Después de tantos años de dedicación al turismo y/o a la agricultura intensiva están entre las ciudades más empobrecidas; como puede apreciarse desde distintos ángulos la posición de Andalucía como área de extracción y de vertidos conlleva una instalación permanente en la pobreza, en la marginación y en la dependencia. También la gran mayoría de ciudades medias andaluzas se encuentran en los tramos más bajos de renta. En la misma dirección, dentro de esta fuente Urban Audit, de los diez municipios con mayor tasa de desempleo siete son andaluces: Linares, Córdoba, Granada, Alcalá de Guadaira, Almería, La Línea y Dos Hermanas.

Este modelo territorial que lleva a la ruina a una parte tan importante de las ciudades y pueblos andaluces, asociado a una dinámica económica que se corresponde con la posición de Andalucía dentro del sistema económico vigente, sólo podría enderezarse desde otras lógicas diferentes a las del crecimiento y la acumulación de capital que rigen dentro del mismo. Por eso, no apelamos a las políticas públicas, que sistemáticamente vienen reforzándolo, ni a los partidos políticos y sindicatos “mayoritarios” que lo han propiciado creando las mejores condiciones para que el capital pueda encontrar en Andalucía facilidades para apropiarse de la riqueza aquí generada; tampoco reclamamos inversiones que seguirán viniendo a facilitar o participar en el expolio. Evitar que esta deriva continúe depende de que seamos capaces de reaccionar desde abajo. Depende de nosotras y de nosotros.

[i] Delgado Cabeza, M.; Cano Orellana, A. (2021) “Despoblación, polarización demográfica y extractivismo en Andalucía (1981-2018)” en IV Informe. Observatorio de Desigualdad en Andalucía. Ed. Observatorio de Desigualdad en Andalucía. Presentado en el Ateneo de Mairena del Aljarafe el 21 de junio de 2021.

Artículo anteriorOrgullo en andaluz
Artículo siguienteEl señor Pemán
Tribuna Abierta
Columnas y monográficos de información relevante a cargo de personas que vale la pena leer. Portal de Andalucía no se hace responsable de las opiniones de las personas que colaboren expresándose, en todo momento, de manera individual.